jueves, 12 de julio de 2012

Trenes rigurosamente vigilados (1966)


La novela corta Trenes rigurosamente vigilados (1964) toma de la picaresca a su joven narrador-guía, de Jaroslav Hašek y su buen soldado Švejk asume la sátira, de Kafka el absurdo, pero todo en ella es Bohumil Hrabal: su humor negro, su ironía, su cercanía, sus experiencias vitales —durante los años de guerra trabajó de ferroviario— su estilo y su pensamiento. A su vez, Hrabal fue una inspiración para los cineastas checos durante el deshielo. Sobre todo es reconocible en el cine de Jiri Menzel, quien lo adaptó en diferentes ocasiones, siendo la más popular Trenes rigurosamente vigilados (Ostre sledované vlaky, 1966). No es que Menzel hiciese suya la historia de Hrabal, sino que creaba su historia a partir de la del escritor, que también colaboró en el guion. Su adaptación fue reconocida en todo el mundo gracias al Oscar al mejor film de habla no inglesa —premio debido a su calidad, pero también a la política del momento, así parece confirmarlo que en tres de cuatro ceremonias consecutivas, de 1965 a 1968, fuesen premiadas películas hechas en países por entonces comunistas— y acabaría siendo olvidada para, mas adelante, ser recuperada por la memoria cinéfila. Abandono el vaivén memorístico y regreso a Menzel, quien, haciendo su versión de la historia de Miloš (Václav Neckár), hace una excelente adaptación del relato de Hrabral.


A
 pesar de las palabras del concejal Zednicek (Vlastimil Brodský), que insiste en que se trata de movimientos estratégicos, el ejército alemán se encuentra en retirada. Durante la Segunda Guerra Mundial, la antigua Checoslovaquia se encontraba bajo el dominio de las tropas de ocupación, hecho que generó posturas enfrentadas. Existían aquellos que colaboraban o simpatizaban con el régimen nacionalsocialista, como sería el caso de Zednicek, y aquellos que se oponían, ya que no les tenían ninguna simpatía, pero también se podía encontrar a individuos que se decantaban por no estar ni a favor ni en contra, como podría ser el caso del joven Miloš Hrma, cuyo máximo interés pasa por ser un vago, al igual que antes lo habían sido su bisabuelo (siempre riéndose de los trabajadores, que un día se cansaron de tanta risa), su abuelo (convencido de que su poder de hipnosis detendría el avance del ejército alemán, aunque su poder no funcionó como esperaba cuando intentó frenar un tanque con su fuerza mental), o su padre, maquinista retirado, que lleva varios años tumbado en el sofá de casa y no piensa levantarse, ¿para qué? ¿para ver cómo está el país?. Miloš es consciente de que para no hacer nada su mejor opción pasa por trabajar como aprendiz de controlador de estación, oficio del que se enorgullece, a pesar de que no cobre. La estación de tren supuestamente es un lugar tranquilo. donde no se observan prisas y sí unos compañeros un tanto particulares, muy diferentes entre ellos, ya que Max (Vladimir Valenta), el jefe de la estación, sólo piensa en su ascenso y en su nuevo uniforme, mientras que Hubicka (Josef Somr) solo piensa en mujeres. Pero la tranquilidad dominante en la estación se ve alterada cuando se presenta el concejal Zednicek para informarles de que las tropas alemanas tienen prioridad absoluta en el transporte ferroviario.


Tragicómica, 
Trenes rigurosamente vigilados presenta una visión amarga y satírica de la época, que inicialmente no afecta a su joven antihéroe protagonista. Él tiene otros problemas, de índole más personal, sobre todo relacionados con su entorno y con su iniciación sexual, la cual le plantea su primer gran problema existencial. Después de si primera y desastrosa relación sexual con Masa (Jitka Bendová), la joven revisora, Miloš se siente medio hombre, porque su fracaso como amante aumenta sus dudas. La desesperación de no sentirse hombre le crea una ansiedad a la que intenta poner fin suicidándose en un burdel, pero su destino no es el de morir dentro de una bañera donde pretende ahogar sus penas, dejando que su sangre fluya lentamente por los cortes de sus muñecas. Solo la explicación del doctor calma parte de sus miedos, sin embargo, todavía no siente la virilidad que observa en Hubicka, quien disfruta cuñando el trasero de la telegrafista de la estación con una amplia gama de sellos, que posteriormente se airean por todo el pueblo. El aprendiz de ferroviario pretende seguir el consejo médico y encontrar a una mujer madura que posea la experiencia necesaria para enseñarle a ser un buen amante, sin embargo, encontrar a alguien de tales características, dispuesta a enseñarle, no resulta sencillo para él. Las inseguridades de Miloš podrían generalizarse a las inseguridades de su tiempo, donde la amenaza, además de física, se encontraba en los pensamientos de hombres como Zednicek o en las actitudes de los trabajadores de la estación, quienes sólo se preocupan de sí mismos, cuestión que tampoco resulta extraña, ya que nadie comprende por qué ocurre lo que ocurre y a qué es debido esa guerra que entorpece la marcha natural de las cosas. Sin embargo, hacia el final del film, Hubicka muestra su verdadera postura, cuando pide ayuda al joven protagonista (ya curado de su mal de amores) para volar uno de los trenes denominados de rigurosa vigilancia, pues él no puede poner la bomba porque debe asistir a un sumario donde se evalúa su gusto por sellar nalgas.



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