miércoles, 30 de enero de 2019

La doble vida de Verónica (1991)


<<No necesito tener millones de espectadores, pero quiero tener la sensación de que alguien me necesita para algo. Incluso cuando hago películas —como todos mis compañeros— para mí mismo, busco a alguien que, como una quinceañera de Francia, me diga: "He visto La doble vida de Verónica y he sentido que existe algo con alma". Si no tengo en cuenta lo que dice esta chica, no tiene sentido sacar la cámara del cajón...>>

Krzysztof Kieslowski*


El poeta surrealista 
Paul Éluard escribió que <<hay otros mundos pero están en este. Hay otras vidas, pero están en ti>>. Su cita parece encajar en un cineasta tan personal y honesto con su cine como lo fue Krzysztof Kieslowski, y encaja porque todos los mundos expuestos en las películas del realizador polaco y todas las vidas de sus personajes remiten a las inquietudes éticas, morales y existenciales de un mismo ser: el propio cineasta, aquel que evoluciona por etapas: de la Escuela de Cine de Lodz al cine documental, dando paso a la ficción realista y social que registra la realidad de su país de origen, y posteriormente al grado de abstracción que alcanza su máxima en La doble vida de Verónica (La double vie de Véronique, 1991). Esto lleva a la existencia del Krzysztof Kieslowski realizador de documentales y del director de largometrajes de ficción, como también hubo un Kieslowski anterior y posterior a su encuentro con quien sería su guionista habitual, Krzysztof Piesiewicz, desde Sin fin (Bez Konkca, 1984) hasta Tres colores: Rojo (Trois couleurs: Rouge, 1994). También podríamos distinguir entre el cineasta que hizo cine y televisión en Polonia y el que filmó en Francia tras la caída del sistema comunista o entre aquel Kieslowski que concedió el protagonismo de sus primeros films a personajes masculinos y aquel otro que se decantó por los femeninos en su última etapa cinematográfica, aunque unos y otros representan lo mismo: el individuo y su continúa búsqueda. Por el camino rodó cortometrajes, documentales, se produjo su debut en largometrajes de ficción con La cicatriz (Blizna, 1976) o alcanzó otras de sus cimas creativas en su prestigiosa serie televisiva Decálogo (Dekalog, 1989), de la cual La doble vida de Verónica podría ser una prolongación.


Fue el primer título que filmó fuera de Polonia, pero esto no cambia que contenga las inquietudes existenciales de su obra, aunque la película no expresa en viva voz preguntas metafísicas, salvo el <<¿qué quiero realmente?>> de la Verónica polaca, en sí mismas las imágenes cuestionan y, sobre todo, muestran la complejidad interior de las dos Verónicas protagonistas. Ambas son mujeres iguales en aspecto, también en intenciones (buscan su lugar), gustos (la música), experiencias (ambas han perdido a la madre) y dudas similares, pero con distinta fortuna y elecciones opuestas. Mientras la Weronica polaca se decanta por el arte y pierde la vida en el intento, la Véronique francesa lo abandona para vivir, aunque sin saber hacia dónde le conduce su existencia, al menos ignorándola hasta que comprende cuál es la finalidad de su búsqueda. Respecto a la obra de
Kieslowski, la realizadora Agnieszka Holland, que trabajó como actriz en La cicatriz, escribió en la introducción del libro que El festival de San Sebastián dedicó al director que <<todas las películas de Kieslowski —desde sus primeros documentales hasta Tres colores son en lo más íntimo de su naturaleza la expresión viva de lo inefable. El misterio del destino de cada hombre>>*. Y ese misterio de la existencia, de cada individuo, aunque se encuentre conectado con el resto de los individuos, como sería el caso de las dos Verónicas, es desconocido y misterioso, en ocasiones incluso mágico y siempre imprevisible. El uso de la fotografía, con presencia dominante de tonos verdes y rojos, la música que se repite alterando sus acordes, los silencios que remiten a la interioridad, la subjetividad de la cámara y la doble presencia de Irene Jacob, dando vida a las dos Verónicas, nos abren la puerta a un mundo intangible real donde el azar —ya presente en la espléndida El azar (1981), título que el realizador había rodado diez años antes—, el vacío, el amor o las dudas existenciales como <<¿qué quiero realmente?>> forman parte de los individuos, quizá marionetas en manos del tiempo y del espacio, pero marionetas con alma, con anhelos, que buscan y a veces comprende que el objetivo de la vida consiste en vivirla.



*Colección Nosferatu nº 12: La doble vida de Krzysztof Kieslowski. Donostia Kultura, Euskadino Filmategia-Filmoteca Vasca. Donostia/San Sebastián, 2015

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