No recuerdo que estaba buscando y me encontré “Los 12 escritores gallegos más famosos de la historia”:
https://www.expansion.com/fueradeserie/cultura/2022/05/18/627b7ed1e5fdea0d2b8b4595.html
Sentí curiosidad, a pesar de que no suelo caer en las listas, que desde niño me suenan a chiste fácil. Supongo que por aquel compañero que escribió a boli Macías Pajas, Filomeno en la de clase. Desde entonces pienso que las listas se consumen en un suspiro y no suelen hacer más gracia que la del primer contacto o primera lectura. A mí pesar, Filomeno, nada me aportan, salvo las omisiones y las inclusiones, la ignorancia, los gustos, la edad y los conocimientos de quien la hace y el momento en el que la hace. ¡Vaya, parece obra de los romanos, y ya es bastante! Por otra parte, ¿qué es ser famoso? ¿Y que relación guarda la fama con la importancia y la calidad de una obra o de la propia persona? Ninguna. Y por otra “otra” parte, para los viejos de mi edad y más, dudo que Olga Novo y Ledicia Costas sean más famosas que Ánxel Fole, Otero Pedrayo, Vicente Risco o Xosé Luis Méndez Ferrín, pues que sepa todavía no han salido en las noticias siendo arrestadas, como este último en su lucha radical por Galicia, ni han dado nombre a un instituto; el de Novo sí a la biblioteca del IES Pinguela. Lo son ahora, me refiero a la fama, por un tiempo limitado, el que les da mayor acceso al público de hoy, que pronto será el de ayer, pero ¿y después? Los nombres desaparecen, también las obras; solo es cuestión de más o menos tiempo. Acepto, si así lo dicen los números, que Domingo Villar sea más famoso que Alfredo Conde o que Darío Xohan Cabana. Supongo que vendió más libros que estos, y algunos fueron adaptados al cine, pero no fue mejor narrador que el autor de “Xa vai o Grifón no vento” ni que el escritor de “Galván en Saor”, y dudo que alcance la fama de Martín Códax, que aguanta ochocientos años y todavía hoy vende mucho vino. Será que la gente consume más Rías Baixas y Ribeiro que cantigas de amor y de amigo. Las de escarnio e maldicir siempre están de moda y en boca de todos, aunque ya solo tengan forma de un insulto sin el menor rastro de ingenio. Corren malos tiempos para Quevedo.
Creo que las listas y la fama son para reírse de ellas, sobre todo porque responden a lo que se espera y eso hace gracia o al menos te saca una sonrisa sospechosa, que tiende a cínica. Y lo que se espera es lo popular, lo comercial, lo más aceptado en cada época. Con palabras más poéticas y hermosas, Manrique escribió que la fama es efímera; y más aún lo son las listas, las cuales una vez hechas se muestran a diestro y siniestro durante su instante de gloria, luego se engurruñan y se tiran a la papelera. Esto último los más cuidadosos y respetuosos con los demás, pues los hay que todavía tiran los papeles al piso para que otros los recojan. Por cierto, el otro día pisé un chicle en la calle, primero pensé que era mierda; y ya unidos, juntos buscamos a su dueño. Me pregunto si alguien de mi edad y lugar no conoce a los poetas Aguirre, Pondal y Manuel Antonio. ¿Y a Ramón Cabanillas, Curros Enríquez, Eugenio Montes, Uxío Novoneyra, Antón Fraguas, Wenceslao Fernández Flórez o Julio Camba? No pasa nada, tiene solución, ya que algunos tienen calles que recorrer, y premios que ofrecer, así como institutos para fomentar la asistencia o el “latar” a clase. A los dos últimos nombrados, junto Gómez de la Serna, se les considera pioneros del humorismo, un tipo de humor amargo, absurdo e irónico que obtuvo su mayor fama con los Jardiel, Tono, Neville, Mihura… Los tengo presentes y actuales, entonces ¿qué puede importarme si ya no son famosos ni populares? Me gusta ese tipo de humor, en realidad, me gusta el buen humor, también los libros, y cuanto me lleva a reírme de lo serio y a preocuparme por lo cómico. En fin, en su época, Fernández Flórez y Camba eran dos de los escritores más famosos: el primero como novelista y el segundo como periodista. La memoria es lo que tiene, que olvida; menos mal que nos queda Portugal decía un grupo vigués, quizá quisieron decir que al otro lado del Miño estaban los Camoes, Eça de Queiroz y Pessoa. A esta orilla, nos queda la fama de Rosalía, la Bazán, don Ramón, Cunqueiro, Blanco Amor, Torrente y el autor de “O lapis do carpinteiro”, aunque yo prefiero sus obras, lo que encierran y nos regalan. Castelao es un aparte, pues su fama va más allá de la escritura, alcanza la caricatura y la política; es un personaje para novelar en su odisea en pos de ver confirmado el Estatuto de Autonomía de 1936. De Cela solo he leído “La colmena” y “La familia de Pascual Duarte”, pero supongo que habría que hacerle otro aparte, pero de un tipo distinto, pues su fama la acrecienta el Nobel y su necesidad de notoriedad y de dar la nota…
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