domingo, 7 de septiembre de 2025

Regreso al futuro III (1990)

Hay varios aspectos que se repiten a lo largo de la trilogía Regreso al futuro, desde algunas fechas a las que la historia regresa, la de 1955 y la 1985, hasta el reloj del ayuntamiento, pasando por la inmadurez de Marty, la cual parece decir adiós una vez de vuelta del salvaje oeste en el que se ambienta esta tercera parte, cuando Doc les expresa (a Marty y a Jennifer) una doble sentencia que bien podría considerarse la moraleja de la serie, al menos la más evidente y quizá también la más falsa: <<Vuestro futuro no está escrito, solo depende de vosotros>>. Escuchar esto me genera no pocas dudas, porque una mirada alrededor y al interior parece confirmar que en cada individuo existen factores y actores externos que le condicionan y que condicionarán ese futuro que, según en científico, solo depende de ellos. Pero solo se trata de una frase de película y, tal vez, la moraleja más interesante sea aquella que Zemeckis no expresa, sino que muestra desde el inicio y que cuestiona para qué la ciencia sin corazón, y de esto último pueden presumir tanto “Doc” como Marty. Parece pregúntaselo a lo largo de su filmografía, en la que juega con el tiempo y con la tecnología. En Regreso al futuro parte III (Back to the Future Part III, 1990) lo hace desenfadado, tal como había hecho en las dos anteriores entregas, pero viajando al viejo oeste, el del cine, el nacido de las historias y de la leyenda, regresa al western, al de John Ford, también al satirizados por los hermanos Marx y al italianizado de Leone, a cuyos spaghettis Zemeckis rinde homenaje en varias escenas; por ejemplo: el travelling ascendente que supera la estación para abrirse al nuevo y viejo mundo al que accede Marty, quien, en 1885, asume para sí el nombre de Clint Eastwood. En esta parte III, Zemeckis amplia su radio de acción, abarcando de este modo desde 1885 hasta 2015, para cerrar el círculo que se abre y cierra en 1985, cuando el protagonista adolescente ya ha madurado, pues ya no confunde el valor con tener que demostrar que no teme a nadie. Y en ese punto hay otra moraleja, más sincera o real que la expresada por Doc, la del futuro no escrito y que solo depende de uno, que vendría a decir que todos tenemos algún miedo, y no hay nada malo en ello, puesto que, en su estado natural, es incluso una defensa contra posibles peligros que represente el medio. Otra cuestión resulta cuando se transforma en obsesión y terror, pero en Regreso al futuro no hay cabida para ese aspecto psicológico, sino para otros como el amor, aquel que, en su vertiente amistosa, une a Marty y a Doc, y el que despierta entre el científico y Clara en 1885, pues ambos siente una atracción intelectual a primera vista que les desnuda la materia gris y les lleva al deseo, el que Marty no ve con buenos ojos porque podría trastocar su misión de regresar a 1985 y poner en orden aquellos desbarajustes temporales que le han llevado a recorrer distintos puntos del continuo espacio-tiempo…



No hay comentarios:

Publicar un comentario