jueves, 27 de julio de 2023

Buster y el listón

—¡Bajemos el listón! ¡Seréis los más grandes! —dijo la entrenadora a los atletas reunidos en Olimpia.

—¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! ¡Vivaaaa!— respondieron los saltadores, de tan contentos que estaban. Su alegría desbordaba, menos en quien apodaban “cara de palo”, pues tal decisión les facilitaba su labor y su entrenamiento.

La preparadora continuó hablando:

—lo bajaremos a ras de suelo, para que así, no podáis  fallar ni os sintáis mal. Estaréis la mar de contentos, igual que vuestras madres y padres, que repetirán, para mayor gozo inconsciente, que los frutos de sus coitos y de la inseminación artificial son seres tocados por la divinidad. Presumirán de vuestras altas capacidades, e incluso de las suyas. Vosotros no las dudareis: ¡seréis los más grandes atletas de vuestro tiempo! Con este método, nada os afectará negativamente, ni os dañará, no sufriréis, no vaya a ser que saboreéis la amargura y aprendáis a convivir y a superar la frustración de no lograr saltar alturas fuera de vuestro alcance. ¡Todo será positivo! ¡Seréis héroes, heroínas, genios y modelos! Desterraréis el pensamiento negativo que podría haceros dudar de su opuesto, establecido, impuesto y aceptado como la única posibilidad correcta. Ya no más visitas a vuestras zonas grises, de luces y sombras, donde descubrirse y de donde salir reforzados o derrotados, pero conscientes, si no del todo que cada uno forma en su relación consigo mismo y su entorno, sí de parte de vuestro ser. De este modo, con el listón enterrado, siempre lograréis alcanzar la meta, pues siempre podréis saltar la altura exigida, que es la no altura. De tal manera, no existirán imposibles que no podáis saltar. ¡Adiós obstáculos, adiós a evolucionar o involucionar en la distancia y en la proximidad de los siguientes saltos! ¡Adiós a superar o caer! ¡Adiós a lastimarse y a los sinsabores de la derrota! ¡Adiós a abrir nuevas y distintas calles para seguir caminando, cayendo y saltando!…

—¡Vivaaaa! —volvieron a exclamar los jóvenes atletas, antes de dejarse llevar por la histeria del momento y corear, como si de una sola mente se tratase el nombre de la entrenadora—. ¡Haremos lo mismo de aquí al octavo planeta del universo siguiente! ¡Qué todos vivan, sientan y compartan esta sensación de bienestar y felicidad que llevaremos a todas partes!

—Tranquilizaos —se leía esa nota de escepticismo, tal vez cordura, en Buster y su gesto, aunque sin decir palabra ni cambiar de expresión.

La entrenadora hizo oídos sordos al silencio del colegial ni triste ni alegre y continuó su discurso:

—Pondremos el récord en el suelo, de esta manera ya nadie se frustrará en su lucha por superarse, ni nadie tendrá que levantar los pies de la superficie común y uniforme donde ser él, ella, tú o yo será lo mismo. Dejémonos dominar por la ilusión de que todos tenemos razón y los demás no. Aceptemos que una opinión es tan válida como otra; aun cuando alguna sea más burrada que opinión. Desterremos a quienes no lo acepten y participemos en esta competición de engaño. Que nada nos aparte de ser la misma lágrima, la misma risa, la misma palabra vacía. Aunque las palabras carecen de dimensiones físicas, y difícilmente podríamos llenarlas o vaciarlas, sí podemos emplearlas sin significado, para que, de ese modo, no disgusten ni frustren. Y ahora, coreemos que cualquier cosa, deseo y sueño son posibles en un mundo sin imposibles, en una Olimpia de listones a ras de tierra…

Y sin esperar a que la entrenadora terminase, Buster, el “cara de palo”, silencioso como en él venía siendo costumbre, se apartó del grupo, elevó la altura a poco más de metro y medio del suelo, saltó en la soledad de su destierro, tropezó, cayó, se levantó y continuó caminando...



No hay comentarios:

Publicar un comentario