Las imágenes de los títulos de crédito iniciales muestran a un individuo desaliñado, a quien no le importa utilizar un filtro de café que recoge de la basura, con tal de poder saborear una infusión intragable; ese hombre pronto se enfunda una pistola en la sobaquera y monta en un descapotable destartalado en el que llega a la mansión donde se presenta como Lew Harper (Paul Newman) (detective privado de la familia de los Philip Marlowe o Sam Spade). Harper, investigador privado (Harper) presenta ciertos aspectos poco favorecedores del ambiente por el que deambula un personaje cínico y pesimista, pero también idealista y honrado en contraposición de la opulencia y la corrupción que se observa en ese mundo de comodidades al que Harper sólo puede acceder por cuestiones laborales. El verdadero mundo de Harper se desploma, su matrimonio se hunde y su trabajo, la mayor parte de las veces, se desarrolla dentro de un ambiente donde debe tratar con almas perdidas, perdedores y todo tipo de indeseables, como Troy (Robert Webber), el traficante de inmigrantes. La dedicación que Harper concede a su oficio le ha llevado a una existencia solitaria, en la que echa de menos el calor de Susan (Janet Leigh), su esposa, quien ha solicitado el divorcio porque ha llegado al límite de su aguante, harta de ser el segundo plato de un hombre que parece anteponer si trabajo por encima de aspectos personales como esa esposa que ya no cree en él. Por fortuna (o por desgracia) para el detective, su viejo amigo, y abogado de éxito, Albert Graves (Arthur Hill) le proporciona lo que podría ser un buen trabajo al servicio de la señora Sampson (Lauren Bacall), la dueña de la mansión a la que Harper acude al inicio del film, donde, en todo momento, la anfitriona se muestra fría y autoritaria, rodeada del lujo que contrasta con el cuartucho-despacho donde vive el investigador. La señora Sampson, a pesar de odiar a su marido, contrata los servicios de Lew Harper para que éste descubra el paradero de su esposo, desaparecido sin dejar el menor rastro. A medida que avanza la investigación, además de recibir palizas, Harper acumula desengaños con cada uno de sus descubrimientos, sintiéndose como un bicho raro dentro de un ámbito donde todos se muestran ambiciosos, corruptos o insensibles, aunque algunos dicen actuar guiados por sentimientos románticos, como sería el caso del Alan Taggert (Robert Wagner) o la cantante Betty Fraley (Julie Harris). Harper, investigador privado puede interpretarse como una especie de eslabón entre los detectives de los años cuarenta y cincuenta y los que vendría a partir de la década de los setenta, hombres tan desencantados como los Marlowe o los Spade, pero con métodos de trabajo más físicos y contundentes, aunque siempre honestos, posicionamiento moral que choca de pleno con el que observan a su alrededor. Nueve años después de Harper, investigador privado, Stuart Rosenberg relevaría a Jack Smight en la continuación de las andanzas del detective, en la película titulada Con el agua al cuello (The Drowning Pool), de nuevo con Paul Newman encarnado a Lew Harper.
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