La vida de un superhéroe ya resulta complicada de por sí, para que llegue alguien y le obligue a dejar de ejercer como tal. ¿A qué podría dedicarse sino a salvar al mundo? ¿A trabajar en una oficina olvidando su talento natural? Bob Parr se siente perdido, añora su gloria pasada, cuando era admirado por su buen hacer y su cuerpo musculoso, que en el presente se encuentra rodeado de flotadores y michelines. Su caída en el olvido se produjo cuando aquellos que le habían aclamado como el héroe favorito del país le abuchearon y le condenaron a un retiro forzoso y gris, pero no sólo a él, sino también Helen Parr, alter ego de Elestigirl, o a Frozen, ese colega que siempre se encuentra ahí para echar una mano (aunque esté un poco fría). Todos los superhéroes se vieron obligados a guardar sus supertrajes y a ocultar su condición natural, asumiendo papeles para los que no estaban preparados; pero ya hace quince años de aquel día fatídico en el que Mr. Increíble salvó la vida de un suicida que, agradecido, le denunció por no dejarle ejerce su libertad. En la actualidad no hay héroes, al menos no colaborando con la justicia, aunque alguno sí lo haga en secreto los martes por la noche, el día de la partida de bolos. Aunque no se dejen ver, ahí están, dentro de una sociedad que desconoce sus identidades y sus superpoderes, una sociedad que les ha olvidado porque ya no les necesita, ¿y si volviese a necesitarles?. Bob ha engordado y las caderas de Elastigirl han ganado en anchura, ahora son padres de una niña y dos niños, de los cuales, los mayores, no se encuentran satisfechos con sus vidas, conscientes de que poseen aptitudes especiales que les hacen diferentes a los demás niños. Violet es una adolescente con problemas de adolescentes, tímida e insegura, que se esconde tras esa oscura melena que oculta sus facciones y anuncia que uno de sus poderes es la invisibilidad. Dash tiene un problema de niño, ya que aún no ha empezado a sentir la preocupación de Viotet, pero no por ello tiene menor importancia, pues para el pequeño Dash resulta aburrido no poder participar en las actividades deportivas, en las que arrasaría gracias a una supervelocidad que dejaría a todos boquiabiertos; sin embargo, debe ocultar sus aptitudes y asumir que éstas son un impedimento social. Los increíbles (The incredibles) (primer film de Pixar protagonizado enteramente por personajes humanos) ofrece varias lecturas según la edad, las inquietudes o del enfoque del espectador, ya que resulta divertida y espectacular y al mismo tiempo profundiza en el problema común de esta peculiar familia, que no se siente plena porque sus miembros no pueden mostrarse como son, lo cual genera inquietudes individuales, sobretodo en Bob, el cabeza de familia, y a quien más afecta la negación de su otro yo. Bob se encuentra dominado por la apatía de una rutina que le hunde, pero que acepta para proteger a su familia, no obstante ha llegado al límite y su deseo por experimentar de nuevo la emocionante sensación de salvaguardar al mundo le convence para aceptar la propuesta de Mirage, cuando ésta contacta con él y le comunica que el gobierno quiere que trabaje para ellos. Sin saberlo, Bob se sumerge en una aventura que pondrá en peligro a toda la familia Parr (bebé incluido), pero que le permitirá volver a ser quien es, y con él el resto de su prole, que vivirá una experiencia que les unirá más que nunca, porque aceptan quienes son y lo que son, aunque eso implique un poco de diversión y riesgo.
martes, 31 de julio de 2012
Los Increíbles (2004)
La vida de un superhéroe ya resulta complicada de por sí, para que llegue alguien y le obligue a dejar de ejercer como tal. ¿A qué podría dedicarse sino a salvar al mundo? ¿A trabajar en una oficina olvidando su talento natural? Bob Parr se siente perdido, añora su gloria pasada, cuando era admirado por su buen hacer y su cuerpo musculoso, que en el presente se encuentra rodeado de flotadores y michelines. Su caída en el olvido se produjo cuando aquellos que le habían aclamado como el héroe favorito del país le abuchearon y le condenaron a un retiro forzoso y gris, pero no sólo a él, sino también Helen Parr, alter ego de Elestigirl, o a Frozen, ese colega que siempre se encuentra ahí para echar una mano (aunque esté un poco fría). Todos los superhéroes se vieron obligados a guardar sus supertrajes y a ocultar su condición natural, asumiendo papeles para los que no estaban preparados; pero ya hace quince años de aquel día fatídico en el que Mr. Increíble salvó la vida de un suicida que, agradecido, le denunció por no dejarle ejerce su libertad. En la actualidad no hay héroes, al menos no colaborando con la justicia, aunque alguno sí lo haga en secreto los martes por la noche, el día de la partida de bolos. Aunque no se dejen ver, ahí están, dentro de una sociedad que desconoce sus identidades y sus superpoderes, una sociedad que les ha olvidado porque ya no les necesita, ¿y si volviese a necesitarles?. Bob ha engordado y las caderas de Elastigirl han ganado en anchura, ahora son padres de una niña y dos niños, de los cuales, los mayores, no se encuentran satisfechos con sus vidas, conscientes de que poseen aptitudes especiales que les hacen diferentes a los demás niños. Violet es una adolescente con problemas de adolescentes, tímida e insegura, que se esconde tras esa oscura melena que oculta sus facciones y anuncia que uno de sus poderes es la invisibilidad. Dash tiene un problema de niño, ya que aún no ha empezado a sentir la preocupación de Viotet, pero no por ello tiene menor importancia, pues para el pequeño Dash resulta aburrido no poder participar en las actividades deportivas, en las que arrasaría gracias a una supervelocidad que dejaría a todos boquiabiertos; sin embargo, debe ocultar sus aptitudes y asumir que éstas son un impedimento social. Los increíbles (The incredibles) (primer film de Pixar protagonizado enteramente por personajes humanos) ofrece varias lecturas según la edad, las inquietudes o del enfoque del espectador, ya que resulta divertida y espectacular y al mismo tiempo profundiza en el problema común de esta peculiar familia, que no se siente plena porque sus miembros no pueden mostrarse como son, lo cual genera inquietudes individuales, sobretodo en Bob, el cabeza de familia, y a quien más afecta la negación de su otro yo. Bob se encuentra dominado por la apatía de una rutina que le hunde, pero que acepta para proteger a su familia, no obstante ha llegado al límite y su deseo por experimentar de nuevo la emocionante sensación de salvaguardar al mundo le convence para aceptar la propuesta de Mirage, cuando ésta contacta con él y le comunica que el gobierno quiere que trabaje para ellos. Sin saberlo, Bob se sumerge en una aventura que pondrá en peligro a toda la familia Parr (bebé incluido), pero que le permitirá volver a ser quien es, y con él el resto de su prole, que vivirá una experiencia que les unirá más que nunca, porque aceptan quienes son y lo que son, aunque eso implique un poco de diversión y riesgo.
Donde habita el peligro (1950)
lunes, 30 de julio de 2012
La vida de Brian (1979)
En este curso de Historia Universal, solo los más despistados ignoran quiénes o qué fue Monty Python, el resto sabe la lección u oculta los apuntes en los que se lee que fue un grupo de humoristas formado por cinco británicos y un estadounidense. En letra más pequeña aparece que la troupe alcanzó un enorme éxito en Gran Bretaña con el show televisivo Monty Python's Flying Circus (1969-1974), un programa compuesto de memorables sketches que ya anunciaba el humor que posteriormente dominaría en sus incursiones cinematográficas en varias películas que no dejaron indiferente, sobre todo La vida de Brian (Life of Brian, 1979), divertida y ácida sátira que alcanza cotas de irreverencia suma. Criticada por algunos, alabada por otros, la película narra la historia de Brian Cohen (Graham Chapman), un joven judío a quien sus contemporáneos confunden con el mesías mientras el humor rige su destino y su deambular por un Jerusalén bajo dominio romano. Como testigo y víctima de excepción de oradores callejeros, vendedores, ex-leprosos, conquistadores y rebeldes oprimidos, pero con alcantarillado y acueductos, Brian experimenta en primera persona los acontecimientos que cambiaron la Historia reescrita por los Monty Python, desde las lapidaciones, por aquel entonces prohibidas a las mujeres —que acuden al espectáculo ocultando su sexo bajo las barbas postizas que también se venden en el puesto de piedras y gravilla—, hasta ser juzgado por el gobernador romano Poncio Pilatos (Michael Palin). Estos y otros hechos se encuentran documentados en el desternillante estudio realizado en 1979 por el grupo de historiadores, genios del humor delirante e hilarante, quizás también absurdo, pero no por absurdo carente de ingenio y lógica aplastante.
El héroe del río (1928)
William Canfield, Jr. (Buster Keaton) es un joven educado en Boston, de costumbres refinadas que chocan con las del pueblo al que llega para visitar a su padre, a quien no ha visto desde que era niño, y por lo que se puede apreciar cuando baja del tren tampoco le ve en esa estación donde se encuentra perdido (y donde todos los pasajeros que se han apeado lucen la flor que tendría que servir para que su padre le reconociese). El héroe del río expone el humor más característico de las películas del carismático cómico y el típico e inevitable romance, que se sabe posible a pesar de los impedimentos a los que se enfrenta el torpe William, aunque en realidad no es tan torpe como parece, como tampoco lo son sus personajes de El maquinista de la general o El navegante (The Navigator, 1924), quienes al igual que Steamboat Bill, Jr. deben superar las condiciones adversas para alcanzar el reconocimiento y el amor.
El señor King (Tom McGuire) y William "Steamboat Bill" Canfield (Ernest Torrence) mantienen un disputa por culpa del transporte fluvial, ambos tienen una embarcación, pero mientras la de King es moderna y segura, la de Steamboat es decrépita, y amenaza con hundirse en cualquier momento. Cuando William Canfield, Jr. llega al pueblo no conoce a su padre, ni aquel a su hijo, a quien seguramente habría deseado no conocer, al menos al principio, antes de que ese muchacho enclenque, que dice ser su hijo, se convierta en el héroe del río y consiga la mano de Kitty (Marion Byron), la hija de King, también educada en Boston. Ambos padres, familiares cómicos de Capuletos y Montescos, pretenden impedir una relación amorosa iniciada en el Este, antes de que la pareja coincidiese en ese río que les separa. No obstante, el joven William no está dispuesto a dejar escapar el amor, pero antes de que éste triunfe debe sufrir escenas graciosas y un tornado plagado de detalles que hablan del magnífico ingenio de Buster Keaton y su equipo de colaboradores. Por desgracia su talento para la comedia se vio relegado al olvido con la aparición del sonoro, ya que los gustos del espectador y de los estudios cambiaron, lo cual no quiere decir que ni para mejor ni para peor, aunque muchas de las comedias que iniciaron dicho periodo carecen del ingenio y de la gracia de películas como El héroe del río.
domingo, 29 de julio de 2012
Tres páginas de un diario (1929)
En Tres páginas de un diario (Targebuch einer Verlorenen, 1929) predomina cierta crítica a la hipocresía y a la intolerancia, dominantes en un entorno social que no duda en apartar a quienes consideran indignos de pertenecer a él, convirtiéndoles en víctimas de la indignidad de quienes les condenan. Thymian (Louise Brooks) es una de las condenadas, que lo ignora todo acerca del mundo en el que vive; ni siquiera se da cuenta de que su padre, Robert Henning (Josef Rovensky), mantiene relaciones con las amas de llaves que contrata, hecho que descubre más adelante, como también descubre que si existiese un poco más de amor y comprensión se podrían evitar muchas miserias e injusticias. La vida de Thymian cambia de forma radical cuando su padre despide a Elizabeth (Sybille Schmitz), la última sirvienta, y esta se suicida delante del hogar de los Henning. ¿Qué ha provocado el acto de Elizabeth?, se pregunta Thymian, cuyo abatimiento y confusión son aprovechados por Meinert (Fritz Rasp), el empleado del señor Henning, para seducirla y mostrarle en primera persona el motivo que impulsó a la criada a cometer el suicidio (embarazada de Henning). Nadie juzga al empleado que ha engañado a Thymian, pero sí a ella, la supuesta descarriada, a quien su familia cataloga con severidad e intransigencia, entregando a su bebé en adopción e internándola en un reformatorio. Su padre ha tomado esa decisión aconsejado por su nueva esposa, Meta (Franziska Kinz), pero sin detenerse a pensar que el acto de su hija es menos censurable que los suyos, esa falta de tolerancia y comprensión implica el encierro de una joven que no comprende el por qué del rechazo que sufre y le condena a un presidio donde sufre, como las demás jóvenes allí encerradas, los malos tratos del director del centro (Andrews Engelmann) y de la esposa de éste (Valeska Gert). El drama y melodrama empleados por Georg Wilhem Pabst en Tres páginas de un diario remarca la desventura de Thymian, víctima de una sociedad que prefiere encerrarla que cuestionarse. Pero ella logra escapar de la institución, con la intención de recuperar a su hija; sin embargo, cuando entra en el edificio donde piensa encontrarla se cruza con un hombre que porta un pequeño ataúd, presagio de la desgracia que descubre poco después. Sin saber qué hacer, y sin saber adónde ir, acude a un local (que resulta ser un burdel) donde es engañada y termina prostituyéndose. Las personas respetables la juzgan, pero acuden a ese ambiente que censuran en busca de diversión, sin detenerse a pensar que han podido ser responsables de la caída de chicas como Thymian, a quien su padre juzga cuando la descubre en un local lleno de mujeres de vida alegre al que ha acudido con su esposa y con su empleado. ¿Qué derecho tiene a censurarla? ¿Acaso no es el principal responsable de la suerte de su hija? Para Thymian el encuentro no resulta agradable, le recuerda cuanto ha perdido y le provoca la desilusión causada por un padre a quien todavía quiere, pero con quien no podrá reconciliarse. A pesar de que le califiquen de perdida, Thymian parece ser la única que no ha olvidado la capacidad de sentir emociones positivas, ya que posee una sensibilidad que no ha sido corrompida por una condena injusta y trágica.
sábado, 28 de julio de 2012
El silencio de los corderos (1990)
La novela El dragón rojo (Red Dragon) (publicada en 1981) presentó a un personaje que también aparecería en su primera adaptación cinematográfica a cargo de Michael Mann, sin embargo, el film no obtuvo el éxito esperado; y no fue hasta años después cuando ese mismo personaje se convertiría en un fenómeno cinematográfico, quizá el más importante de la ultima década del siglo XX. En 1990, dos años después de la publicación de El silencio de los corderos (tercera novela de Thomas Harris, segunda en la que aparecía Hannibal Lecter) Jonathan Demme inició el rodaje de su adaptación a la gran pantalla, la cual recibió una excelente acogida por parte de la crítica y del público, siendo uno de los films más aclamados de 1991. El silencio de los corderos (The silence of the lambs), al igual que Hunter (Manhunter) (1986) (la primera versión de El dragón rojo) no presenta a Lecter como el protagonista principal, pero sí como una pieza clave en el avance y en la maduración de su protagonista, en este caso, la aspirante a agente federal Clarice Starling (Jodie Foster). Para sorpresa de ésta, el agente Jack Crawford (Scott Glenn) le encarga la evaluación de un prisionero nada convencional, que resulta ser el doctor Hannibal Lecter (Anthony Hopkins), apodado el caníbal por la extraña terapia que había utilizado en el pasado, que incluía comerse a sus pacientes. Clarice parece preparada para su careo con un prisionero que le provoca el miedo y la inquietud que pretende disimular bajo un rictus de seguridad en sí misma, circunstancia que Hannibal advierte y le abre el apetito por conocer el pasado y la causa de su miedo. Esa curiosidad innata en el doctor le lleva a proponer un trato a la futura agente federal, que consiste en "tú me dices lo que quiero y yo te doy pistas sobre el asesino que buscas". Lecter no sólo utiliza a su antojo a Clarice, sino a cuantos se encuentran en su radio de acción, ya que su amoralidad, su aguda inteligencia y sus métodos le sirven para alcanzar sus fines, como demuestra durante el engaño que deriva en la tensa fuga que le devuelve a la libertad, después de ocho años encerrado. Pero el psicópata a quien Clarice y Crawford persiguen no es Hannibal, sino un tal Buffalo Bill (Ted Levine), a quien nadie ha visto, y de quien se sabe que ya ha matado a cinco chicas antes de la desaparición de Catherine Martin (Brooke Smith), la hija de la senadora Ruth Martin (Diane Baker). La certeza de que Catherine morirá a manos de Bill apura el poco tiempo que les queda, lo que les lleva a aceptar las condiciones de Lecter y seguir las pistas que le ofrece a la agente Starling. Por encima de todos su aciertos, El silencio de los corderos (The silence of the lambs) se recuerda por la soberbia actuación de Anthony Hopkins, actor que, tras más de dos décadas actuando, se había visto relegado al olvido del que salió gracias a su caracterización, vital para comprender el éxito del film, ya que sus apariciones crean una atmósfera sobrecogedora de amenaza e inquietud, desvelándose como un psicópata de gran inteligencia, sin ningún tipo de condicionamiento moral, excepto si él lo impone, como sucede en el caso de Clarice, que le proporciona un juego estimulante.
La batalla de Argel (1965)
viernes, 27 de julio de 2012
El pianista (2002)
jueves, 26 de julio de 2012
La bestia humana (1938)
El cine negro americano, el que abarca las décadas de 1940 y 1950, tiene en el realismo poético francés de finales de los años treinta a uno de sus antecedentes, del cual toma personajes sombríos y el pesimismo que dominan los ambientes y las sensaciones. Quizá, por ello, La bestia humana (La bête humaine, 1938), basada en una novela de Emile Zola, (aparentemente) se encuentre más próxima al cine negro que a un drama trágico, aunque la tragedia sea el destino de sus tres personajes principales, que se dejan arrastrar por emociones, deseos, miedos, en una combinación que da como suma a la bestia referida en el título. Jean Renoir inicia su adaptación de La bête humaine con las primeras líneas de la novela de Emile Zola, para apuntar el temor de Jacques Lantier (Jean Gabin) a heredar el alcoholismo de padres y abuelos, de generaciones que le precedieron y se dejaron llevar por el alcohol y por la irracionalidad que desataba, una bestia —que no dejaría de ser la parte humana que se desequilibra y desborda— a la que teme; y su obsesivo temor, le ciega y le convierte en inestable, con tendencias homicidas. El protagonista teme dejarse dominar por su lado irracional, el que habita junto al racional que lo controla, hasta que se desequilibra, como sucede en determinados momentos de este pasional drama de Renoir. Años después, Fritz Lang realizaría una nueva versión de la novela de Zola, en la magistral Deseos humanos (Human Desire, 1954), y el realizador franco argentino Daniel Tinayre filmaría La bestia humana (1957), pero fue Renoir quien marcó el camino a seguir, ya que fue él ideó el encuentro de los amantes en el tren, en un primer contacto que en la versión de Lang la tensión se agudiza.
Más allá de las lágrimas (1955)
miércoles, 25 de julio de 2012
Historias de Filadelfia (1940)
martes, 24 de julio de 2012
Hitchcock, inglés
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