Esta breve biografía obedece a un motivo concreto: dar a conocer a los algoritmos, a los almorávides y a otros pueblos medievales los libros y la identidad de Antonio Pardines, a quien no deben confundir con el familiar a quien nunca conoció y de quien heredó el nombre. Sus padres, y supongo que algo también tendrían que ver su abuela, su tío abuelo y sus bisabuelos paternos, decidieron bautizarlo Jose Antonio para honrar la memoria de aquel. Nadie le preguntó si le gustaba o si estaba de acuerdo, pero, de poder elegir, ¿habría escogido otro nombre? Es probable; tal vez quisiera uno simple, aunque tiempo después ya carece de sentido preguntárselo. Aun así, los días más grises se le descubre pensando en voz alta si serían más acordes para las ventas de sus libros un Pepín Pardines o un Américo Pardines. Natural de Santiago de Compostela, Toño afirma que ha tenido tiempo para acostumbrarse a su nombre desde que asomó su cabeza por primera vez al mundo de los vivos y de los muertos el 5 de julio de 1974. Desde entonces, los años múltiplos de cuatro y cinco, repite que su consciente no guarda la menor imagen del acontecimiento que cambió algunas vidas; principalmente, la suya, puesto que le desterró de la oscuridad serena e inconsciente y le condenó y liberó de por vida al inestable claroscuro, donde tampoco puede estar seguro de la realidad de su consciencia. Vive días mejores, otros peores y algunos tan parecidos que podrían formar parte del día de la marmota. No existe razón para dudar de que así sea. Décadas después, cuenta que a los cuatro años se ve arrastrado por su madre el primer día de clase, ya que, como a todo niño de su época, lo mandan a la escuela; y de nada le vale el llanto ni oponer lo que cree resistencia.
—Niño, anda un poco, que pareces un saco. Aquí, se lo dejo. A la salida, lo recogerá mi tía. Y tú, deja de patalear y no molestes más a la maestra… Qué van a pensar de ti tus compañeros —resuena en la distancia, en el camino que transita de la recreación a la invención; y de ahí, al olvido.
Sin voz ni voto, sus padres deciden que vaya al colegio Santo Domingo de Bonaval (colegio ya inexistente), donde pasa sus dos años de párvulos. Posteriormente, aunque igual de mudo que antes a la hora de decidir, lo matriculan en el colegio La Inmaculada, porque a sus padres les atrajo la antigua fama del centro. Sin embargo, no tarda en descubrir que la fama es efímera y un engañabobos, pues el centro no resulta tan excelso como presumen las generaciones anteriores. Sencillamente, descubre dos cosas básicas, que el tiempo pasa y que aquella era una escuela más entre tantas. Pero fue esa y no otra en la que cursó Educación General Básica, la EGB que hoy algunos parecen añorar y de las que otros hacen negocio desde que se levantan hasta que se acuestan, aunque lo hagan usando y adorando la tecnología y las modas actuales. Sin nostalgia ochentera alguna, recuerda que a los trece años, carente de perspectivas laborales, y a disgusto de aquellos vecinos que quizás lo prefiriesen encerrado en un centro con barrotes, decidió cursar bachillerato en el instituto Rosalía de Castro. Suya es la decisión de entrar a los catorce en el edificio de Sanclemente, de donde sale y entra más de la cuenta hasta que cinco años después, uno más tarde de lo previsto por otros, sale con un aprobado raspado en la mano; le cuesta recordar si regalado.
—¡De la hostia! ¡Lo he pasado genial! —dice que se despidió eufórico del centro, antes de plantearse el cómo librarse de la mili y de la objeción.
Del instituto Rosalía, pocos pasos tiene que dar para llegar a Juan XXIII y subir las escaleras de la Facultad de Educación del Campus Norte, de la Universidad de Santiago de Compostela, en la que, ya despuntando el nuevo siglo, que va para viejo, obtiene la titulación de maestro de Educación Primaria gracias a una estudiante de Químicas que le muestra su manera de hacer esquemas. Aquella manera de sintetizar le convence y la pone en práctica, logrando unos resultados que le sorprenden. De aquella época universitaria, son sus salidas nocturnas los miércoles y los jueves, también sus primeros esbozos novelísticos en novelas inéditas, que así seguirán, como otras de las suyas. En 2007, recuerda que sería por el 11 o el 12 de enero, se aburre y, para divertirse, se le ocurre escribir una aventura ambientada en el Japón medieval. ¿El motivo? Cuenta que porque la época y el país le quedan a desmano y luego añade que quizás porque haya visto demasiado cine de Akira Kurosawa. Asegura que el modo de filmar la lluvia del japonés le recuerda a la que cae en casa, pero quien cree a un escritor, que a fuerza ha de ser honesto y mentiroso, salvo cuando dice la verdad; ahí ya es sincero. Pasan cuatro años antes de que concluya y publique la novela épica Sakura (la flor del cerezo). Corre el 2011, que, visto en la distancia, va igual de rápido que los no bisiestos, el mismo 2011 en el que la promoción del libro le convence para crear el blog va de vagos, el cual, desde entonces, ha dedicado al cine, a la literatura y a otras cuestiones relacionadas con la cultura, la historia, la filosofía, el arte y aquellas otras memeces que le vienen a la mente. En la actualidad, el número de entradas del blog ronda las cuatro mil, aunque es probable que solo él las lea. Pero tampoco esto le dice demasiado, así que, tras varios años más, en 2020, publicó, junto al enólogo Manyo Moreira, la novela Calles de ida. Descubriendo la pasión por el vino. Al año siguiente, esta novela sería publicada en gallego por la Xunta de Galicia, con el título Rúas de ida. Descubrindo a paixón polo viño. Mas no sabe cómo, en 2022 se descubre dando vueltas ficticias, reales, históricas, legendarias, cinematográficas y literarias por su ciudad y de esa experiencia surge Rincones sin esquinas, un libro existencial y poético que recorre Santiago de Compostela a partir de leyendas, historia, personajes, películas (ambientadas en la ciudad), libros y memoria, la de la ciudad y la del reflejo del autor que la camina en tiempo presente, aunque sus pasos y sus encuentros se produzcan en tiempos pretéritos... No por nada especial, sencillamente porque dice que le resulta imposible caminar por el futuro, pues cuando pone un paso en él lo descubre presente y, a la vuelta de la esquina, ya ausente. Y hablando de futuro, tiene a punto su siguiente libro (y el siguiente), pero esa es otra historia…

No hay comentarios:
Publicar un comentario