viernes, 30 de mayo de 2025
Inland Empire (2006)
viernes, 16 de junio de 2023
Corazón salvaje (1990)
En el cine de David Lynch ni los personajes ni la narración, ni el tiempo, son convencionales; tampoco se adapta a un género concreto. Son múltiples ingredientes y rostros que forman parte de un todo que remite al cineasta, al viaje que propone, pues en Lynch siempre hay un viaje, sea al lado oculto, reverso tenebroso del espacio idílico visible, o hacia la interioridad humana que desvela más allá de la apariencia. En todo caso, se trata de viajes que implican llegar a un punto existencial diferente del que se ha partido. A lo largo del camino hacia alguna parte, la fantasía y los sueños priman, así como los secretos, la violencia y los recuerdos que van fluyendo en un espacio de atmósfera enrarecida y misteriosa, pero no exento de luminosidad y ternura, en el caso de Corazón salvaje (Wild Heart, 1990), estas se aprecian en el amor puro de Sailor (Nicholas Cage) y Lula (Laura Dern) y en la inocencia de la protagonista, a pesar del sufrimiento que le intuimos a lo largo del recorrido que la pareja inicia y avanza con todo, salvo el sentimiento que les une, en contra. Y ahí, en ir contracorriente en busca de la victoria, a priori imposible, del amor, Corazón salvaje se metamorfosea de thriller en cuento de hadas, guiño a Oz, bajo la amenaza de una bruja malvada y la protección de una bondadosa, que no asoma hasta el final del camino que parece conducir a la pareja a consumar su imposibilidad, sobre todo con la irrupción de Bobby Peru (Willem Dafoe) en las vidas de los amantes fugitivos…
martes, 7 de marzo de 2023
Lucky (2016)
<<Y qué decir del gran Harry Dean. Uno de los tíos más geniales del mundo y yo le quiero a rabiar. Podría estar horas y horas en su compañía porque todo lo que sale de él es natural, no hay fingimiento, no hay chorradas, todo es hermoso, y encima es una persona de lo más bondadosa y afable. Tiene un punto melancólico, Harry Dean, y también tiene su punto espiritual. Él no está para meditaciones; su manera de meditar, dice, es la vida. Y, por si fuera poco, canta bien. Una tal Sophie Hunter hizo un documental sobre él titulado Party Fiction y corre por ahí un tráiler con imágenes de Harry Dean en su casa con un amigo suyo tocando la guitarra. Harry Dean está recostado en un sofá y lo primero que se ve es un primer plano de su cara, y en esa cara ocurren cosas. Está cantando “Everybody’s Talkin”, aquella canción que popularizó Harry Nilsson, y cuando lo vi se me saltaban las lágrimas; la manera que tiene de cantarla es, uf, absolutamente increíble. Me cuesta creer que ya no esté entre nosotros…>> Así recuerda David Lynch en un momento puntual del libro Espacio para soñar a Harry Dean Stanton, uno de los actores que más veces trabajó con él. Harry Dean es el protagonista absoluto de Lucky (John Carroll Lynch, 2016), una película sobre la existencia y un emotivo encuentro/despedida cinematográfico entre Harry Dean y algunos amigos, entre ellos el propio David Lynch, que da vida a Howard, el hombre que añora su galápago.
<<En su rostro ocurren cosas>>, cierto. En Lucky esas cosas suman una existencia que en su rostro se dibuja cercana, serena, asustada, reflexiva, resignada. En Harry Dean se descubren las arrugas de sus noventa años de vida y el miedo que confiesa a Loretta (Yvonne Huff Lee), el que despierta la cercanía de la muerte y su certeza de que no habrá nada. Lucky/Stanton lo sabe, le asusta, lo acepta; comprende que el fin llega para él igual que llega para todos. <<Nada es permanente>>, dice. Según se plantee, la realidad temporal humana —un minuto más de vida es un minuto menos que resta para la muerte— puede sonar terrible o aceptarse como nuestro discurrir natural; incluso hay quien lo interpreta como un tránsito hacia otros lares. Este no es el caso de Lucky, que asume y acepta que no somos antes ni después, que somos en la brevedad existencial que quizá sintamos infinita, aunque seamos conscientes de que algún día se acabará. Es durante ese instante, que separa la nada posterior y la inexistencia anterior, cuando suceden cosas; incluso cuando cada día parece igual y todo semejante inamovible. Y sin embargo, todo avanza, aunque sea a paso de ese galápago que asoma al final de este primer film dirigido por el actor John Carroll Lynch —sin ningún lazo familiar con David Lynch.
La cotidianidad de Lucky, fumador empedernido, rebelde, libre, filósofo de cafetería y barra de bar, aficionado a las palabras y a la música —su versión de “Volver” en el cumpleaños al que le invitan es un emotivo regalo de Harry Dean para los asistentes y para el público—, se repite ante nosotros sin aparentes variaciones, salvo en las conversaciones. No obstante en su mente sucede algo; <<ocurren cosas>>. Aunque no escuchemos su pensamiento, Lucky se pregunta y cuestiona, en su rostro se dibujan las preguntas y las respuestas; ahí sucede mucho. Acepta que <<venimos solos y nos vamos solos>>, no duda que todo regresa a la inexistencia que abandona durante el instante de su existencia. Ese es el milagro, el más grande, existir en el tiempo que principia y concluye, en el que nos soñamos infinitos, sin el antes y el después de nosotros. Lucky lo comprende y decide tomarse “la nada” <<con una sonrisa>> de resignación ante lo inevitable, de esa verdad universal de la que habla, pero también es una sonrisa por existir en ese suspiro fuera de la ausencia absoluta a la que los vivos estamos destinados.
sábado, 4 de marzo de 2023
Twin Peaks (1990-1991)
<<Yo vi el episodio piloto como si aquello fuera un largometraje y por lo que a mí respecta lo único que es realmente Twin Peaks de las dos primeras temporadas es el programa piloto. El resto es puro decorado y se hizo como se hace la tele, pero ese piloto sí que capta muy bien la idea.>> (1) Creada por Mark Frost y David Lynch, que dirigió el piloto y el tercer episodio, la primera temporada de Twin Peaks (1990-1991) se emitió por primera vez en 1990 —el piloto se estrenó el 8 de abril, un año después de la conclusión de su rodaje en 1989—. Para sorpresa de la ABC Entertainment, se convirtió en un fenómeno televisivo a escala mundial. La cadena que la produjo había retrasado su emisión; cuando les entregaron el primer episodio, los mandamases de la ABC no sabían muy bien qué tenían entre manos, pues, tal como habían pedido a sus creadores, el programa piloto era diferente y su diferencia, respecto a lo que solía emitir la televisión, desubicó a los ejecutivos al frente del negocio.
La aparición de un cadáver en la aparentemente pacífica Twin Peaks, una pequeña y aislada ciudad del noroeste estadounidense donde todos se conocen, introduce el interrogante <<¿quién mató a Laura Palmer?>> o, dicho de otro modo, presenta el “macguffin” que permite a Lynch y a Frost dar a conocer y desarrollar su universo Twin Peaks, donde lo extraño y lo común, la luz y la oscuridad, se dan la mano en presencia del personaje de Kyle MacLachlan, el agente especial Dale Cooper, quien, junto al público, es el único extraño en este entorno misterioso, íntimo, rebosante de secretos. Quizá por ello mire a su alrededor con ojos de sorpresa y de emoción, al tiempo que su rostro y su postura corporal desvelan eficacia y equilibrio mental, quizá fruto de ejercicios de meditación y misticismo oriental. Es meticuloso, se preocupa por los precios de los hoteles, porque sabe que sus gastos corren a cuenta del contribuyente, disfruta el buen café y las tartas, es amable, también puede ser duro, y no descarta la validez de los sueños como posibles pistas. En sus gustos es mundano. Lynch y Frost lo quieren cercano y a la par especial. Es su nexo con el mundo fuera de la pantalla y el único inocente o no sospechoso dentro; es decir, que, cual recién nacido, nada tiene que ocultar y tiene todo por descubrir. El agente es sensible, observador, perspicaz en su día a día investigando la violenta y extraña muerte de Laura Palmer (Sheryl Lee). Cooper investiga con la ayuda de Harry S. Truman (Michael Ontkean), el sheriff local, que en el piloto expresa irónico que empieza a ser una especie de doctor Watson. Es probable. Entre ambos va creciendo la confianza que depara una colaboración que no se fuerza, que se basa en el respeto y la admiración y tal vez en la sorpresa que el policía local siente hacia el agente del FBI que irrumpe en su vida y en la del resto de los hombres y las mujeres de la no tan pacifica localidad de Twin Peaks.
<<Al principio Twin Peaks tuvo muchísimo éxito, pero a la ABC nunca le gustó la serie, y cuando el público empezó a escribir preguntando cuando se sabría quién había matado a Laura Palmer, la cadena nos obligó a decirlo y ahí se acabó la fiesta.>> (2) Laura no es la primera víctima, sino la segunda y pudo haber una tercera, que logra escapar de la muerte, aunque no pudo evitar ser violada y apaleada por el asesino; probablemente alguien de la localidad, así lo sospecha Cooper, quien añade que <<probablemente es alguien que conocen>>. Sospechas, misterio, humor negro, sueños y secretos, intereses ocultos, fantasía, la partitura musical de Angelo Badalamenti, las actuaciones del reparto, todo en general, sirve para que Frost y Lynch generen una atmósfera enigmática, magnética, extrañamente cómica y amenazante que queda establecida en el episodio piloto dirigido por el segundo. Pero si la primera temporada de la serie fue un éxito y su episodio piloto una de las cumbres televisivas estadounidenses de finales del siglo XX, la segunda temporada resultó menos estimulante. Mantener el tono logrado el año anterior, un tono que ya entonces parecía ir de más a menos, era sumamente complicado, más si cabe con Lynch trabajando en varios frentes, uno de ellos Corazón salvaje (Wild Heart, 1990), por el malestar que sintió Frost al verse ninguneado —el público, la prensa, la industria, consideraba Twin Peaks como “la serie de David Lynch”, incluso estando este ausente— y por las presiones de la cadena, exigiendo que desvelasen la identidad del asesino de Laura (hacia la mitad de la temporada). Fue una mala decisión e implicó el final (momentáneo) de la serie. <<Cuando volví de rodar Corazón salvaje, no sabía qué estaba pasando con la serie. Solo recuerdo la sensación de que era como un tren sin control del que había que estar pendiente las veinticuatro horas para que no descarrilara. Creo que si cada episodio lo hubiéramos escrito Mark y yo juntos, la cosa habría funcionado, pero no fue así y vinieron otros. No tengo nada en contra de esa gente, que quede claro, pero ellos no conocían mi Twin Peaks y la serie dejó de ser algo reconocible para mí.>> (3) Un año después de la cancelación del programa, Lynch regresó a su universo Twin Peaks y narró los días previos al asesinato de Laura Palmer en el largometraje Fuego camina conmigo (Fire Walk with Me, 1992); y ya en 2017 realizó la tercera temporada, que consta de dieciocho episodios dirigidos todos ellos por él, probablemente para evitar que la serie se desviase de su visión, como sí había ocurrido en el pasado.
miércoles, 1 de marzo de 2023
Cabeza borradora (1976)
Mucho de lo que vendría después de Cabeza borradora (Eraserhead, 1976) en la obra cinematográfica de David Lynch, se encuentra ya en este primer largometraje suyo; concluido en 1976 e iniciado en 1972 con una ayuda económica del American Film Institute donde estudiaba cine, tras haber sido becado a raíz de su cortometraje The Grandmother (1970). Pero Cabeza borradora no resultó un proyecto sencillo de sacar adelante. Por una parte, los problemas económicos —en cuanto se acabaron los 10.000 dólares de la AFI, el rodaje se detuvo y hubo que lograr financiación por otras vías—, y por otra, el perfeccionismo del realizador, ralentizaron la filmación de un film de estética perturbadora y atmósfera onírica que tiende a surrealista. En Lynch, la realidad y la fantasía se confunden hasta ser sueño y misterio. Ese estado alcanzado da a su cine el tono irreal y deformador que, tras su apariencia oscura, enigmática, onírica, experimental, adjetivo que encanta a Lynch, se esconden historias de amor, de soledad, de miedo, de dualidades que exhiben lo mejor y lo peor del ser humano. Son historias al margen, con un pie en lo idílico luminoso y otro en lo anómalo sombrío. Como en tantas películas posteriores de Lynch, en Cabeza borradora se juntan varios mundos que bien pudieran ser uno fruto de la fantasía de quien los habita y los sueña. Henry (John Nance) es un tipo extraño en una tierra extraña, un hombre que camina en soledad hasta que encuentra en Mary (Charlotte Stewart) la posibilidad de una relación que parece sacarle de su aislamiento, sin embargo no calma su temor, sus miedos. ¿Cuáles son? Quizá el propio espacio que ocupa en ese cuarto siempre oscuro y frío, su paternidad y mismamente las relaciones que establece con Mary, insegura y tímida, y con la enigmática mujer guapa del pasillo. Lo que parecía una realidad beneficiosa se transforma en pesadilla, de la que huye soñando su alternativa; en la que fantasea con la mujer de detrás del radiador (Laurel Near). Desde el primer instante de Cabeza borradora la sensación de estar en un sueño cobra fuerza. El film se inicia en un planeta oscuro, rocoso, donde un extraño (Jack Fisk) de características pétreas maneja las palancas del destino y lanza a Henry a la Tierra donde parece caminar perdido y desorientado. Lynch desarrolla la historia en apenas cinco escenarios: el planeta, la habitación del protagonista, el escenario detrás del radiador, la fábrica de lápices y la casa donde Mary vive con sus padres —no menos peculiares que el resto de personajes—. Ella no tarda en irse a vivir Henry, pero la relación se trunca como consecuencia del cansancio de Mary, que atiende al bebé de formas extrañas. Aguanta sus lloros y asume sus cuidados hasta que se ve superada y decide regresar con sus padres. De ese modo, Henry se queda en su habitación; ahora el bebé es su responsabilidad y la pesadilla se agudiza en las sombras, el frío y los sonidos que enfatizan la agonía; pero la fantasía le abre una vía de escape hacia el cálido mundo que existe allende el radiador.