Eduardo Galeano y Los hijos de los días

Trescientas sesenta y cinco jornadas forman nuestros años bisiestos y el mismo número de historias el libro de Eduardo Galeano Los hijos de los días. A lo largo de sus páginas, Galeano nos cuenta una historia por jornada; la del 29 de febrero se la dedica a la noche en la que se coronó, en la ceremonia de los Oscar, Lo que el viento se llevó (Gone to the Wind, Victor Fleming, 1939) y a la nostalgia que atribuye al film, la del esclavismo. Así repasa la Historia y algunos de sus mitos, tomando su título de la biblia maya, lo cual ya resulta significativo. Por un lado, reivindica los pueblos y las culturas precolombinas, las oriundas americanas. Aquí hago un alto para decir lo ya sabido, que antes de Colón también existían otros lugares donde se desarrollaban culturas y vidas dispares en cualquiera de los cinco continentes, ya fuesen viejos para unos o desconocidos para otros; por ejemplo: Europa era el viejo mundo para sus pobladores, mas era nuevo para los americanos o, para los europeos, asiáticos y americanos, gran parte de África y Oceanía eran territorios inexplorados (y viceversa, claro), por tanto desconocidos e incluso inexistentes a pesar de existir, pues la tierra estaba allí y no cabe duda de que estuviese habitada por distintos pueblos, cada uno con su cultura y todos desconocidos para los habitantes de otros lares. Una conclusión de esto podría ser que teníamos vecinos, y no lo sabíamos; y otra que, ignorantes y egocentristas, históricamente priorizamos el ver y decir desde nuestra limitada perspectiva. Por otro lado, ese nacer en el tiempo que nos condiciona, nos limita y nos atrapa. El ser hijos de los días hace referencia a nuestra temporalidad y fugacidad humana. Somos nacidos y mortales, éramos nada y lo volveremos a ser, pues somos seres condenados a vagar entre esos dos extremos que nos depara un mínimo de tiempo antes de que volvamos a desaparecer sin dejar rastro; incluso los nombres de la historia acabarán por borrarse y todo apunta a que también nuestra historia está condenada a desaparecer en un devenir que ignoramos hasta donde alcanza. Pero, mientras no suceda, no está de más recordar y eso hace Galeano al escribir en sus páginas nombres de mujeres y hombres y los hechos que protagonizaron. Son los que inspiran al escritor uruguayo para dar contenido a esta obra que se decanta por la crítica a la autollamada civilización, concretamente aquellas que surgen en Europa y alcanzan América. El contenido de Los hijos de los días resulta interesante, y su texto se lee en un suspiro, ya que Galeano se queda en lo anecdótico y le añade un estilo ameno, en ocasiones irónico, siempre claro en su postura —el autor nunca la oculta ni se esconde— y de sencilla lectura…
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