La historia del cine español se encuentra plagada de grandes cómicos que, sin gozar del estatus de estrellas o prima donna y primo uomo que pudiesen ostentar los Rafael Durán, Amparo Rivelles, Ana Mariscal, Fernán Gómez, Sara Montiel, Carmen Sevilla, Francisco Rabal, Aurora Bautista, Fernando Rey, Conchita Montes, Arturo Fernández, Concha Velasco o Imperio Argentina, lograban con aparente sencillez y naturalidad que las películas en las que participaban estableciesen mayor complicidad con el público y despertasen simpatías que sin ellos serian imposible. Llamados actrices y actores secundarios, característicos o de reparto, la mayoría de estos grandes cómicos poseían formación teatral y una desenvoltura en la pantalla que, sumada a su talento y comicidad, aportaba frescura allí donde la película la necesitaba. Su profesionalidad y su arte era tal, que igual aparecían unos pocos minutos en la película como asumían el papel protagonista en algún film y, en ambos casos, solían salir airosos. ¿Qué sería del cine sin su presencia? ¿Quiénes robarían protagonismo a las “estrellas”, o quienes posibilitarían parte de su lucimiento y harían las películas más humanas, cómicas y cercanas? Son muchos los nombres propios a añadir a los Julia Lajos, Juan Calvo, Guillermo Marín, Manolo Morán, Juan Espantaleón, Julia Caba Alba, Antonio Garisa, Alberto Romea, Manuel Alexandre, José Sazatornil “Saza”, María Luisa Ponte, Luis Ciges, Agustín González o Chus Lampreave. Pero, quizá, más que ningún otro brillase el genuino y cercano José Isbert, que igual apoyaba la trama que protagonizaba la historia. De cualquier forma y en cualquier papel, de secundario no tenía nada. Su filmografía supera los cien títulos, aunque su época de mayor esplendor y reconocimiento cinematográfico le llegó entrada la década de 1950, brillando como nunca en ¡Bienvenido Mister Marshall! (Luis García Berlanga,
1952), Fulano y mengano (Joaquín Romero Marchent, 1957), Los jueves, milagro (Luis García Berlanga,
1957), El cochecito (Marco Ferreri, 1960), El verdugo (Luis García Berlanga, 1963) o Los dinamiteros (Juan García Atienza, 1963). Tanto en papeles protagonistas como de reparto, este actor nacido en 1886, que debutó en el teatro a los diecinueve años —medio artístico por el que se decantó durante sus primeras décadas profesionales—
y en el cine a los veintidós, interpretando al anarquista Manuel Pardiñas
en el cortometraje El asesinato y entierro de José Canalejas (1912),
se hacía con la pantalla y deleitaba al público con su presencia característica, de la que supo hacer virtud, empleando su voz, su escasa estatura, su particular rostro, su enorme humanidad para trenzar todo su ser y arte con hilos de talento y de comicidad, dando como resultado a un actor inolvidable e inimitable cuya escuela empieza y concluye en él y con él. Nunca cae en lo ridículo ni en la caricatura fácil, aunque algunos personajes parezcan caricaturescos o rocen lo inverosímil, mas nunca se alejan de la realidad que nos comunican; por la que deambulan sus sueños, sus pesares, su comicidad y también su humano patetismo, a menudo fruto de la picaresca, de la miseria y de la necesidad generada por el propio espacio social que transitan. Solo cabe recordar su don Anselmo para comprender lo grande que era su naturalidad interpretativa. Berlanga, que lo dirigió en cuatro ocasiones —Bienvenido, Mister Marshall, Calabuch (1956), Los jueves, milagro y El verdugo—, comentó a los autores del libro Bienvenido Mr. Berlanga (Carlos Cañete y Maite Grau) que <<Isbert era capaz de meterse en los personajes hasta convertirse en ellos mismos o, lo que es parecido, era capaz de convertir a los personajes en él mismo. Su aspecto físico y su voz, lejos de ser una imitación, le hacían tan particular y característico que resultaba siempre creíble y entrañable y nunca tópico. Era un hombre que reaccionaba de una manera muy instintiva, por lo que las indicaciones del director le sobraban casi siempre>>. Y casi siempre conquistaba al público con sus espléndidas interpretaciones y con su singular presencia en la pantalla.
Filmografía (incompleta)
Asesinato y funeral de don José Canalejas (Enrique Blanco y Adelardo Fernández Arias, 1912)
¡A la orden, mi coronel! (José Busch y Julio Roesset, 1919)
La mala ley (Manuel Noriega, 1924)
48 pesetas de taxi (Fernando Delgado, 1930)
La pura verdad (Florián Rey, 1931)
El bailarín y el trabajador (Luis Marquina, 1936)
Alma de Dios (Ignacio F. Iquino, 1941)
Aventura (Jerónimo Mihura, 1944)
Ella, Él y sus millones (Juan de Orduña, 1944)
El fantasma y doña Juanita (Rafael Gil, 1944)
La princesa de Ursinos (Luis Lucia, 1947)
El señor Esteve (Edgar Neville, 1948)
Pacto de silencio (Antonio Román, 1949)
Mi adorado Juan (Jerónimo Mihura, 1949)
Cielo negro (Manuel Mur Oti, 1951)
El capitán Veneno (Luis Marquina, 1951)
¡Bienvenido Mr. Marshall! (Luis García Berlanga, 1952)
Aeropuerto (Luis Lucia, 1953)
Carne de horca (Ladislao Vajda, 1953)
Todo es posible en Granada (José Luis Sáenz de Heredia, 1954)
Historias de la radio (José Luis Sáenz de Heredia, 1955)
Mi tío Jacinto (Ladislao Vajda, 1956)
Los ladrones somos gente honrada (Pedro L. Ramírez, 1956)
Calabuch (Luis García Berlanga, 1956)
Manolo guardia urbano (Rafael J. Salvia, 1956)
Fulano y mengano (Joaquín Romero Marchent, 1957)
Los jueves, milagro (Luis García Berlanga, 1957)
La vida por delante (Fernando Fernán Gómez, 1958)
El cochecito (Marco Ferreri, 1960)
El verdugo (Luis García Berlanga, 1963)