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lunes, 2 de octubre de 2023

El sueño de Ellis (2013)

Las aves emigran en busca de mejores condiciones, es un proceso natural que realizan porque no les queda otra. Forma parte de su supervivencia. No lo hacen por gusto, sino por instinto, tampoco el ser humano lo hace gustoso, sino obligado por las situaciones que vive en su lugar de origen. Hay quien nunca se ha parado en el porqué de las migraciones humanas, o quien lo simplifica hasta borrar los motivos, como las guerras, el hambre, las condiciones de vida esclavas, la violencia y tantas otras cuestiones que empujan hacia algún lugar donde nada de eso exista, aunque luego pueda resultar que sí, disfrazado de otras formas. En El Inmigrante (The Inmigrant, 1917), Charlot avista la tierra prometida desde un barco a rebosar de emigrantes, observan su futuro, si será mejor o peor que su pasado, ninguno se lo plantea. Miran hacia la estatua de la libertad, promesa de su mismo nombre y la esperanza de felicidad. Pero Chaplin no muestra alegría en los emigrantes de su película, sí expectación y apunta el maltrato que reciben hacinados en cubierta o cuando los agentes de inmigración les toman los datos y uno de ellos propina un puntapié a Charlot. Son cuerpos desamparados y rostros entre la esperanza y el temor a lo desconocido, como el del niño que llega a la isla de Ellis y allí escriben en su ficha “Vito Corleone”, por ser Corleone el topónimo de su lugar de origen. Del anonimato pasa a ser ciudadano, pero los avatares por los que debe pasar para serlo de pleno derecho es otro camino tan duro como el viaje a la “tierra de la felicidad”. Tampoco Vito sabe qué le deparará su nuevo recorrido; pero es un niño y, si sobrevive, tendrá la vida por delante en una tierra que sabrá de oportunidades, pero también de crimen y muerte. Ewa (Marion Cotillard), la protagonista de El sueño de Ellis (The Inmigrant, James Gray, 2013), que recrea una época pasada, pero que no deja de hablar de situaciones y sentimientos presentes, es otra inmigrante que llega a la isla de Ellis después de un inhumano viaje en barco. Más adelante confesará que <<En el barco que me trajo aquí, no había espacio, ni alimentos. Solo había suciedad. Todos estábamos apiñados como animales y unos hombres abusaron de mí y por eso dicen que soy una mujer de dudosa moral>>.

Ewa arriba en 1921, junto a su hermana Magda (Angela Sarafyan), a quien no dejan entrar en el país porque está enferma. La someten a cuarentena en el hospital de Ellis, la isla puerta del nuevo mundo. Allí, la entrada se cierra para Magda y abre para Ewa gracias a la intervención de Bruno (Joaquim Phoenix), que no es un altruista, sino un proxeneta que busca carne fresca y que paga a las autoridades —a los agentes corruptos— para que le consiga ese material humano con el que mantener su negocio. Bruno se vale de la flaqueza y del miedo de sus víctimas, de su situación extrema y frágil. En el caso de Ewa, se vale de su amor por Magda. Es una de sus presas, y Ewa lo sabe, pero no tiene más opción que aceptar la “ayuda” del extraño, pues, aunque desconfiada, necesita un lugar y un empleo que le proporcione el dinero necesario para sacar a su hermana de la isla. Partiendo de estos dos personajes y de esta situación, James Gray realiza una película sobre la emigración, pero sobre todo una sobre el perdón, la supervivencia, la redención, la familia, el amor. Gray tiene presente que Estados Unidos es un país formado por emigrantes, que olvidan o se aprovechan de otros emigrantes que llegaron después, pero que tienen en común el sueño de construir un hogar donde poder alcanzar la felicidad. Ewa no quiere más que eso: ser feliz junto a su hermana, pero la ausencia de esta, su encierro en Ellis, la obliga a someterse a Bruno, quien la prostituye junto a otras chicas. Ella lo aborrece, consciente de que la usa, de que ambos viven de la venta de su cuerpo, pero también sabe que no lo abandonará, pues es su única esperanza en un paraíso donde descubre rechazo, corrupción, engaño, violencia y su sueño convertido en pesadilla, pero, aún así, también descubre su fortaleza, la de una superviviente que sobrevive gracias a su capacidad de amar, pues nunca pierde de vista el porqué de su entrega y de su sufrimiento, aferrada a la esperanza de volver a reunirse con hermana…



viernes, 30 de diciembre de 2022

Ad Astra (2019)


La primera opción de James Gray para protagonizar Z, la ciudad perdida (The Lost City of Z, 2016) había sido Brad Pitt, pero, debido a compromisos profesionales del actor, este solo pudo participar en aquel film como productor ejecutivo a través de su productora Plan B Entertainment, función que también ejerce en Ad Astra (2019), en la que, aparte de ser uno de los productores, ya sí asume el protagonismo. En esta intimista e introspección ciencia-ficción, Gray vuelve a hablarnos de las relaciones paterno-filiales y de la búsqueda humana. Lo hace en un viaje espacial al corazón de las tinieblas en el que concede voz interior a Roy (Brad Pitt) para que hable del vacío, del dolor, de la pérdida, de la soledad y la pequeñez del uno en el universo infinito, y de la búsqueda de respuestas para preguntas como quién soy, qué tengo, hacia dónde vamos, para qué seguir, entre otras cuestiones que no son ficción, sino que forman parte de la realidad psicológica, metafísica y emocional humana. Si tuviese que buscar y señalar algún referente cinematográfico en el que se mira Ad Astra, diría que este no se encuentra en el viaje de 2001, una odisea del espacio (2001: A Space Odyssey, Stanley Kubrick, 1968), al menos no solo, sino en los de la novela El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad, en Apocalypse Now (Francis Ford Coppola, 1979) y en la propia Z, la ciudad perdida, pero, en cualquier caso, todas las preguntas planteadas por Gray/Roy parecen conducir a una única respuesta: el amor.




lunes, 5 de diciembre de 2022

Z, la ciudad perdida (2016)


El fin de la Edad Media europea llegó cuando la conciencia humana cobró conocimiento pleno de su pequeñez, cuando los descubrimientos y el recién nacido capitalismo ampliaron su mundo al tiempo que lo empequeñecían. El humano se vio solo en un universo infinito, lo que deparó una angustia vital que solo la idea de trabajo y de la búsqueda de la inmortalidad, por medio de las conquistas, la ciencia y el arte, parecían calmar. Siglos después, cuando el humano cree que ha conquistado la naturaleza y que todo está explorado, la quietud parece volver a asentarse en la sociedad occidental, pero solo es un espejismo de una sociedad que adormece sus temores, sus dudas, su búsqueda de respuestas. No obstante, inversamente proporcional al estatismo en el orden social, algunos individuos sienten la necesidad de explorar los límites, ya no solo geográficos en cuya búsqueda se lanzan los Stanley y Livingston, Amundsen, Scott o Percy Fawcett, el protagonista de la historia que James Gray nos cuenta en este film de aventuras que se aleja del cine ruidoso y mudo que predomina en el Hollywood actual; en palabras del propio director y guionista: <<Ven las películas como mercancía y no queda lugar para el arte en Hollywood>>. (1) Todos ellos apuran su destino en busca de algo más que un territorio, aunque lo hacen adentrándose en las últimas superficies terrestres desconocidas. ¿Que buscan, en realidad? ¿La conquista de lo imposible o de lo inútil, como algunos personajes de Werner Herzog, sin ir más lejos Aguirre? ¿Qué les mueve? ¿Qué les lleva a soñar y a vivir soñando? El mayor Fawcett busca nuevas fronteras, busca completar el puzzle humano.


El explorador de Z, la ciudad perdida (The Lost City of Z, 2016) va tras el descubrimiento de una civilización perdida, en algún lugar de la cuenca del Amazonas, que ofrezca una explicación a la evolución humana que cambie y dignifique la imagen que el europeo tiene de otros pueblos —el elitismo occidental conlleva la idea de superioridad cultural y social en la que Percy no cree—; pero también es probable que busque calmar su angustia encontrando su inmortalidad en los libros de Historia y su lugar en la humanidad. Sea con sea, James Gray plantea en Z, la ciudad perdida la búsqueda  intimista, metafísica, de su protagonismo absoluto, el oficial británico interpretado por Charlie Hunnam —un oficial que primero iba a ser interpretado por Brad Pitt, uno de los productores del film, y después por Benedict Cumberbatch. Desde él, expone varios temas, entre ellos la obsesión que le guía, pero también su comprensión de la vida, el elitismo occidental y la violencia humana. Aunque parte del film se desarrolla en Reino Unido y en el frente francés de la Primera Guerra Mundial, Gray realiza una aventura madura por la Amazonia —en realidad, fue filmada en la reserva natural de Tayrona (Colombia)— en las antípodas de la desenfadada saga de Indiana Jones o Tras el corazón verde (Romancing the Stone, Robert Zemeckis, 1984), pero también desarrolla un drama en la Inglaterra de las primeras décadas del siglo XX, con la Gran Guerra de por medio y con la relación de Percy con la jerarquizada sociedad de su época —las reuniones en la Real Sociedad Geográfica lo apuntan—, con sus hombres, sobre todo la de amistad con Cosins (Robert Pattinson) y la de rechazo con James Murray (Angus Macfadyen), a quienes guía hacia el corazón de la selva, quizá también hacia el límite de lo humano, con Nina (Sienna Miller), a quien abandona durante largos periodos y deja al cuidado de los hijos y minusvalora por ser mujer cuando le dice que le acompañará, con sus hijos, sobre todo con Jack (Tom Holland), el mayor y su compañero en su tercera expedición en busca de su obsesión, quizá en busca de respuestas que sirvan para conocerse a sí mismo y a la raza humana.


(1) James Gray, en la entrevista publicada en Sofilm, número 40, abril de 2017.