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sábado, 30 de septiembre de 2023

Two much (1995)

Los rasgos de comedia española que pueden observarse en Belle Epoque (1992), ambientación y situación, desaparecen en Two Much (1995) para dejar su lugar a las características de un enredo hollywoodiense, algo así como una “screwball comedy” apurada en un intento de alcanzar el ritmo de Billy Wilder. Y es que, al igual que millones en el anonimato de sus cotidianidades, Fernando Trueba admira la comedia hecha en el Hollywood dorado y disfruta el cine de Wilder. Lo presumió agradecido en público. Pero una cosa son las palabras de gratitud y otra distinta es demostrar con hechos que se ha aprendido algo del inspirador. Trueba lo intentó en Two Much realizando una comedia que, partiendo de la novela de Donald E. Westlake, bebe de la falsa identidad de Con faldas y a lo loco (Some Like It Hot, 1959) —puede que de Huella de luz (1942), una comedia de Rafael Gil influenciada por la comedia norteamericana de finales de los años treinta y principios de los cuarenta del pasado siglo—, pues el protagonista asume doble identidad, como también hace el Lemmon de Irma, la dulce (Irma la douce, 1961), y forma un triángulo amoroso con dos hermanas, invirtiendo los géneros de Sabrina (1954). Pero el enredo que propone en su película dista de las cotas de genio e ingenio logradas en la comedia “wilderiana”. Two Much entretiene como un enredo previsible, cargado de situaciones típicas, que no incomoda ni arriesga, pero, aun sin excesiva originalidad, no resulta en exceso cansina. Juega sobre seguro, de ahí que quede en el simple divertimento para lucimiento de sus protagonistas y sus personajes de reparto. Pero es innegable, a veces no incomoda volver sobre terreno conocido; y este es uno de esos casos que, a pesar de la sensación de ya haber visto algo similar antes, uno se deja llevar y (en ocasiones) sonríe ante los intentos (forzados) de Art Dodge (Antonio Banderas) de poner en orden el caos que va creando en relación a dos hermanas, Betty (Melanie Griffith) y Liz (Darryl Hannah), por las que siente atracción y por las que se desdobla en dos hermanos de personalidad opuesta; mas, como suele suceder, en su intento genera mayor lío. Como cualquier alumno que asista o que no se quede dormido en clase, Trueba también sabe que los papeles de reparto son fundamentales para sostener el peso de la comedia, de ahí que la fotografía de la esquela que inicia el enredo sea la de Eugene Pallette, imprescindible rostro de la comedia hollywoodiense clásica —Al servicio de las damas (Gregory La Cava, 1936), Caballero sin espada (Frank Capra, 1939) o Las tres noches de Eva (Preston Sturges, 1941)— y un guiño a ese tipo de cine. En la mayor parte de las películas cómicas, es en ese tipo de personajes en los que recae la responsabilidad de hacer reír y de desahogar la acción principal, en este caso, la relacionada con el triángulo amoroso. Esos “secundarios”, de los que se vale el responsable de Two much —Danny Aiello, Eli Wallach, Joan Cusack y Gabino Diego— están a la altura de las circunstancias y cumplen su cometido. Aportan comicidad al asunto; que no deja de ser el de un caradura que se desdobla en su afán de no enfrentarse a la decisión de ser el mismo, más allá de que ande de un lado a otro, de cama en cama mientras se enamora de una de las hermanas…



martes, 23 de enero de 2018

Vivir es fácil con los ojos cerrados (2013)

<<Es el camino de la muerte.
Es el camino de la vida...
En la frescura de las rosas
ve reparando. Y en las lindas
adolescentes. Y en los suaves
aromas de las tardes tibias.
Abraza los talles esbeltos
y besa las caras bonitas.
De los sabores y colores
gusta. Y de la embriaguez divina.
Escucha las músicas dulces.
Goza de la melancolía
de no saber, de no creer, de
soñar un poco. Ama y olvida,
y atrás no mires. Y no creas
que tiene raíces la dicha.
No habrás llegado hasta que todo
     lo hayas perdido. Ve, camina...
  Es el camino de la muerte.
     Es el camino de la vida.>> 


     (Manuel Machado. El camino)



En los versos de El caminoManuel Machado anima a vivir el momento, sintiendo cada instante, de alegría y de melancolía, de ese camino de vida que también es el camino hacia la muerte, un camino que, como inmortalizó su hermano Antonio, se hace al andar. Pero, a veces, en dicho recorrido vital se presentan condicionantes y miedos que impiden su plenitud, condicionantes y miedos como los que podrían existir en la España del (mínimo) desarrollo industrial, del turismo, del Nuevo Cine que se quedó en nada, de la irrupción de los televisores en los hogares, de la manipulación informativa, de los programas religiosos radiofónicos, de las insufribles películas protagonizadas por Manolo Escobar y de los rodajes internacionales en Almería, por donde Vivir es fácil con los ojos cerrados (2013) transita hacia un instante de aprendizaje, de libertad y de superación. <<Os voy a decir una cosa a los dos>>, dice Antonio (Javier Cámara), avanzado el metraje, a Belén (Natalia de Molina) y a Juanjo (Francesc Colomer), sus compañeros de viaje y de recorrido vital, <<no se puede vivir con miedo, eh. En este país hay mucha gente que vive con miedo. Pero vosotros sois jóvenes y tenéis que cambiar esto>>. El personaje interpretado por un espléndido Javier Cámara lee al gran poeta Antonio Machado, a quien por error, consciente o inconsciente del guión, atribuye los versos de Manuel -<<ve, camina..., no habrás llegado hasta que todo lo hayas perdido>>-, ejerce de profesor de inglés y de latín y, sobre todo, admira las canciones de The Beatles. Por ello intenta enseñar el idioma de Shakespeare con temas como Help, intento que delata su actitud hacia la vida y su metodología, la de la letra con canciones y motivación entra. De ese modo se distingue dentro de un orden rígido que no contempla las necesidades del individuo, un orden como la escuela española de la dictadura franquista. Su soledad delata que se trata de alguien diferente, marginal y marginado por la intolerante e hipócrita sociedad en la que encajan el padre de Juanjo (Jorge Sanz), doña Mercedes (Celia Bermejo), el cura y violento jefe de estudios del colegio donde conocemos al personaje principal, y algunos vecinos del pueblo almeriense donde se desarrolla la segunda parte de esta emotiva película de David Trueba, que toma su título de la canción de los Beatles Strawberry Fields Forever y se inspira en la historia del profesor Juan Carrión Gañán. Sin pretenderlo, o quizá por un deje profesional y vocacional, Antonio San Román se convierte en el guía de los dos jóvenes a quienes a lo largo de su aventura común insufla el optimismo y la vitalidad necesaria para alejar la desconfianza y el temor, porque, al igual que en sus alumnos, ellos son la posibilidad de un futuro distinto del presente de oscuridad, de rigidez e hipocresía moral en el que habitan. A medida que expone su filosofía vital, Antonio también la asume para sí, poniéndola en la práctica a lo largo de la carretera que separa y une Albacete, su punto de partida, con el pueblo costero donde los tres acarician la liberación que, aunque no pronunciada, pretenden al inicio de su fuga de la cotidianidad en la que se encuentran atrapados. La excusa para emprender el viaje la descubrimos en las imágenes documentales que, al inicio, anuncian el rodaje que Richard Lester (a quien no se nombra) lleva a cabo en Almería, donde el cineasta y su equipo se han trasladado para filmar Cómo gané la guerra (How I Won the War; 1967), que cuenta con el protagonismo estelar de John Lennon, a quien el profesor de inglés pretende abordar para convencerlo de que incluya las letras de las canciones en los discos que publique. La excusa argumental da pie al recorrido humano de un hombre solitario con <<un corazón tan grande que no le cabe en la camisa>>, de una muchacha que se fuga del hogar donde ocultan su embarazo y del adolescente de dieciséis años que, despertando a la vida, abandona la casa de sus padres harto de la autoridad paterna, la imagen del país autoritario que Antonio, Belén y Juanjo dejan tras de sí para vivir un fin de semana de liberación, de humanidad y de confianza, dos días que marcan su presente y, posiblemente, la elección de su futuro.

jueves, 10 de octubre de 2013

La niña de tus ojos (1998)


En la década de 1930, Imperio Argentina, Florián Rey y su equipo viajaron a Alemania para rodar una coproducción hispano-germana sobre Lola Montes, pero acabaron rodando Carmen la de Triana (1938). Más de medio siglo después, aquella expedición inspiró la idea general que dio pie al guion 
de La niña de tus ojos (1998), escrito por Rafael Azcona, David Trueba, Carlos López y Miguel Ángel Egea. Pero Fernando Trueba no filma la estancia de Imperio Argentina en Alemania, sino una comedia dramática sobre cine, historia y su recreación, llena de tópicos, de referencias cinematográficas y con un momento puntual que me gana; hay más y también los hay que me producen el efecto contrario. Sucede en la embajada, cuando la mujer del embajador (María Barranco) se presenta al actor Julián Torralba (Jorge Sanz) y le pregunta por la película que va a protagonizar. Él le responde que interpreta a un bandolero de la serranía… y ella le interrumpe y comenta, delante de Fontiveros (Antonio Resines), el director del film, que le aburre tanta españolada, siempre con bandoleros y cante popular. En ese instante, molesto por el comentario, el realizador interviene y pregunta que si pretende que hagan alemanadas, hungaradas o americanadas, y a continuación afirma que le parece más interesante la figura del Tempranillo que la de Al Capone. La contestación deja clara su postura, que vendría a decir que cada pueblo tiene sus raíces, su folclore y su cultura popular que el cine autóctono desarrolla como parte de la identidad local, que puede traspasar fronteras; el ejemplo cinematográfico más claro, el western, pero no es el único.


La diversidad es un bien humano imprescindible y perderla implica la merma de riqueza, de cultura y de identidad. Pero el cine también es un medio que expone ideas “universales”, y ahí reside una de sus grandezas, la de traspasar fronteras llegando a todos y cada uno, sin importar nacionalidades ni costumbres, solo emociones humanas y pensamientos igual de humanos que van más allá de localismos y de cuestiones folclóricas. Las dos conviven en
La niña de tus ojos, en el costumbrismo que representa el equipo de rodaje y en el aprendizaje, el compañerismo, el miedo, la decepción, la solidaridad y más que van asomando en la historia ambientada en 1938 —posiblemente en noviembre—, momento durante el cual el equipo abandona España, que vive su guerra fratricida y de ideologías —que también se enfrentarían en la Segunda Guerra Mundial—, en la que los militares sublevados empiezan a imponerse.


Los títulos de crédito iniciales se insertan al tiempo que en un noticiario cinematográfico se comenta y se ensalza el avance de los rebeldes militares, pero también la colaboración entre este bando, autoproclamado nacional, y los nacionalsocialistas alemanes a través de la coproducción La niña de tus ojos, cuya versión hispana será dirigida por Blas Fontiveros. Este hermanamiento de interés entre dos ideologías totalitarias fascistas provoca que el equipo español se traslade a Alemania para rodar en los en otra hora prestigios estudios UFA, cuando y donde
Murnau, LeniLang o Lubitsch se convirtieron en grandes de la cinematografía mundial. Pero en el presente de 1938 nada queda de aquella grandeza de la década previa, sustituida por la propaganda y el intolerante ideario nazi que en un primer momento no afecta a los miembros de la expedición encabezada por la estrella de la canción popular Macarena Granada (Penélope Cruz).


Durante su estancia se observa al equipo en su día a día, tanto desde un punto de vista profesional como personal, inicialmente desde un tono satírico que no esconde que entre los guionistas se encontraba 
Azcona, con quien Trueba ya había contado para los guiones de El año de las luces y Belle epoque. Desde ese tono cómico se descubre un posicionamiento en contra de los abusos que afectan tanto a Macarena, a quien se la condena a soportar las atenciones y el acoso de Goebbels (Johannes Silberschneider), como a los extras, prisioneros judíos y gitanos que sufren la inhumanidad y la monstruosidad del régimen nazi. Macarena en su rechazo se convierte en el alma del equipo, por eso siente su entorno de un modo diferente a como lo racionaliza el cerebro de la producción (Blas), que se muestra ajeno a cualquier cuestión que no afecte a su película, para él lo único verdaderamente importarle, más allá de la relación sentimental que mantiene con su primera actriz. Alrededor de estos dos personajes se muestran las personalidades del resto de compañeros, entre quienes se descubre a Julián Torralba, la caricatura del macho hispano y falangista declarado, la desencantada Rosa Rosales (Rosa María Sardá), la antigua estrella que ahoga sus penas en el alcohol, Castillo (Santiago Segura), el director artístico que, además de beber los vientos por la estrella masculina, debe apañárselas para recrear la Sierra de Ronda en un decorado que encajaría mejor en El gabinete del doctor Caligari, o Bonilla (Jesús Bonilla), un productor que, en su devaneo con Lucía Gandía (Neus Asensi), "maneja" el alemán gracias a su inseparable diccionario. En ese entorno ajeno a la idiosincrasia caricaturizada por el equipo español, destaca la presencia de Václav (Miroslav Táborský), el traductor que se convierte en cómplice involuntario de la troupe, cuando sus miembros toman conciencia ante una situación que Macarena asume desde el primer momento, aunque se ve obligada a aceptar su rol por motivos personales. Como contrapunto a la cantante, Blas resulta un personaje ambiguo, si bien parece que su egoísmo se impone a cualquier otro sentimiento, hacia el final del film se descubre que guarda cierto parentesco con el Rick de Casablanca, pues, tras mostrarse egoísta y ajeno a la realidad, se decide y se posiciona del lado que sabe correcto, comportamiento que se confirma en el aeródromo donde la niña de sus ojos toma el avión que les separa, pero que a él le humaniza porque acepta que existen cuestiones que se encuentran por encima de sus intereses personales y profesionales.