Suena inusual que en una película los protagonistas sean jubilados que pretenden llevar a cabo un atraco, no tanto por el dinero del botín como por resarcirse de un sistema que, representado en la mutualidad, la burocracia y los burócratas, abraza la deshumanización, el papeleo y el olvido de quien, llegada la edad del retiro, ya no le produce dividendos porque deja de pagar mes a mes, año tras año, aunque se haya pasado la vida pagando y trabajando. Llega un momento en el que la sociedad y el sistema que la rige los trata como si fueran inservibles o, dicho de otro modo, al no producir beneficio económico, los consideran más prescindibles que los prescindibles que todavía trabajan y cotizan con la esperanza puesta en disfrutar de su esfuerzo en el futuro o en otra vida. Pero ese supuesto porvenir se convierte en presente para el trío protagonista de la divertida y subversiva coproducción hispanoitaliana Los dinamiteros (1963), que deben conformarse con una pensión miserable y aceptar su condición marginal. Ese podría ser alguien como don Basilio (José Isbert), que cotizó durante cuarenta y siete años para recibir las <<cuatro perras>> con las que nunca podrá permitirse el lujo que envidia en los mausoleos que observa en el cementerio donde se celebra el funeral del viejo amigo a quien visitó en compañía de doña Pura (Sara García) y don Augusto (Carlo Pisacane). Pero no se queja, aunque le gustaría tener más dinero para comprarse una buena lápida y otra para su mujer. No obstante, todo es resignación o, al menos, aceptación hasta el día que a doña Pura se le ocurre decir que si ella llevase pantalones atracaría la mutualidad que mal paga sus pensiones.
La idea de la jubilada seduce a don Augusto, el tercer vértice de un triángulo entrañable, pícaro y subversivo que, más allá de la presencia de Pisacane, el entrañable Capannelle, encuentra su inspiración en los “maleantes” de Rufufú (Il soliti ignoti, Mario Monicelli, 1958), entre otras inspiraciones cómicas en las que se plantean asaltos como el llevado a cabo en esta coproducción hispanoitaliana dirigida por el escritor valenciano Juan García Atienza, su debut en la dirección y su único largometraje de ficción. Los dinamiteros no posee la fama del mítico film de Monicelli ni de la hilarante Atraco a las tres (José María Forqué, 1962), pero resulta más negra y transgresora que el atraco maestro del cine español perpetrado por José Luis López Vázquez y su magnífica banda; aunque, al igual que la comedia de Forqué, las imágenes y los personajes desvelan miserias de su época y pequeños sueños y necesidades que empujan a sus honrados ladrones a delinquir. La diferencia, al menos una de ellas, reside en que Atienza no se arrepiente de que sus héroes sean subversivos que retan al sistema y lo venzan, puesto que de <<inservibles>> pasan a ser dinamiteros y atracadores que se divierten planificando, entrenado y dando el golpe perfecto, que ejecutan igual de bien, salvo por la suma del botín, aunque eso no les desanima; todo lo contrario, como apuntan los minutos finales y el explosivo fundido en negro con el que Atienza cierra esta entrañable sátira donde los fuera de la ley sí vencen, aunque sea por la calderilla robada, ni se arrepienten, ni pagan por delinquir —ya habrían pagado suficiente a la mutualidad a la que el trío asalta por <<ladrona>>—, algo inaudito en el cine negro español del periodo franquista, durante el cual hubo espléndidos policiacos y, salvo error de memoria por mí parte, en todos ellos el delito cinematográfico se paga.
Me encantó esta película, que ya tuve ocasión de comentar hace algunos años: una de esas pequeñas joyas del cine español. Coincido plenamente contigo, Antonio, cuando utilizas el adjetivo "entrañable" para definirla.
ResponderEliminarSaludos.
El trío protagonista y su atraco a la mutua son inolvidables. Y dicho esto, siento curiosidad por tu comentario. Lo buscaré en tu blog y lo leeré con gusto.
EliminarSaludos.