Apostar por un película que “revisa” dos films tan exitosos como Yojimbo (Yôjinbô, Akira Kurosawa, 1961) y Por un puñado de dólares (Per un pugno di dollari, Sergio Leone, 1964) resulta osado y arriesgado, sobre todo cuando se trata de hacer una obra que tenga personalidad propia, a imagen de su director, guionista y productor, y lograr evitar las comparaciones o, al menos, no salir mal parado, si llegan a compararse. Evitar la comparativa resulta casi un imposible; de modo que convendría ver o mirar El último hombre (Last Man Standing, 1996) con ojos que no se desvíen hacia los largometrajes de Kurosawa y Leone; los cuales precedieron e inspiraron este de Walter Hill. En mi caso, fracasé en su día y he vuelto a fracasar una y dos veces más. De modo que siempre elijo y me decanto sin el menor titubeo por Yojimbo, quizá porque se trate de la original, pero seguro porque tiene la narrativa cinematográfica más afín a mis gustos particulares; aunque soy consciente de no caer en tal comparativa durante el visionado de cualquiera de las tres, de dejar la comparación para después o dejarla en el olvido, lo que hace más disfrutables las tres películas. En todo caso, se trata de films diferentes entre sí, que se ajustan perfectamente a los estilos y a las personalidades creativas de sus directores. Es evidente que sus estilos difieren, como también se comprende que el cineasta japonés influyó en los otros dos —y que en Kurosawa influyó John Ford, de cuyo cine también bebieron Leone y Hill—, que realizaron su western a partir del mismo material, aunque solo el del italiano expone su historia dentro del marco clásico del género. Pero, al contrario que el italiano, Hill acredita que su película se basa en la historia escrita por Kurosawa y Ryuzo Kukushima y se distancia de sus predecesores, contándola en tiempo pretérito. Para ello se vale del narrador en primera persona, aquel que ya ha vivido lo que nos cuenta, a partir de su llegada a Jericho, un pueblo fronterizo, en algún lugar al oeste de Texas, controlado por <<un sheriff corrupto y dos bandas de contrabandistas que se odiaban>>.
<<La película de Hill transcurría en los años treinta, recordando la novela de Dashiell Hammett de 1929, “Cosecha roja”, que fue la base (aunque no se dijo) de “Mercenario”. Aunque “Cosecha roja” ni se menciona en el ensayo de Donald Richie sobre “Mercenario” en The Films of Akira Kurosawa”, no hay duda de que Kurosawa debía mucho a la historia de Hammett: su película está más cerca de la novela incluso que la de Hill.>>
Stuart Galbraith IV: El emperador y el lobo, página 304. T&B Editores, 2005
El narrador, John Smith (Bruce Willis), es un pistolero ambiguo, capaz de matar y de salvar vidas, quizá esto último lo haga en busca de redención. No se conoce ni su pasado ni qué le impulsa; su nombre podría ser cualquier o ninguno, la única certeza es que su presencia en la árida localidad eleva el alto índice de violencia y mortandad del lugar. Admirador y deudor del cine de Sam Peckinpah, para quien había escrito La huida (The Getaway, 1974), de Leone y Kurosawa, Hill hace westerns y películas sobre aquello que le gusta o inspiradas por aquellos cineastas que le han influido: Raoul Walsh y Tambores lejanos (Distant Drums, 1951), Peckinpah y Grupo salvaje (Wild Bunch, 1968) o Leone y Por un puñado de dólares, más que por Kurosawa. Cierto que carece de la desvergüenza del italiano y de la ironía visual del japonés, pero logra despojar su película de adornos, logra su ritmo y le añade al asunto mayores dosis de violencia en el enfrentamiento entre las bandas rivales, una de italianos y la otra de irlandeses. Ambas las componen aficionados, matones de poca monta, salvo Hickey (Christopher Walken), el único que parece poner en aprietos al pistolero que en un tiempo presente indefinido recuerda y presume que <<si me lo montaba bien, podría ganar un dinero fácil>>. Ese “dinero fácil” es el motor que pone en marcha a tantos antihéroes de celuloide que ven en los dólares (y otras monedas) la felicidad prometida.