Como otros asesinos del realizador, Bob Rusk (Barry Foster) se encuentra condicionado por aspectos que habría que buscar lejos de las imágenes de la película, en su madre dominante y en la represiva autoridad que desequilibra a asesinos hitchcockianos como el de Norman Bates de la magistral Psicosis (Psycho, 1960). <<Frenesí es la combinación de dos tipos de películas: aquellas en las que Hitchcock nos invita a seguir el itinerario de un asesino: La sombra de una duda, Pánico en la escena, Crimen perfecto y Psicosis y aquellas otras en las que describe los tormentos de un inocente perseguido: 39 escalones, Yo confieso, Falso culpable y Con la muerte en los talones>>. La afirmación de François Truffaut es acertada, aunque incompleta, pues Frenesí también sigue una tercera vía: la de quien investiga los asesinatos. El inspector Oxford (Alec McGowen) es el tercer eje sobre el cual gira la trama. Desde él accedemos a la cotidianidad y a supuesta normalidad, aquella que descubrimos tanto en la oficina, donde disfruta del copioso desayuno que su subalterno envidia, y en su hogar, donde no prueba bocado debido a los platos elaborados por su mujer (Vivien Merchant). De ahí que más que su labor de investigación, pues todas las pruebas apuntan a Richard como culpable, la importancia que el cineasta concede al inspector es la que observamos en su casa. Allí descubrimos la relación y la monotonía que comparte con su mujer, una cotidianidad que los muestra opuestos aunque complementarios. Ella presenta una personalidad imaginativa y abierta contraria a la del policía, condicionado por los años de servicio y por las apariencias generadas por las pruebas circunstanciales. Estas pruebas son las que inician la persecución de Richard, tras el asesinato de su ex-mujer (en la única secuencia de violencia explícita). De ese modo, el falso culpable se convierte en una marioneta del destino que ve como la ley le persigue, sus amigos no testifican a su favor, aún conscientes de su inocencia, y su mundo se derrumba hasta dar con sus huesos en la cárcel, de dónde escapa para ajustar cuentas.
martes, 25 de septiembre de 2018
Frenesí (1972)
sábado, 22 de septiembre de 2018
Ha nacido una estrella (1937)
Es probable que la exitosa experiencia de Hollywood al desnudo (What Price Hollywood?; George Cukor, 1932) convenciese a David O. Selznick de que Cukor era el director ideal para la realización de otra película sobre Hollywood, pero el cineasta, que mantenía una estrecha relación profesional con el productor, rechazó el proyecto por encontrarlo similar al anterior. Contrariamente, años después, Cukor realizaría la versión musical de Ha nacido una estrella (A Star Is Born, 1937), pero la original, la realizada por William A. Wellman, la supera en muchos aspectos. El resultado del film de Wellman fue un melodrama que resta brillo al star system hollywoodiense, pues saca a relucir la cara oculta de un entorno construido sobre la fantasía generada por las imágenes de las películas y por la propaganda al servicio de los grandes estudios cinematográficos. Dicha fantasía es la que convence a Esther Victoria Blodgett (Janet Gaynor) para perseguir su sueño, aunque, como le dice su abuela (May Robson) cuando la apoya, este tiene un precio y, en su caso, será sacrificio y dolor. Esther llega a Hollywood con la maleta repleta de esperanza, ilusión e inocencia, tres prendas abstractas e imprescindibles en cualquier maleta de cualquier aspirante a estrella. Pero Esther se encuentra con un panorama que nada tiene que ver con el ideal que se ha creado. <<En la pantalla es tan maravilloso>>, le dice a su amigo Danny (Andy Devine) cuando observa por primera vez al Norman Maine (Fredrich March) de carne y hueso. Se trata de su primera decepción y se produce en la sala de los sueños, en un cine donde el actor, dominado por el alcohol y el desencanto, replica al periodista que lo acosa. Pero la desilusión de la joven aspirante a actriz no tarda en desaparecer, pues ella es una de las excepciones que sí logra acceder al sistema y lo hace gracias a la casualidad y al propio Norman. Como consecuencia de su encuentro con el actor, Esther firma un contrato con la productora de Oliver Niles (Aldophe Menjou), donde trabaja el publicista (Lionel Stander) en quien se apunta el aspecto más negativo del mundo del cine. Esta postura crítica, un tanto simplista, prescinde de enfrentarse al sistema y de hurgar allí donde afectaría a Selznick y al resto de magnates de Hollywood. De tal manera, el productor interpretado por Menjou sale bien parado, al ser dibujado como una especie de amigo, mecenas o ángel custodio de sus actores y actrices. Él intenta suavizar la caída de Norman, eleva al firmamento a Esther, ahora conocida por Viky Lester, u ofrece una oportunidad a su díscolo actor después de que el entorno donde Norman triunfó lo rechace y se recree en su caída. El interés de Ha nacido una estrella no se encuentra en el nacimiento de la actriz, cuyo nombre artístico ilumina los carteles, lo mejor del film de Wellman reside en el ninguneo a directores y a guionistas (Selznick estaba convencido de ser el autor de los films que producía) y en como la industria se recrea en el ocaso del actor que, con su díscolo comportamiento, ha osado desafiarla y que ha perdido parte de sí mismo durante su reinado cinematográfico. Norman ha perdido su nombre, su privacidad, sus deseos personales y profesionales. Se trata de un individuo decepcionado, que ahoga en alcohol su decepción y la repulsa que le produce su entorno. Para él es demasiado tarde y solo cuando descubre la inocencia y la autenticidad de Esther surge un atisbo de esperanza, aunque se trata de una chispa de luz condenada a apagarse.
jueves, 20 de septiembre de 2018
The Act of Killing (2012)
A lo largo de los minutos desfilan por la pantalla personajes a cada cual más esperpéntico, individuos que hablan de su sadismo y de su participación en las torturas y matanzas sin mostrar el menor signo de arrepentimiento, más bien con orgullo, quizá conscientes de que nadie vaya a juzgarlos ni a condenarlos. Son hombres como Anwar Congo, el protagonista de The Act of Killing, cuya peculiar visión del pasado da pie a la perspectiva escogida por los cineastas para ofrecer, según sea la versión comercial estrenada en las salas o la íntegra, dos o tres horas de no ficción que sí lo parecen. Las recreaciones de los hechos y las entrevistas a paramilitares, a miembros de escuadrones de la muerte o gánsteres como Anwar hablan en el presente del film de aquel ayer de sangre que exponen en el hoy durante el cual realizan su propia película. A través de sus montajes, actuaciones y palabras se descubre la crueldad sufrida por sus víctimas y no se precisan imágenes de archivo, posiblemente ni siquiera existan, para acceder a la verdad que surge de la ficción recreada por Congo y otros aspirantes a estrellas cinematográficas. Este es el gran acierto de Oppenheimer, el permitir que sean sus sujetos de estudio quienes se interpreten a sí mismos, siendo ellos mismos, y revivan desde sus conversaciones aquel tiempo de terror pocas veces tratado en la gran pantalla, quizá el acercamiento más popular hasta la aparición de The Act of Killing lo encontramos en la ficción crítico-romántica expuesta por el australiano Peter Weir en El año que vivimos peligrosamente (The Year of Living Dangerously, 1982).
miércoles, 19 de septiembre de 2018
Bananas (1971)
martes, 18 de septiembre de 2018
Fuga sin fin (1971)
lunes, 17 de septiembre de 2018
Tres cantos sobre Lenin (1934)
sábado, 15 de septiembre de 2018
Una pistola al amanecer (1956)
viernes, 14 de septiembre de 2018
Dziga Vertov. Cine-revolución
Mozg Sovetskoi Rossii (1919)
El proceso Mironov (Protsess Mironov, 1920)
Cine-verdad (Kino-pravda,1922)
Hoy (Segodnia, 1924)
Las muñecas de París (Grimaci Parij, 1924)
Humoresque (Jumoreski, 1924)
Cine-ojo (Kino-eye, 1924)
Juguetes soviéticos (Sovetskie igrushki, 1924)
El cine-calendario Leninista(Leninsky Kino-Kalendar, 1924)
El año sin Ilich (God Bez Ilytch, 1924)
¡Viva el aire! (Daech Vozdukh, 1924)
La sexta parte del mundo (Chestaia Tchast Mira, 1926)
¡Adelante, Soviet! (Chagay, sovet!, 1926)
El undécimo año (Odinnadtsatyy, 1928)
El hombre de la cámara (Chelovek s kino-apparatom, 1928)
Entusiasmo: sinfonía del Donbass (Entuziazm: Sinfoniya Donbassa, 1931)
Tres cantos sobre Lenin (Tri presni o Lenine, 1934)
Canción de cuna (Kolybelnaia, 1937)
Memorias de Sergei Ordzhonikidze (Pamyati Sergo Ordzhonikidze, 1937)
Gloria a las heroínas soviéticas (Slava Sovietskim Geroiniam, 1938)
Tres heroínas (Tri Geroini, 1938)
La URSS en la pantalla (SSR na Ekrane, 1939)
La altura A (V raione vysoty A, 1941)
Sangre por sangre (Krov za Krov, 1941)
En la línea de fuego. Los operadores de noticiarios (Na Liny Ognia. Operatory Kino-Khroniki, 1941)
Tú, al frente (Tebe, Front!, 1942)
En la montaña de Ala-Tau (V Gorakh Ala-Tau, 1944)
El arte soviético (Sovietskoe iskusstvo, 1944)
El juramento de la juventud (Kliatva Molodykh, 1947)
*El entrecomillado ha sido extraído de Dziga Vertov: Memorias de un cineasta bolchevique. Capitán Swing Libros, S. L., Madrid, 2011
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