Nacido en Florencia, en 1265, Dante crece y la historia sigue su curso. El medioevo está a un paso de su final, aunque todavía ningún contemporáneo medieval lo sepa, porque nadie, en su día, piensa que su época se acabe; ni las mentes más osadas de entonces podrían aventurar que la suya se sitúe entre dos humanistas, aunque no menos sanguinarias —una de las grandes diferencias estriba en la buena publicidad de unos y la mala de la que queda en medio—. Será en el Renacimiento cuando se hable de la Edad Media, a la que se le dará una mala publicidad, basada en su aparente inamovilidad; aunque, de no moverse, ¿cómo habría llegado el renacer? Mas el poeta de la Comedia no pertenece al renacer de la cultura clásica, aunque se trate de un precursor de Petrarca y Bocaccio, tal vez los dos escritores renacentistas más reconocidos en la actualidad…
Los años avanzan y el bebé Alighieri da sus primeros pasos mientras otros apuran los intermedios y algunos ya caminan los últimos. Alfonso X el Sabio, cuya corte brilla en la memoria popular por su poesía, muere cuando el joven florentino cuenta con dieciocho años, edad a la que Dante se encuentra a Beatriz, ya convertida en mujer, y en la que se hace discípulo y amigo de Guido Cavalcanti, a quien desterrará hacia 1300, cuando, ya inmerso en la política, el creador del Purgatorio ejerza la máxima magistratura de Florencia. Él también vivirá la experiencia del exilio al año siguiente, en el momento que la ciudad del Arno cae en poder de los güelfos negros, rivales de los blancos, que es la facción a la que pertenece el escritor y futuro embajador en Roma…
Pero una década antes de su condena por malversación —a la que habría que añadirle su sentencia a muerte, en rebeldía—, Dante tiene veinticinco años, corre el 1290 de la era cristiana y, en Portugal, el rey trovador don Dinis funda la que será la primera universidad portuguesa en Lisboa, que en 1308 se transfiere a Coimbra. No era la primera europea, digamos que tal honor recae en la de Bolonia (siglo XI), pero en las tierras que, en el XVI, verían nacer a Luis de Camoens estaban orgullosos de su rey y de sus ambiciones artísticas y educativas. Tal vez el monarca luso supiese que toda sociedad, país, reino e individuo deberían priorizar y preocuparse por la educación, no como parte de fines políticos —como así parece haber sido hasta la fecha, y todo apunta a que más allá de esta— sino como medio y finalidad en sí misma, que permita a dicha sociedad y a la persona su liberación, su maduración, su buen desarrollo; al menos uno mejor que al que conducen la ignorancia (sin curiosidad), la brutalidad, el fanatismo y culto a cualquier ideología —no confundir con ideas ni con pensamientos o filosofía—, cuya máxima y meta siempre es imponerse y destruir el resto…
Un año después, en 1291, por aquí estamos tristes, pues fallece Paio Gómez Chariño, junto Martín Códax, Meendiño o Joan Airas, de los poetas gallegos más famosos y queridos de su tiempo. Apuradas las lágrimas, que siempre hay en todas las casas y edades, ya falta menos para que Dante Alighieri entre a formar parte del séquito florentino del francés Carlos Martel de Anjou y que un monje ermitaño acceda al trono pontificio. Mas Celestino V, que así se hará llamar Pietro Angeleri, renuncia antes de cumplirse los seis primeros meses de su papado. Este Celestino es el primero de los papas en renunciar de forma voluntaria; otros lo habrían hecho antes de manera involuntaria, por medio del martirio o del asesinato —de hacer caso a las habladurías, incluso sin tener que ver con la política, Juan XII, de quien se dice el papa más joven de la historia, murió martilleado por un marido celoso—. Su lugar lo ocupa Bonifacio VIII, quien no se contenta con la renuncia de su predecesor, de quien recela sin pruebas, pero con temor a que sea su rival. Pobre ermitaño, que solo quería paz y se encontró encerrado por orden de aquel Bonifacio, que se convertirá en uno de los enemigos del poeta y político florentino. Muerto el papa, en 1303, Clemente V accede a la silla de Pedro y se lleva la corte papal a Aviñón. ¿Por qué lo hace? ¿Porque sabe que, algún día, de allí serán las señoritas? Pero ahora regresemos a 1295, año en el que escribe La flor, ya había creado Vida nueva, y en el que fallece Martel, protector de Dante, pero este ya era entonces un político hecho y derecho, más todavía le quedaba unos años para escribir el Infierno, cuya redacción inicia en 1307, catorce años antes de que concluya el Paraíso y también su existencia…