En su autobiografía, el actor británico recordaba que durante una de las representaciones de su primera estancia estadounidense, llamó la atención de Mack Sennett, aunque por aquel entonces ni él sabría quién era Sennett, ni este contaba con los medios para contratarlo, ya que aún trabajaba para David Wark Griffith. Pero sus caminos volvieron a encontrarse en el segundo viaje de Chaplin a Norteamérica, cuando Sennett ya dirigía su mítica Keystone, donde se había convertido en el máximo exponente de la comedia cinematográfica. Entonces podía, y no dudó en contratarlo; y así, antes de verse superado por el alumno, se convirtió en maestro del "hombrecillo" que en 1914 iniciaba su meteórica carrera cinematográfica en Making a Living, aunque no sería hasta unos días después, con el estreno de Kid Auto Race at Venice, cuando asoma vestido como el personaje del vagabundo solitario que le convertiría en mito. Solo era la caricatura de quien llegaría a ser, ya que en ese instante quien asoma (y mucho) en la pantalla es un chupacámaras que no deja de incordiar a los operadores que filman la competición automovilística que sirve de excusa para la broma. Tres meses después de firmar con la productora Keystone, Chaplin ya dirigía sus propias películas; realizaría 35 cortometrajes en un año, antes de emprender la siguiente etapa de su carrera, que le llevaría a trabajar como actor, guionista y director en la productora Essanay. Charlot se había convertido en un icono de la época y su creador continuaba su ascenso a lo más alto del celuloide. En 1916 firmó un contrato con la Mutual, que le convirtió en la estrella mejor pagada y con plena libertad en sus rodajes, en los que solía contar con un equipo habitual de actores y técnicos. Chaplin era un artista entregado a su trabajo y, según se cuenta, también sería una especie de Jekyll y Hyde: ahora amable y genial, ahora monstruoso y exigente consigo mismo, con su trabajo y con quienes trabajaban en sus películas. Pero Chaplin no era un creador rígido, era un cineasta que improvisaba a medida que rodaba, sin apenas contar con un guion, buscaba la perfección en sus trabajos delante y detrás de las cámaras. De su periodo en la Mutual destacan cortometrajes como: El inmigrante (The Inmigrant, 1917) o El vagabundo (The Vagabond, 1915). En 1918 firmaría un contrato con la First National por ocho películas, entre ellas: Vida de perro (A Dog's Life), Un día de placer (A Day's Pleasure), Día de paga (Pay Day) o la comedia pacifista Armas al hombro (Shoulder Arms!), en la cual el vagabundo es enviado al frente europeo durante la Primera Guerra Mundial. Durante su periodo en First National construyó su propio estudio, además obtuvo un contrato de más de un millón de dólares por rodar ocho películas, más el cincuenta por ciento de los beneficios, eso sí, Chaplin debía asumir el coste de las mismas, pero pronto surgieron diferencias entre él y los directivos de la empresa.
Asociado con sus amigos Douglas Fairnbanks y Mary Pickford y con Griffith, crearon en 1919 la United Artists, la distribuidora que nació para hacer frente a la posible unión de los distribuidores y First National, y, de rebote, crearon lo que podría considerarse el cine independiente estadounidense; eso sí, dentro del Hollywood donde reinaban. No obstante, al cómico no le quedó más alternativa que respetar su contrato. <<Les propuse comprarles mi contrato y darles un beneficio de cien mil dólares, pero se negaron>>, recordaba, y, así, sin opciones legales, aguardó lo convenido antes de rodar su primera película para UA. En 1921, Chaplin inició el rodaje de la que se convertiría en la primera comedia dramática de larga duración. La tituló El chico (The Kid) y tuvo editarla en secreto, en Salt Lake City, como consecuencia de la demanda de divorcio de una esposa que, aconsejada por representantes de First National, le reclamaba los derechos del film. En su primera película para la United Artists, Una mujer de París (A Woman of Paris), ni actúa ni se trata de una comedia. Las ausencias del vagabundo y de su humor fueron determinantes para precipitar el fracaso comercial de un film que adelantado a su tiempo y a su autor. Aunque se trata de un magnífico drama psicológico, que lanzaría la carrera artística de Adolphe Menjou y hundiría la de Edna Purviance, habitual en sus películas desde la época de Essanay, tendrían que pasar los años para que fuese revindicada como uno de los grandes largometrajes del periodo silente. En 1925, consciente de la necesidad de un éxito, Chaplin recuperó la figura del vagabundo y lo hizo en La quimera del oro (The Gold Rush), un enorme fenómeno internacional en el cual el director quiso reírse de la impotencia ante las fuerzas de la naturaleza que se desatan en un inhóspito territorio donde el personaje solitario pretende hacer fortuna. Dos años después estrenaría El circo (The Circus), también con el vagabundo dando guerra, pero en esta ocasión colándose en un espectáculo circense en el que, sin pretenderlo, hace reír a un público que le adora. Pero de nuevo la fatalidad se presentaría en su vida; un nuevo divorcio, una crisis nerviosa y una investigación por parte del fisco significaría el fin de su reinado como el número uno de Hollywood, iniciándose un periodo trágico a nivel personal que afectaría a su carrera profesional y le llevaría a detener el rodaje de la magnífica Luces de Ciudad (City Lights). Como consecuencia, no sería hasta tres años después, en 1931, cuando se estrena Luces de ciudad, que se convierte en el éxito más grande de Chaplin, a pesar de ser una película muda en un periodo en el cual el dominio del sonoro era total. Y aún no había dicho su primera palabra...
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