sábado, 7 de mayo de 2022

Gloria Swanson. La actriz que pudo reinar


<<Si tuviera que expresar mis sentimientos diría que ni siquiera el gran Lindbergh, que acababa de aterrizar en Le Bourget, podría sentirse más feliz al divisar París de lo que yo me sentía al ver a Gloria. Estaba bellísima, deseaba abrazarla y besarla pero tuve que contenerme. Siempre me había fascinado su forma de moverse y su actitud. Jamás se vanaglorió de ser la marquesa de la Falaise. No había en ella ningún rastro de hipocresía o de falsa apariencia. Era solo Gloria, un ser maravilloso y auténtico que desbordaba afecto más allá de la pantalla; creo que el público la adoraba por eso, era una excelente actriz y una mujer admirable>> (Raoul Walsh: Each Man in His Time.)



En sus memorias, Walsh, el gran cineasta que la dirigió en La frágil voluntad (Sadie Thompson, 1927), recordaba a una persona que no se vanagloriaba de algo ajeno a su valor intrínseco. La define auténtica y maravillosa, y no duda en calificarla de excelente actriz. Gloria Swanson gozaba de autoestima y fue una mujer que se hizo a sí misma. Lo cierto es que no nació marquesa. Lo fue por vía matrimonial, en su tercer matrimonio, pero ningún título aristocrático le daría la fama, ni las satisfacciones ni los pesares, que le deparó su carrera cinematográfica. Pasó de adolescente, apenas contaba con quince años en sus orígenes profesionales, a reina de la pantalla durante la década de 1920. Pero hacia finales del periodo silente, su reinado sufrió el revés económico que significó su aventura independiente en la producción, agudizado durante la gestación de la inconclusa La reina Kelly (Queen Kelly, Erich von Stroheim, 1928). Y así, de la nada al estrellato; y de este, a su retirada en 1934 —que abandonó para protagonizar Papa se casa (Father Takes a Wife, Jack Hively, 1941)—, salió del olvido para ser el rostro que la cámara de Billy Wilder en Sunset Boulevard (1950) filma para la posteridad en un memorable instante de ensoñación, enajenación e irrealidad de cine.



<<Estábamos pensando en contratar o no a Pola Negri para la película. Entonces se nos ocurrió la idea de Gloria Swanson. Puede que fuera George Cukor el primero en sugerirla. Ya se había retirado; era sentencia de muerte, y había perdido mucho dinero en Paramount. Pero insistí en ella. Era una idea magnífica, que tenía el valor de que había sido una gran estrella del cine mudo y había hecho una película con Erich von Stroheim que se llamaba Queen Kelly (1928), que podíamos utilizar en la sala de proyecciones de su casa. Hicimos una prueba, leyó unas cuantas líneas, una Swanson furiosa que asegura que sigue siendo la mejor. Teníamos la película. Cobró el salario mínimo, 150.000 dólares menos que Holden. Y fue estupendo contar también con Stroheim.>>


Billy Wilder: Conversaciones con a Billy Wilder.



El plano final de El crepúsculo de los dioses (Sunset Boulevard, 1950) devuelve al firmamento de las estrellas cinematográficas a Norma Desmond pero al tiempo hace lo propio con Gloria Swanson, la actriz y el alma que da vida al inolvidable personaje del mítico film de Wilder. Como la propia Norma, Gloria fue grande entre las grandes del cine mudo. Fue la jovencita que firmó su primer contrato cinematográfico para entrar a trabajar en Essenay, en la sede de Chicago, donde rodando Sweedie Goes to College (1915) conoció a quien sería su primer marido, Wallace Beery. Ese mismo año, con apenas quince, pudo ser la coprotagonista de Charles Chaplin en el primer film que el británico iba a rodar para Essenay; pero su rechazo de entonces a la comedia, precipitó que finalmente solo tuviese una escena en el film Charlot cambia de oficio (His New Job, 1915). Durante su todavía reciente infancia, había cambiando de hogar varías veces —Chicago, Key West o San Juan de Puerto Rico—, debido al trabajo de su padre, y volvería a hacerlo de adolescente, cuando de nuevo abandonó su Chicago natal y se trasladó a Los Ángeles. Por entonces, en 1916, la ciudad californiana empezaba a transformarse en el centro cinematográfico mundial, gracias a films como El nacimiento de una nación (The Birth of a Nation, 1915) e Intolerancia (Intolerance, 1916), ambas rodadas por David Ward Griffith.



Con su carta de presentación para Mack Sennett, las oportunidades se reducían a comedias o a buscarse el pan fuera de la Keystone, de modo que, a su llegada a la que sería la capital del cine, la actriz aceptó protagonizar una serie de comedias de dos bobinas con Bobby Vernon de coprotagonista, la mayoría filmadas por Clarence Badger. Pero la crisis que empezaba a vivir la mítica productora —por la que pasaron la mayoría de los grandes cómicos de la era silente— acabó por convencer a la joven actriz, que decidió cambiar de aires y probar suerte en Triangle, estudio que había sido creado por el propio Sennett, por David Wark Griffith y Thomas Harper Ince. Allí pudo rodar sus primeros largometrajes, y cambiar la comedia por melodramas en los que fue dirigida por Frank Borzage, Jack Conway y Albert Parker, pero también descubrió la dificultad de ser independiente dentro de la industria cinematográfica.



Suena irónico que el género que había rechazado cuando apenas era la niña que trabajó con Chaplin, le lanzase a la fama; y que volviera a hacerlo cuando Cecil B. DeMille se fijó en ella y vio a la actriz ideal para sus comedias matrimoniales. Cuando el director, por entonces uno de los más poderosos de Hollywood, llamó a su puerta, la joven no dudó: quería trabajar a las órdenes de DeMille. Y para que eso fuera posible debía abandonar Triangle, pero la productora le impidió su salida inmediata a Famous Players-Lasky (Paramount), reteniéndola para sus producciones el tiempo que fuese posible, un tiempo que la actriz aprovechó para aprender y madurar su oficio. Entre 1919 y 1921, protagonizó seis comedias para DeMille que la convirtieron en una estrella. Pero ella quiso ser algo más. Quiso ser actriz y productora —la única forma de controlar su carrera: elegir los directores, los guiones y los personajes a interpretar— y, para lograrlo, no dudó en dar el paso adelante y dejar atrás las comodidades de Paramount, en cuyo seno, aparte de DeMille, a quien siempre consideró su mentor, había trabajado con Sam Wood en diez películas de tramas similares y con Allan Dwan en siete ocasiones, entre las que destaca Zaza (1923) —posteriormente, volvería a contar con Dwan en ¡Qué viudita! (What a Widow!, 1930), producida por su Gloria Productions. Buscó su libertad profesional en United Artists, la distribuidora independiente fundada por Chaplin, Fairbanks, Griffith y Pickford. Firmado el contrato, produjo para su productora Los amores de Sonia (Albert Parker, 1926), La frágil voluntad (Sadie Thompson, Raoul Walsh, 1927) y La reina Kelly (Queen Kelly, 1928), el film de Stroheim que quedó inconcluso y que supuso el principio del fin de la carrera de ambos, en el caso de Stroheim, le imposibilitaría dirigir. La actriz achacó el fracaso a la gestión y control de Joseph Kennedy, con quien se había asociado posiblemente por la falta de liquidez tras la mala gestión en su empresa: Los amores de Sonia resultó un fracaso en la taquilla y La frágil voluntad había sido una producción más costosa de lo esperado y puso a la actriz en una situación económica complicada.



Filmografía (largometrajes)


Society for Sale (Frank Borzage, 1918)


Her Decision (Jack Conway, 1918)


Shifting Sands (Albert Parker, 1918)


The Secret Code (Albert Parker, 1918)


A los hombres (Don’t Change Your Husband, Cecil B. DeMille, 1919)


Abnegación (For Better, for Worse, Cecil B. DeMille, 1919)


Macho y hembra (Male and Female, Cecil B. DeMille, 1919)


¿Por qué cambiar de esposa? (Why Change Your Wife?, Cecil B. DeMille, 1920)


La fuerza del querer (Something to Think About, Cecil B. DeMille, 1920)


The Great Moment (Sam Wood, 1921)


El señorito Primavera (The Affairs of Anatol, Cecil B. DeMille, 1921)


Bajo el látigo (Under the Lash, Sam Wood, 1921)


Estrategia femenina (Don’t Tell Everything, Sam Wood, 1921)


Her Husband’s Trademark (Sam Wood, 1922)


Más fuerte que su amor (Beyond the Rocks, Sam Wood, 1922)


Su jaula dorada (Her Gilded Cage, Sam Wood, 1922)


La extraña señora Bellew (The Impossible Mrs. Bellew, Sam Wood, 1922)


Un yanqui en Argentina (My American Wife, Sam Wood, 1922)


Hijas pródigas (Prodigal Daughters, Sam Wood, 1923)


La octava esposa de Barba Azul (Bluebeard’s 8th Wife, Sam Wood, 1923)


Zaza (Allan Dwan, 1923)


A Society Scandal (Allan Dwan, 1924)


Juguete del placer (Manhandled, Allan Dwan, 1924)


Su primer amor (Her Love Story, Allan Dwan, 1924)


La favorita de la legión (Wages of Virtue, Allan Dwan, 1924)


Madame Sand-Gêne (Léonce Perret, 1925)


Esclava del pasado (The Coast of Folly, Allan Dwan, 1925)


De la cocina al infierno (Stage Struck, Allan Dwan, 1925)


La dama indómita (The Untamed Lady, Frank Tutle, 1926)


Lindos modales (Fine Manners, Richard Rosson, 1926)


El amor de Sonia (The Love of Sunya, Albert Parker, 1926)


La frágil voluntad (Sadie Thompson, Raoul Walsh, 1927)


La reina Kelly (Queen Kelly, Erich von Stroheim, 1928)


La intrusa (The Trespasser, Edmund Goulding, 1929)


Qué viudita (What a Widow!, Allan Dwan, 1930)


Indiscreta (Indiscreet, Leo McCarey, 1931)


Esta noche o nunca (Tonight ir Never, Mervyn LeRoy, 1931)


De mutuo acuerdo (Perfect Understanding, Cyril Gardner, 1933)


Música en el aire (Music in the Air, Joe May, 1934)


Papá se casa (Father Takes a Wife, Jack Hively, 1941)


El crepúsculo de los dioses (Sunset Boulevard, Billy Wilder, 1950)


3 for Bedroom (Milton H. Bren, 1952)


Mi hijo Nerón (Mío figlio Nerone, Steno, 1962)


Aeropuerto 75 (Airport 1975, Jack Smight)


2 comentarios:

  1. Pese a ser una película mítica, tal vez su papel en "Sunset Boulevard" haya terminado eclipsando la verdadera dimensión de lo que en su día supuso la figura de Gloria Swanson.

    Saludos.

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    1. Creo que tienes razón. Sospecho que noventa y nueve de cada cien casos, sería la película referida por quienes les preguntasen por un film suyo. Y sospecho que más de la mitad, apenas sabría decir otro.

      Saludos.

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