La novela corta Trenes rigurosamente vigilados (1964) toma de la picaresca a su joven narrador-guía, de Jaroslav Hašek y su buen soldado Švejk asume la sátira, de Kafka el absurdo, pero todo en ella es Bohumil Hrabal: su humor negro, su ironía, su cercanía, sus experiencias vitales —durante los años de guerra trabajó de ferroviario— su estilo y su pensamiento. A su vez, Hrabal fue una inspiración para los cineastas checos durante el deshielo. Sobre todo es reconocible en el cine de Jiri Menzel, quien lo adaptó en diferentes ocasiones, siendo la más popular Trenes rigurosamente vigilados (Ostre sledované vlaky, 1966). No es que Menzel hiciese suya la historia de Hrabal, sino que creaba su historia a partir de la del escritor, que también colaboró en el guion. Su adaptación fue reconocida en todo el mundo gracias al Oscar al mejor film de habla no inglesa —premio debido a su calidad, pero también a la política del momento, así parece confirmarlo que en tres de cuatro ceremonias consecutivas, de 1965 a 1968, fuesen premiadas películas hechas en países por entonces comunistas— y acabaría siendo olvidada para, mas adelante, ser recuperada por la memoria cinéfila. Abandono el vaivén memorístico y regreso a Menzel, quien, haciendo su versión de la historia de Miloš (Václav Neckár), hace una excelente adaptación del relato de Hrabral.
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