<<Pocos personajes de ficción más fecundos que el inventado ya hace casi tres siglos por Tirso de Molina y al que bautizó con el nombre de Don Juan Tenorio. Desde la centuria de su creación y en progresión siempre creciente, Don Juan ha atraído sobre su misteriosa figura la atención de escritores, de músicos, de pensadores y el valor humano encerrado en ella ha engrosado tan considerablemente que ha dado en lo ya sobrehumano, el mito. Don Juan es una de esa media docena de personificaciones en que los hombres condensan una visión del mundo y de la verdad>>, (1) escribió Pedro Salinas acerca del popular personaje. Lo hizo en 1934, a raíz de un nuevo Don Juan que añadir a los previos de Tirso de Molina, Moliere, Zorrilla, Byron, Pushkin, Espronceda, Baudelaire, Bernard Shaw, Azorín,
Jardiel Poncela... El nuevo correspondía a Unamuno, que acababa de escribir la obra teatral
El hermano Juan, o el mundo es teatro, la cual todavía no había sido representada y, por tanto, era difícil de valorar. Por entonces, el cine acababa de aprender a hablar y, aparte de escritores o músicos como Mozart, los cineastas también se habían fijado en dicha figura. Sin ir más lejos, aquel mismo año, en Inglaterra,
Alexander Korda contaba con el protagonismo de
Douglas Fairbanks para realizar su versión del mito, irregular en su intención de aunar aventura, comedia y drama, en
La vida privada de don Juan (The Private Life of don Juan, 1934). Nueve años antes, otra gran estrella de Hollywood, John Barrymore, había protagonizado para los
hermanos Warner la versión realizada por Alan Crosland
Don Juan (1925), la cual ha pasado a la historia del cine no por su calidad sino por ser el primer largometraje sonoro, o ya en la década de 1970, el mito donjuanesco cobró cuerpo de mujer en
Si don Juan fuese mujer (Don Juan ou si don Juan était une femme…, Roger Vadim, 1973)…
¿Por qué fascinaba o interesaba este caballero, o bella dama en cuerpo de Brigitte Bardot, que rompía con la moral de su época para encontrar su beneficio, su placer, su huida de lo establecido? Molière, a través de uno de los personajes de su obra, Esganarel, lo presenta del siguiente modo antes de que aparezca en escena: <<A mí no me cuesta nada entenderlo. Y si conocieras al bellaco de mi amo, sabrías lo fácil que es para él. No digo que haya variado sus sentimientos para con doña Elvira; aún no lo sé a ciencia cierta. Sabes que me mandó partir primero, y todavía no ha hablado conmigo después de su llegada. Pero, para que estes prevenido, te diré Inter nos que don Juan, mi amo, es el mayor criminal que jamás pisó la tierra: una furia, un cínico, un turco, un hereje, que no cree en cielo, infierno, ni hombres lobos; que vive con una bestia fiera, un cerdo de Epicuro, un verdadero Sardanápalo; que se hace el sordo ante cualquier amonestación cristiana y que tiene por sandeces las cosas que creemos los demás.>> (2) Frente a la ingenuidad y al idealismo que empujan a don Alonso Quijano a lanzarse a la desventura por los caminos del azar donde se producen sus encuentros con seres más terrenales, aparece la figura carnal de don Juan, que también se lanza a la aventura, pero en lugar de destacar por su altruismo, destaca por lo contrario… Es un personaje que nace en pleno Barroco, su primera aparición en escena se sitúa alrededor de 1617, doce años después de la publicación de la primera parte del Quijote, un periodo que <<puede seguir una dirección más liberal y más gozadora de los sentidos>> (3) que épocas previas; sin ir más lejos, en la que habían madurado Cervantes y Shakespeare —ambos mueren en abril de 1616, un año antes de la puesta en escena del primer don Juan—. El seductor barroco alcanza la modernidad de nuestros días sufriendo transformaciones que el Quijote no experimenta, puesto que el cervantino nace en el ideal, en la ensoñación de lo ya perdido o de lo que nunca ha existido, salvo en su creencia. Quijote nos representa a todos y a ninguno, mientras que donjuanes los hay, pero no lo somos todos. El mismo Quijote es un ideal, un cuerpo y una mente en fuga de la realidad de la que no logra escapar, una y otra vez regresa para enfrentarse a ella en un duelo que no puede vencer. Cervantes era consciente de ello, de la imposibilidad de que el ideal venza; en esto fue un realista que se adelantaba dos siglos. En todo caso, su antihéroe, de triste figura no por delgadez, sino porque comprende mucho más de lo que parece a primera vista, se aleja de la carnalidad y de la sensualidad en las que don Juan se hace hombre, seductor y burlador (que engaña a los demás y a sí mismo); desde esa “carne” alcanza el mito que difiere del ideal caballeresco, aunque puedan converger en algún punto, don Alonso Quijano vive mientras pueda soñarse don Quijote, y don Juan mientras logre sus engaños y sus conquistas…
La tragedia del caballero andante es no poder serlo; ya no son tiempos para la caballería ni para los ideales de honor, gloria, amor idealizado. Se podría decir que Quijote es el loco por excelencia, el que vive soñando su realidad y rechazando la de los demás, la que se impone en el mundo real al que ya, “infectado” por la caballería andante, el antihéroe no pertenece; mientras que don Juan es un antisocial que rechaza conscientemente el orden moral de su época. Lo pone a prueba al tiempo que se prueba a sí mismo; sus conquistas no solo son las amantes que parece coleccionar, sino el transgredir y retar. Quijote es un rebelde inconsciente de serlo, porque su rebeldía es su esencia; es decir, cuando sale al mundo lo hace ya rechazando su época, porque no es consciente de la que le corresponde vivir. Quijote cabalga abrazando un pensamiento inexistente, salvo en los libros de los que Cervantes se burla. Sin embargo, don Juan es humano, por lo tanto en constante construcción y destrucción de su pensamiento, de ahí que varíe según la época y el autor. Nadie más que Cervantes, aunque hubo quien lo intentó, podría haber escrito el Quijote, darle alma, sin embargo, han sido muchos los que han llenado de esencia al personaje que Gregorio Marañón vio digno de un estudio psicopatológico, centrado en el burlador de la obra atribuida a Tirso, publicada en 1630, aunque, años antes, en 1617, se había estrenado la versión cuya autoría se atribuye a Andrés de Claramonte (y también al propio Tirso). En ambos casos, el hidalgo y el conquistador hedonista, son referentes literarios universales que han traspasado los límites de literatura y del arte, tal vez porque son reflejos de nuestra condición o de su sueño…
Boceto de Don Juan, de Salvador Dalí, Museo Reina Sofía.
Filmografía sobre el personaje (seleccionada)
Don Juan (Albert Capellani, 1908) cortometraje
Don Juan (Alan Crosland, 1925)
La vida privada de don Juan (The Private Life of don Juan, Alexander Korda, 1934)
El burlador de Castilla (Adventures of don Juan, Vincent Sherman, 1948)
Don Juan (José Luis Sáenz de Heredia, 1950)
Don Giovanni (Walter Kolm-Veltée, 1955)
El amor de don Juan (John Berry, 1956)
El ojo del diablo (Djävulens öga, Ingmar Bergman, 1960)
Si don Juan fuese mujer (Don Juan ou si don Juan était une femme…, Roger Vadim, 1973)
Don Giovanni (Joseph Losey, 1979)
Don Juan en los infiernos (Gonzalo Suárez, 1991)
Don Juan Demarco (Jeremy Leven, 1994)
Don Juan (Jacques Weber, 1998)
Don John (Joseph Gordon-Levitt, 2013)
(1) Pedro Salinas: Literatura española siglo XX. Alianza Editorial, Madrid, 1970.
(2) Molière: Don Juan (traducción de José Escué). RBA Coleccionables, Barcelona, 1999.
(3) Arnold Hauser: Historia social de la literatuta y del arte (traducción de A. Tovar y F. P. Varas-Reyes). Editorial Labor, Madrid, 1978.