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martes, 13 de septiembre de 2022

El señor de los anillos: las dos torres (2002)


Admirar heroicidades, simplificar comportamientos, a menudo reduciéndolos a la dualidad bien y mal, apelar a la lucha, a la épica y a la magia, vivir en mundos de fantasía, sufrir el destino de los héroes y de las heroínas, es atrayente o suele atraer porque la suma de lo dicho invita a escapar de los límites de la realidad y, por un instante, a olvidar las limitaciones propias; esas que tanto nos negamos a ver y a reconocer, como si se tratase de algo negativo o de algo que avergonzarse. Los mundos irreales que se proyectan en las pantallas o se describen en las líneas novelísticas, invitan a instantes viajeros que reavivan el yo infantil —que no tiene que ir acompañado de infantilismo— y lo liberan alegre y osado para que se una a aventuras que escapan a las “leyes” de la cotidianidad mundana. Ahí, en ese espacio de ilusión entre lo onírico, lo imposible y lo mágico, romper con la realidad o transformarla en otra historia es necesario para caminar el imaginario en el que construimos espacios sin más límites físicos que los que llevamos a él. En tales terrenos plantamos semillas de fantasía que brotarán para dar su fruto: el instante o el sueño de un instante que aflora de la imaginación individual y de la popular llena de peligros y de superaciones, de retos y de luchas, de espacios que mezclan los conocidos de la realidad para dar nuevas llanuras, ciudades, ríos, mares, bosques, páramos. Sin olvidar lo más importante: idear a los héroes que los transitan, los cuales, aun en la derrota, salen victoriosos, pues ¿quién puede restar a Héctor, a Ayante, a Arturo o a don Quijote el ser dignos de los mayores elogios? Esta es la impresión que generan las mejores fantasías literarias, sean las homéricas La iliada y La odisea, las más juveniles y duales El señor de los anillos de Tolkien y la adaptación cinematográfica de Peter Jackson, o La historia interminableMomo, de apariencia más infantil, aunque la segunda encierra una reflexión más compleja que muchas fantasías que se hacen pasar por adultas. Pero el sueño propuesto por unos u otros gusta porque comprendemos que no está a nuestro alcance, que nunca sufriremos o disfrutaremos derrotas y victorias épicas, salvo ahí, en la fantasía donde pueden existir y donde vamos a buscarlos, por ejemplo a esa Tierra Media por donde deambulan los héroes de Tolkien. A la conclusión de El señor de los anillos: la Comunidad del anillo (The Lord of the Rings: The Fellowship of the Ring, 2001) se produce la separación de la compañía, lo cual implica que en El señor de los anillos: Las dos torres (The Lord of the Rings: The Two Towers, 2002) los espacios se multipliquen (Rohan, Mordor y Fangor) y el tiempo narrativo, aunque uno, se vive distinto según cual sea la aventura que se desarrolle, aunque todas ellas —la de Frodo y Sam, la de Merry y Pippin, y la de Aragorn, Légolas y Gimli— persiguen un mismo fin: vencer al mal que se “dualiza” en Saruman y Sauron. Más bélica y épica que su precedente, Las dos torres desata el enfrentamiento entre hombres y orcos, o lo que vendría a ser lo mismo: entre el bien y el mal ya apuntado en la primera entrega. Pero más que el enfrentamiento, lo que prima es la responsabilidad asumida por los miembros de la compañía del anillo, conscientes del deber contraído y de la importancia de seguir adelante, a pesar de la desesperanza creciente. Es ahí, en el superar las dificultades que se presentan en el largo camino, donde existe la aventura; y la heroicidad reside en la capacidad de continuar sufriendo y avanzando hacia el monte del Destino, hacia Isengard o hacia las tierras de Gondor. Los héroes de ficción son los elegidos, los que deben frenar la oscuridad que avanza; y nosotros, entre la realidad en la que existimos y la fantasía que aceptamos, somos testigos de su entrega y también de que, a medida que las fuerzas del mal muestran su poder, se acentúa el pesimismo de los héroes que comprenden que Sauron y Saruman (Christopher Lee) han unido fuerzas con el fin de destruir a la raza humana y conseguir el control de la Tierra Media, pero no por ello se rinden, quizá porque en la fantasía no haya espacio para humanos corrientes como nosotros.



domingo, 21 de abril de 2013

El señor de los anillos:la comunidad del anillo (2001)


Cuentan que un hobbit no busca más que la tranquilidad de saber que nada pasa, mientras disfruta de la compañía de sus amigos, bebiendo, comiendo o fumando. Para un mediano los acontecimientos que se producen fuera de la Comarca carecen de importancia, pues ninguno de ellos destaca por aventurarse más allá de los límites de su amado y apacible hogar. Solo uno, Bilbo Bolsón (
Ian Holm), osó realizar un viaje que le reportó numerosas aventuras y un recuerdo mágico, fuente de los males que asolan a la Tierra Media. Pero esta no es la historia de Bilbo, sino la de Frodo (Elijah Wood), pues este otro hobbit, acogido por el dueño de Bolsón Cerrado, se convierte tras la aparición de Gandalf (Ian McKellen) en el nuevo depositario de la alianza, que resulta ser el Anillo Único. Ante tal hallazgo, el mediano se muestra despreocupado y convencido de que todo saldrá bien, pues aún no se ha percatado de los peligros que encierra la tarea que le encomienda el mago gris. Así pues, arropado por sus amigos: Sam (Sean Astin), Pippin (Billy Boyd) y Merry (Dominic Monaghan), Frodo parte hacia la aldea de Bree, donde espera reunirse de nuevo con Gandalf, sin embargo, antes de llegar, los cuatro compañeros comprueban el terror al que se enfrentan, perseguidos por los espectros al servicio del señor oscuro, que amenaza con volver a levantarse tras haber sido derrotado al final de la Segunda Edad por un ejército de elfos y hombres. A pesar de ser vencido, el poder de Sauron permaneció intacto en ese aro dorado que Isildur, el rey de Góndor, fue incapaz de arrojar a las llamas del Monte del Destino donde fue forjado; y de ese modo, la amenaza permaneció latente hasta el momento en el que los medianos parten de la Comarca y se encuentran inesperadamente con un montaraz del norte (Viggo Mortensen), con quien prosiguen su viaje hacia el hogar de Elrond (Hugo Weaving), el medio elfo.


Más o menos, así inicia 
Peter Jackson la adaptación de la novela más famosa de J. R. R. Tolkien, de la que se dijo que nunca podría ser adaptada a la gran pantalla debido a su extensión, al gran número de personajes, situaciones o paisajes. Unos veintidós años antes del acierto de JacksonRalph Bakshi realizó un primer intento por contradecir aquella negación; no obstante, en su film de animación se simplificó al máximo los hechos narrados en el primer volumen de El señor de los anillos (La comunidad del anillo), y no sería hasta los albores del siglo XXI cuando Peter Jackson y un equipo de unas dos mil personas se embarcaron en una filmación que duraría alrededor de quince meses, y con un coste cercano a los trescientos millones de dólares. El espíritu del original literario fluye por El señor de los anillos: la comunidad del anillo, la primera de las tres entregas en las que se dividió el proyecto que demostró que sí era posible llevar a cabo una empresa de semejante envergadura, que bien pudo caer en el olvido. Los hermanos Weinstein, jefes por aquel entonces de Miramax Films (la productora que tenía los derechos cinematográficos de la novela), dieron una especie de ultimátum a Jackson para que consiguiese la financiación restante o en caso contrario se realizaría un único largometraje, en el que se condensaría toda la historia, lo que habría sido un grave error tanto artístico como económico, vistos los resultados. Así pues no fue hasta el último momento cuando se dio luz verde a la realización de la visión que el director y guionista neozelandés tenía de la historia de Tolkien. Por fortuna, el dinero llegó de la mano de New Line Cinema, una pequeña compañía que se jugó el tipo apostando por un rodaje que finalmente se puso en marcha tal y como había previsto su realizador; todo lo demás es historia, incluso la participación a última hora de Viggo Mortensen, que llegó a Nueva Zelanda para sustituir al actor que iba a dar vida a Aragorn  (se hace difícil pensar en otro interpretando el papel del montaraz que se descubre como el heredero al trono de Isildur). La trilogía de Peter Jackson, estrenada en años consecutivos por cuestión de metraje y de comercialización, se convirtió en uno de los fenómenos cinematográficos más importantes de la primera década del siglo XXI, logrando la aceptación de los seguidores de la novela y de aquellos espectadores que descubrieron a los hobbits a través de esta aventura épica, donde se citan enanos, elfos, humanos, orcos o medianos, que se ganó un lugar en la historia del cine.

domingo, 14 de abril de 2013

El Hobbit: un viaje inesperado (2012)


Después de los contratiempos que retrasaron el rodaje de la anunciada adaptación de El Hobbit, que precede en el tiempo a los hechos narrados en El señor de los anillos, se materializó su rodaje, pero sin el director que en un principio iba a filmarla. Tras la salida de Guillermo del Toro, que aparece como co-guionista en los títulos de crédito, Peter Jackson decidió asumir las labores de dirección, como había hecho en su anterior aventura en La Tierra Media, y al igual que en aquella ocasión optó por dividir la historia en tres partes, a pesar de que la fuente literaria en la que se basa el film posee una extensión y densidad menor que los tres volúmenes que componen la obra más famosa de Tolkien. La aventura del joven Bilbo Bolsón (Martin Freeman) se presenta desde los recuerdos del viejo Bilbo (Ian Holm), el mismo día en el que su sobrino Frodo (Elijah Wood) sale al encuentro de Gandalf (Ian McKellen), artificio que enlaza directamente con El señor de los anillos: la comunidad del anillo (2001). Poco antes de que se inicie la fiesta de cumpleaños del anciano hobbit, se le descubre recordando los hechos acontecidos sesenta años atrás, cuando se vio sorprendido por la masiva concentración de enanos que rompió su tranquila monotonía. El grupo de bulliciosos invitados, tras darse un homenaje como mandan los cánones, le proponen un negocio que no convence a un mediano reticente a firmar el contrato que le convertiría en el catorceavo miembro de la compañía de Thorin Escudo de Roble (Richard Armitage); algo lógico por otra parte si se tiene en cuenta que a un hobbit no le resulta sencillo abandonar la paz y la comodidad de su confortable agujero, y menos aún si tiene que hacerlo para embarcarse en un viaje repleto de imprevistos, incomodidades y sorpresas. Sin embargo, la sangre Tuk que corre por las venas de Bilbo se impone a la sensatez de su parte Bolsón, y decide unirse a la cruzada de los enanos para recuperar Erebor, antaño su majestuoso hogar, pero en ese momento del relato dominado por el gigantesco dragón que les condenó al exilio. Como no podía ser de otra manera existe un responsable directo para que el pequeño se encuentre metido en semejante lío, así se descubre a Gandalf el gris, convertido en el guía de la compañía, aunque consciente de que esta no es su aventura, sino la de Bilbo, Thorin y compañía. La historia de El hobbit: un viaje inesperado (An Unexpected Journey) se muestra similar a la expuesta en El señor de los anillos: La comunidad del anillo, pues presenta el inicio de la experiencia por la que pasa un mediano que sufre lejos de su casa, obligado a demostrar su valía, que supera con creces su escasa talla, al enfrentarse a los peligros que surgen en su deambular por la Tierra Media. Para poder llevar a cabo la trilogía los guionistas añadieron situaciones que no aparecen en la novela; de ese modo se percibe la presencia del señor oscuro, aunque el enemigo de este inocente hobbit no es el amo de Mordor, a quien se alude durante el concilio en Rivendel, sino el temible Smaug. Otro de los aspectos que se introduce en el film sería la parte en la que Radagast el pardo (Sylvester McCoy) descubre y advierte a Gandalf de la presencia de un nigromante que puede invocar a los espíritus de los muertos. Estas decisiones de aumentar el contenido resultan acertadas para poder llevar a cabo un largometraje de más de dos horas y media de duración, en el que se toma la licencia cinematográfica de incluir un prólogo, que explica la caída del rey bajo la montaña, la presencia de Radagast, la persecución del implcable Azog o el concilio blanco en Rivendel, donde se citan Saruman (Christopher Lee), Galadriel (Cate Blanchett) o Elrond (Hugo Weaving), quien descubre las runas lunares que se ocultan en el mapa que Thorin le entrega muy a su pesar. Después del paso de los enanos por el hogar de los elfos, el viaje continúa por las Montañas Nubladas, lugar que para bien o para mal marcará la historia de la Tierra Media, ya que en su interior, perdido y asustado, Bilbo se encuentra con el anillo mágico que emplea para escapar de las garras de los trasgos y de Gollum (Andy Serkis).

jueves, 28 de marzo de 2013

Las aventuras de Tintín: el secreto del Unicornio (2011)


Tíntín es uno de esos personajes de viñeta que ha formado parte de la infancia y temprana adolescencia de millones de jóvenes de distintas nacionalidades, que han disfrutado o no con las aventuras de este intrépido, y algo listillo, reportero creado por el belga Georges Remi "Hergé" para un suplemento publicado en 1929. Un año después, en 1930, se editaría el primer álbum de los veinticuatro que componen el legado del autor original, y que han convertido al personaje en un icono del cómic. En los años ochenta Steven Spielberg adquirió los derechos cinematográficos, aunque previamente las aventuras de Tintín se habían adaptado a la televisión y al cine, en imagen real y en animación en 2D, pero dichas versiones carecieron del espectacular despliegue de medios con los que contó el realizador de Salvar al soldado Ryan. Casi tres décadas después Steven Spielberg y Peter Jackson, productor del film e hipotético director de una segunda aventura, unieron fuerzas para ofrecer una perspectiva del personaje que da un paso más hacia la ruptura de las barreras que separan la imagen animada de la real. Para ofrecer este espectáculo visual se emplearon las últimas novedades tecnológicas y un sistema de captura de movimiento similar (aunque más avanzado) al experimentado por Robert Zemeckis en Polar Express (2002), Beouwlf (2007) y Cuento de navidad (2009) o, en menor medida, al desarrollado por el propio Peter Jackson en el Gollum de El señor de los anillos y en su versión de King Kong. Quizá esa tecnología, al servicio del entretenimiento, sea lo más destacado del film, pues los avances empleados posibilitan momentos tan logrados como la fuga del barco donde se conocen Tintín y Haddock o el recuerdo que nace en la mente de este cuando, sin una gota de whisky en el cuerpo, revive la maldición invocada por Rackham "el rojo". En la serie original, Haddock no aparecería hasta la novena aventura, El cangrejo de las pinzas de oro, uno de los cómics que sirvieron a Spielberg para dar forma a esta primera película de una supuesta trilogía, aunque la mayor parte del guión se basó en El secreto del UnicornioEn Las aventuras de Tintín: el secreto del Unicornio (The Adventures of Tintin:The Secret of Unicorn) se mezclan aventura, acción y humor desde una perspectiva más cercana a la saga Indiana Jones que a los planteados sobre el papel, aunque en ningún momento el reportero alcanza el cínico atractivo del personaje interpretado por Harrison Ford. Así pues, como aquel, el periodista se embarca en una aventura que le lleva a recorrer parte del globo, en busca de un tesoro que se oculta en algún lugar que señalan los fragmentos escondidos en el interior de las tres réplicas a escala de El Unicornio, una de las cuales, por decisiones inexplicables del destino, ha ido a parar a las manos de Tintín y a las pezuñas de su fiel Milú. De ese modo, perro y humano se sumergen en la intriga que les pone en contacto con un viejo lobo de mar que no tarda en convertirse en el más gruñón y borrachín de la familia.Y aunque las andanzas del famoso reportero y del inestable capitán Haddock no aporten nada nuevo al género de aventuras, tampoco se puede decir que el conjunto de los cómics desborden una originalidad asombrosa, no hay nada reprochable en la elección de Spielberg de dejar que sea la acción, trepidante y entretenida, la que domine en un film divertido que no plantea otro dilema que el de saber si Milú es el más inteligente de los héroes o lo es su fiel Tintín.

lunes, 25 de julio de 2011

El señor de los anillos (2001-2003)


Realizar una adaptación cinematográfica no resulta una tarea sencilla, y menos aún si la novela en la que se basa posee numerosos personajes, situaciones, lugares y una extensión que necesitaría muchas horas de metraje para aproximarse con un mínimo de respeto al título original. ¿Qué eliminar? ¿Qué cambiar? ¿Cómo construir un mundo ideado en una mente que ya ha dado imagen a sus paisajes y a sus habitantes? Estas y otras muchas preguntas se amontonarían en la cabeza de Peter Jackson cuando tomó la decisión de llevar a cabo una de las adaptaciones catalogadas como imposibles. El señor de los anillos de Peter Jackson no es El señor de los anillos de J. R. R. Tolkien, pero, ¿para qué tendría que ser igual si ya existía el original literario? Partiendo de la premisa de que no podría ser una fiel filmación de la obra narrativa, se puede decir que Peter Jackson salió airoso tras la realización del magno y complicado proyecto que le llevó a recrear La Tierra Media. El reconocimiento a su labor llegó con una multitud de premios, concedidos a la última entrega de una trilogía que no lo es, puesto que en realidad se trata de una sola película que por razones de tiempo, distribución y monetarias se dividió en los tres diferentes títulos que hacen referencia a las partes de la novela de Tolkien. La comunidad del anilloLas dos torres y El retorno del rey forman una de las trilogías más famosas de la historia, más de diez horas de película en las que se presentan a unos personajes, tan famosos como cualquier estrella mediática, que deben combatir el mal liderado por Sauron. La épica, la fantasía y la emoción forman parte de cada una de las tres entregas que avanzan por una Tierra Media que se presenta de manera espléndida, gracias a la excelente fotografía de Andrew Lesnie, al diseño de producción de Grant Major y a la soberbia banda sonora a cargo de Howard Shore, compositor que acertó de pleno al encontrar unos temas que se ajustan a la perfección a las diferentes fases y facciones que se presentan a lo largo de la odisea que conduce a Frodo (Elijah Wood), Sam (Sean Astin), Gandalf (Ian McKellen), Aragorn (Viggo Mortensen) y demás compañeros por diferentes caminos de un basto territorio, donde se enfrentarán a ellos mismos y a numerosos peligros que amenazan al mundo de los hombres. En las tres producciones se aprecian cambios considerables con respecto al original literario, se acortaron situaciones, incluso eliminado, asimismo, algunas frases, momentos o fragmentos sufrieron cambios cronológicos, del mismo modo que desaparecieron personajes o se recortó-aumentó su importancia, sin embargo, no son fallos, son aspectos que exige una adaptación cinematográfica; conscientes de ello, el director y las guionistas, Fran Walsh y Philippa Boyens, estudiaron hasta el último detalle para guardar la mayor fidelidad a la rica e imaginativa obra de Tolkien, pero convirtiéndola en una aventura cinematográfica que no decepcionase ni a profanos ni a seguidores de la saga del anillo.