El asentamiento definitivo del sonido en la industria hollywoodiense trajo consigo un retroceso respecto a la movilidad de la cámara y a la calidad alcanzadas en las producciones silentes. Dicha circunstancia vendría provocada por la incorporación de los efectos sonoros, del fondo musical y de los diálogos, los cuales exigían una reinvención del lenguaje cinematográfico, que pasaba de ser visual a contar con el audio como nuevo elemento narrativo. En un primer momento algunos cineastas se mostraron escépticos con las posibilidades que ofrecía el sonido, mientras, los responsables de las productoras no tenían demasiado claro cómo enfocar el avance técnico. Algunas estrellas y algunos realizadores del mudo no supieron, no pudieron o no les dejaron adaptarse, lo que supuso el final de sus carreras y un cambio radical en los estudios cinematográficos. Como consecuencia, las majors vieron prioritario contratar a escritores, directores, técnicos, actores y actrices que estuviesen capacitados para afrontar las exigencias del adelanto. Aunque serían los pioneros como Cecil B. DeMille, Ernst Lubitsch, Frank Borzage, John Ford, King Vidor o Raoul Walsh quienes finalmente sacaron adelante la situación, la lógica empresarial señalaba que una posible solución pasaba por acudir al medio escénico y hacerse con los servicios de aquellos profesionales del teatro dispuestos a desembarcar en Hollywood, donde la paga y el clima eran mejores. Y eso hicieron, contrataron a gente como George Cukor, que había sido director escénico en Rochester y en Broadway, aunque su carrera teatral no había llegado a despuntar. Sin formación cinematográfica y ajeno al lenguaje de las películas, en 1929 firmó su primer contrato y se trasladó a California para trabajar como director de diálogos. Allí colaboró con Richard Wallace en River of Romance y con Lewis Milestone en Sin novedad en el frente, antes de debutar en la realización con Grumpy (1930). A partir de entonces su caché no hizo más que aumentar hasta convertirse en el realizador mejor pagado de MGM, pero su carrera estuvo marcada por constantes altibajos, quizá como consecuencia de su condición de asalariado poco independiente, que asumía aquellos proyectos que le entregaban aunque estos no fueran de su interés o, como en el caso de Una hora contigo, su contribución no fuera reconocida. Pero su profesionalidad y su sobrado talento para dirigir actores y actrices quedaron demostrados desde sus inicios, cuando nada sabía del medio cinematográfico y no le importaba delegar los aspectos técnicos de sus películas en los operadores o en los montadores que trabajaban para él. Sus primeros años en Hollywood estuvieron marcados por su relación profesional con David O. Selznick e Irving Thalberg, el niño prodigio de la productora dirigida por aquel entonces por Louis B. Mayer. Pero la muerte prematura de Thalberg, para quien había realizado Romeo y Julieta y Margarita Gautier, significó una pérdida irreemplazable para el estudio que había encumbrado y el inicio del fin de una época. Con su desaparición también desaparecía alguien capaz de compaginar el talento de los cineastas, el arte de las películas y el lucrativo negocio que estas significaban y significan. Su fallecimiento afectó a la posición de Cukor en el estudio, pero al realizador aún le quedaba su relación con Selznick, otro productor-creador a quien le unía una amistad que aquel creyó suficiente para que el cineasta formase parte de su productora independiente, Selznick International Pictures. Cukor se resistió a abandonar la MGM, aunque, después de varios desplantes a distintas propuestas de su amigo, aceptó hacerse cargo de la adaptación a la gran pantalla de Lo que el viento se llevó (Gone to the Wind; Margaret Mitchell, 1937), cuyos derechos cinematográficos habían sido adquiridos por Selznick. Durante meses el cineasta se dedicó a realizar pruebas a diferentes actrices en busca de la nueva estrella que el productor había anunciado a bombo y platillo, sin embargo el tiempo pasaba, el guión se desarrollaba y la actriz idónea se resistía a aparecer. Por otra parte, completado el primer libreto, que sería cambiado una y otra vez, Selznick empezó a dudar de la viabilidad del proyecto con su amigo al mando, dudas que provocaron el distanciamiento entre ambos, sobre todo tras la negativa de Clark Gable a ser dirigido por alguien a quien rechazaba debido a su homofobia y a su temor a perder protagonismo respecto a las actrices que participarían en la superproducción. Como consecuencia, Cukor fue sustituido por Victor Fleming (y por otros directores que no aparecieron en los créditos), aunque apenas tuvo tiempo para lamentos, ya que la MGM le encargó la filmación de Mujeres, película que reunía a un excepcional elenco femenino que no pudo evitar la irregularidad de su puesta en escena.
Pero si en 1939 el éxito de Lo que el viento se llevó eclipsó al resto de títulos estrenados ese año, en 1940 una de las grandes triunfadoras de la temporada fue Historias de Filadelfia, de modo que Cukor pudo saborear parte de la gloria que le había sido negada un año antes. La comedia de Philip Barry, a quien el director ya había adaptado en Vivir para gozar, fue guionizada por Donald Odgen Stewart, amigo del autor y guionista fundamental durante esta etapa de la carrera del realizador. Pero la impulsora de Historias de Filadelfia fue Katharine Hepburn, con quien Cukor había coincidido por primera vez en 1932, durante el rodaje de Doble sacrificio. El cineasta ofreció una elegante y divertida comedia sobre una mujer inspirada en la actriz a quien le unió una relación de amistad que duró hasta su fallecimiento en 1983. A lo largo de medio siglo de relación la dirigió en diez ocasiones (dos para televisión), entre ellas La costilla de Adán, La gran aventura de Silvia o Vivir para gozar. De tal manera se puede decir que Hepburn fue su imagen femenina, como Spencer Tracy fue la masculina a la hora de darle réplica. Aparte de la mítica pareja, Cukor mantuvo relaciones profesionales y de amistad con Tallulah Bankead, Ethel Barrymore, Vivian Leigh o Greta Garbo, quizá por ello y por su capacidad de dirigirlas con evidente acierto fue considerado un director de actrices, etiqueta que llevaría durante toda su carrera a pesar de haber sacado lo mejor de actores como Cary Grant, James Stewart, Ronald Colman o Rex Harrison. Pero la relación profesional más importante de Cukor no fue ni con actores ni con actrices, sino con el matrimonio formado por Garson Kanin y Ruth Gordon a partir de Doble vida. Esta colaboración creativa le brindó la oportunidad de evolucionar su cine, que adquirió mayor modernidad y realismo en detrimento de la narrativa fría y teatral que había desarrollado con anterioridad. Cukor filmó siete guiones originales de Gordon y Kanin, pero, tras la conclusión de su asociación, la carrera del cineasta se resintió, quizá debido a los nuevos tiempos (el Hollywood que conocía estaba desapareciendo), a las malas elecciones de proyectos, a las imposiciones de los productores y a las intervenciones en los montajes de sus películas, como sucedió en Ha nacido una estrella, un drama musical que ofrecía un nuevo enfoque al género, pero que sufrió cortes y cambios no deseados por el realizador. Los años que siguieron fueron testigos de las despedidas de los cineasta de la vieja escuela: Cecil B. DeMille, King Vidor, Allan Dwan, Raoul Walsh, John Ford, Howard Hawks o William Wyler realizaban su última película entre 1956 y 1970, pero Cukor, más joven que ellos, continuó trabajando hasta 1981, aunque sus producciones no alcanzaron el nivel de aquellas protagonizadas por Katharine Hepburn o el de las escritas por los Kanin. Aún así, en 1964 obtuvo el reconocimiento de la Academia con el Oscar a la mejor dirección por la irregular y forzada My Fair Lady, un musical que pretendía revivir el esplendor de un Hollywood del cual solo quedaba el recuerdo y las imágenes de los films que lo encumbraron.
Filmografía como director
Grumpy (1930)
The Virtuous Sin (1930)
The Royal Family of Broadway (1930)
Honor mancillado (Tarnished Lady, 1931)
Girls About Town (1931)
Hollywood al desnudo (What Price Hollywood, 1932)
Doble sacrificio (A Bill of Divorcement, 1932)
Tentación (Rockabye, 1932)
Our Betters (1932)
Las cuatro hermanitas (Little Women, 1933)
David Copperfield (1933)
La gran aventura de Silvia (Sylvia Scarlett, 1935)
Romeo y Julieta (Romeo and Juliet, 1936)
Margarita Gautier (Camille, 1936)
Zaza (1938)
Mujeres (Woman, 1939)
Susana y Dios (Susan and God, 1940)
Un rostro de mujer (A Woman Face, 1941)
La mujer de las dos caras (Two-Faced Woman, 1941)
Her Cardboard Lover (1942)
Cita en los cielos (Winged Victory, 1942)
Edward, mi hijo (Edward, My Son, 1948)
A Life of Her Own (1950)
The Model and the Marriage Broker (1951)
Chica para matrimonio (The Marrying Kind, 1952)
La impetuosa (Pat and Mike, 1952)
La actriz (The Actress, 1953)
La rubia fenómeno (It Should Happen to You, 1954)
Cruce de destinos (Bhowani Junction, 1956)
Las Girls (Les Girls, 1957)
Viento salvaje (Wild is the Wind, 1957)
El pistolero de Cheyenne (Heller in Pink Tights, 1960)
El multimillonario (Let's Make Love, 1960)
Confidencias de mujer (The Chapman Report, 1962)
Justine (1969)
Viajes con mi tía (Travels with My Aunt, 1972)
Amor sobre las ruinas (Love Among the Ruins, 1975)
El pájaro azul (The Blue Bird, 1976)
El trigo está verde (The Corn is Green, 1979)
Ricas y famosas (Rich and Famous, 1981)
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