¿Western, drama, chanbara, jidaigaki, thriller,...? Lo único seguro es que Yojimbo es una obra maestra pertenezca al género que pertenezca. Pero podría simplificarlo y decir que se trata de un excelente western samurái, cuya acción se desarrolla en un pueblo donde el polvo y la constante presencia de la muerte se precipitan hacia un final en el que los planos de los personajes se turnan al compás de la música, mientras avanzan hacia un desenlace que se retarda y que sería imitado en posteriores producciones tanto estadounidenses como europeas. Sin duda, Akira Kurosawa fue de esos grandes realizadores que innovó el cine y que se convirtió en fuente de inspiración para muchos otros, Yojimbo es una clara muestra de ello, además de ser una de sus grandes películas. En ella se encuentran influencias del western americano, que Kurosawa fusionó con el cine japonés para dar forma a un brillante film de muerte, traición y ambición. Esta mezcla resultó atractiva e impactante para jóvenes directores de otras latitudes, como pudo ser el caso de Sergio Leone, que realizó Por un puñado de dólares (Per un pugno di dollari, 1964), una exitosa versión que dio alas al spaghetti western, y que al cineasta italiano lo sentó en el banquillo de los acusados de plagio. Dejando a un lado este litigio, la película de Kurosawa desarrolla una trama sencilla y tensa en la que la mentira comparte protagonismo con Sanjuro (Toshiro Mifune), un samurái sin rumbo ni señor que, por designios del azar, llega a un pueblo donde la corrupción, la violencia y la lucha por el poder se reparten entre dos bandas yakuzas enfrentadas.
El ronin recién llegado tiene un plan, aunque en un primer momento desconoce cómo ponerlo en práctica, sin embargo no tarda en actuar, para sorpresa de todos. Ambos bandos son testigos de la habilidad de Sanjuro con las armas. Comprenden que les sería de gran ayuda contar con sus servicios, incluso determinante, a la hora de alcanzar la supremacía que los clanes rivales anhelan desde mucho antes de la aparición del mercenario; por eso están dispuestos a contratar sus servicios. Le rivalidad entre bandas le ofrece la oportunidad para jugar con ellas, pues no entra dentro de sus planes aliarse con ninguna, aunque se ofrezca a ambas. El mercenario va por libre, siembra la desconfianza y provoca que los hampones se maten entre ellos. Como buen discípulo de Odiseo, Sanjuro, especie de "Ulises samurái", siembra cizaña y desconfianza con el engaño. Miente para alcanzar su fin; que son dos: ganar dinero y pacificar la zona. La mentira es su herramienta intelectual y oculta y su habilidad con las armas es la que emplea como cebo. Su rapidez en el manejo de la espada deja perplejos a todos los jugadores y asesinos, al tiempo que los atemoriza, por este motivo, los jefes de los clanes comprenden que contar con sus servicios declinaría la balanza a favor del bando que lo contrate.
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