En la línea realista que asumirá en sus primeros largometrajes —Los farsantes (1963) y Young Sánchez (1964)—, Mario Camus realiza en El borracho (1962) su proyecto de fin de carrera en la Escuela Oficial de Cine. El resultado es un ejercicio narrativo preciso y austero, acorde con el espacio marginal donde la amistad entre dos hombres se ve condicionada por el alcoholismo de uno de ellos, una adicción que también afecta a la vida familiar y matrimonial de quien no bebe, ya que el amigo borracho vive con el matrimonio, y sus dos hijos, y su presencia etílica genera conflicto en la pareja. Al igual que el cortometraje El último trago (1937), en el que Pedro Puche parte de una intención didáctica que deriva en una comicidad que bordea el absurdo y el surrealismo, el film de Camus expone algunas consecuencias del alcoholismo, y no solo en quien bebe, sino en cómo afecta a sus relaciones; aunque el tema del alcoholismo es secundario en el film. Su borracho, interpretado por Sergio Mendizabal, es un personaje más dentro de un entorno de miseria, quizá por ello se dedique a beber, sin ser consciente de que su estado afecta a otros, puesto que las consecuencias de sus excesos también las sufre el matrimonio (Esmeralda Adam García y Felipe Martín Puertas) que le acoge. Pero, sobre todo, Camus expone la que podría ser la cotidianidad de la pareja (e hijos) en un espacio desesperanzado, marginal, de una barriada de gran ciudad —con la sombra de las grandes construcciones de viviendas acercándose—, sin agua corriente en las casas, sin aceras, sin asfalto en la calle donde se levantan hogares fríos en invierno y cálidos en el verano, hogares donde la carestía y otras condiciones extremas formarían parte del día a día de la pareja, mismamente del borracho. Posiblemente, empine el codo para olvidar su precaria condición de vida, en una actitud opuesta a la de Daniel, sacrificado incluso cuando en su descanso debe acudir al bar a recoger a su amigo cuando ya nadie soporta su embriaguez; sacrificio que también asume la mujer en su cotidianidad hogareña. Ella se queja, no sin motivos —es quien a diario limpia el vómito del invitado—, de la situación que le genera el etílico inquilino que, finalmente, toma una decisión que desvela un gesto de amistad: el tema que más interesa a Camus en su trabajo final en la Escuela de Cine.
domingo, 19 de junio de 2022
miércoles, 5 de enero de 2022
Morirás en Chafarinas (1995)
domingo, 26 de septiembre de 2021
Juan y Junior en un mundo diferente (1968)
La gracia de Juan y Junior en un mundo diferente (1968) no reside en si entretiene o deja de hacerlo, ni en las estrellas musicales que lo protagonizan, sino en el descaro con el que Pedro Olea arrebata a los industriales de Hollywood y a la serie B estadounidense la casi exclusividad de producir invasiones extraterrestres y llevarla a suelo gallego. Era su segundo largometraje, un encargo que inicialmente Olea iba a rodar para lucimiento de Los Brincos, uno de los grupos españoles más exitosos de su época. Hoy, suena a chiste que cualquier banda que no fuese The Beatles quisiera imitar a The Beatles, pero en aquel momento era bastante lógico seguir la estela marcada por el mundialmente famoso cuarteto de Liverpool. La cosa funcionó y Los Brincos se ganaron a la juventud española de entonces, de ahí que realizar una película musical, como ya habían hecho George Harrison, John Lennon, Paul McCartney y Ringo Starr, no fuese una apuesta descabellada desde su perspectiva comercial, profesional y promocional, más bien lo contrario. Lo gracioso del asunto no es el musical en sí, ni que el grupo se separase antes de empezar el rodaje, sino la ciencia-ficción a la que se adscribe y situarla en una ciudad cuyo origen apunta a fantástico. El cineasta bilbaíno recordaba que <<había que hacer una película con “Los Brincos” y la historia era de Juan García Atienza. En plena preparación “Los Brincos” se separaron y quedaron dos. Como siempre, el ambiente de rodaje fue magnífico, pero el final fue un verdadero desastre plagado de juicios y de embargos de copias>>.1 Antonio Morales, conocido artísticamente como “Junior”, y Juan Pardo abandonaron la formación en 1966 y crearon su dúo, que se separó en 1969. Probablemente, esta separación contribuyó al fracaso comercial del film. Olea apuntaba que <<junto a todos los fallos artísticos se dieron también los problemas entre los productores y la distribución. Además, en el momento en que la película estaba lista para el estreno, ya no interesaba, Juan y Junior se habían separado>>.2 Pero el realizador vasco había cumplido el encargo y, hoy, Juan y Junior en un mundo diferente asoma en su filmografía como una curiosidad a años luz de su siguiente película: El bosque del lobo (1970). No obstante, la historia ideada por Juan García Atienza, responsable de la explosiva Los dinamiteros (1963) y escritor familiarizado con la ciencia-ficción, se convirtió en la base del guion de un film que tiene un punto entre “andar por casa”, infantil y desvergonzado que le confiere gracia, sobre todo si se prescinde de la sobredosis de "ñoñería" —en el romance de Juan y Alicia (Maribel Martín)— y se cuenta con la anomalía de que los alienígenas no pagan por sus crímenes, pues los dos asesinatos por desintegración molecular quedan sin castigo —el primero en la bañera de la habitación que ocupa Junior en el Hostal de los Reyes Católicos, y el segundo en la fuente de los caballos, en la compostelana plaza de Praterías—, o que su humanización vaya a cambiar el devenir del plan extraterrestre.
lunes, 15 de febrero de 2021
La conspiración (2012)
<<Cuando un loco o un imbécil se convence de algo, no se da por convencido él solo, sino que al mismo tiempo cree que están convencidos todos los demás mortales. No consideran, pues, necesario esforzarse en persuadir a los demás poniendo los medios oportunos; les basta con proclamar, con “pronunciar” la opinión de que se trata: en todo el que no sea miserable o perverso repercutirá la verdad>>
Ortega y Gasset: España invertebrada
<<No es la menor desventura de España la escasez de hombres dotados con talento sinóptico para formarse una visión íntegra de la situación nacional donde aparezcan los hechos en su verdadera perspectiva, puesto cada cual en el plano de importancia que le es propio. Y hasta tal punto es así que no puede esperarse ninguna mejora apreciable en nuestros destinos mientras no se corrija previamente ese defecto ocular que impide al español medio la percepción acertada de las realidades colectivas>>
Ortega y Gasset: España invertebrada, del prólogo a la segunda edición, octubre de 1922
Desde su llegada a la capital navarra, el general Mola se muestra prudente, minucioso e implacable en su intención. No está dispuesto a dar palos de ciego, ni a precipitarse, porque no quiere que se repitan errores pasados. Los que se confabulan lo eligen “director” del proyecto con el que pretenden imponer su orden a España, en ese momento (como en tantos otros de su historia convulsa) en descomposición y dividida no solo en dos bandos, sino en la disparidad intransigente que inevitablemente depara violencia. Los militares la asumirán con mayor despliegue de medios, pero, para ello, Mola tiene que reunir bajo su dirección a carlistas, falangistas, republicanos descontentos, monárquicos alfonsinos, militares, y lidiar con los intereses en la sombra, que son tantos como los descontentos que se unen a la conspiración que tiene su raíz no en una ideología, aunque les suene romántico o patriótico, sino en la pérdida de privilegios y en el temor a que su lugar lo ocupen otros. Buena parte del Ejercicio, Iglesia, monárquicos, terratenientes y empresarios, partidarios de Primo de Rivera, requetés y otros tradicionalistas se unen o apoyan un alzamiento del que cada cual espera obtener beneficios para los suyos. En este punto, el ejemplo más claro expuesto por Olea lo vemos en la reunión del general con un líder carlista, que exige, ya de primeras, derogar leyes y echar por tierra logros progresistas —para el grupo que representa, insultantes e intolerables— como el matrimonio civil, la diversidad política, el divorcio o el sufragio femenino. Lo dicho, La conspiración recrea con minuciosidad un momento histórico y lo hace concediendo protagonismo a su máximo responsable, algo que no resulta habitual, pues la fama del alzamiento recayeron en la guerra y en Franco, quien no asoma en la pantalla, pero a quien se nombra en varios momentos porque inicialmente no se decide a apoyar el levantamiento y, cuando lo haga, será sin pasos en falso y con la suerte de cara —posiblemente más de la esperada o inesperada, pues las muertes de Sanjurjo, Primo de Rivera y del propio Mola, le allanaron el camino hacia el poder absoluto.