domingo, 12 de febrero de 2012

El guateque (1968)


Cuando se pretende organizar una fiesta se debe comprobar que, por error, se ha invitado a Hrundi V.Bakshi (Peter Sellers), o si lo que se busca es una velada cercana al caos, que se le invite sin más, pero que el anfitrión no olvide contratar a un mayordomo tan eficiente como Levinson (Steve Franken), ese que prefiere beberse los combinados a servirlos. Hecha la advertencia cabría decir que Blake Edwards y Peter Sellers acertaron al crear a un personaje tan despistado como su exitoso inspector Clouseau, un individuo que se recrea a sus anchas por esa lujosa casa en la que reina un humor absurdo, que le confirman como el alma de la fiesta. El guateque (The party) comienza con el torpe actor hindú mostrando sus dotes artísticas, al tiempo que busca el lugar adecuado para anudar los cordones de sus zapatos, y lo encuentra a la primera, provocando que la explosión del fuerte, la escena cumbre de la película en la que trabaja, se adelante el tiempo justo para fastidiar el film. El accidente irrita a todos, sobre todo a Divot (Gavin MacLeod), el productor, y a uno de los ejecutivos más importantes del estudio, el señor Clutterbuck (J.Edward McKinley), quien se encarga de escribir el nombre de Hrundi V.Bakshi en una lista negra que, por despiste, resulta ser la lista de invitados a la fiesta que celebrará en su casa. Con los antecedentes mostrados antes de los títulos de crédito uno se puede imaginar lo que sucederá en la mansión Clutterbuck, donde se reúne una peculiar fauna de esnobs relacionados con el mundo del celuloide y otros ámbitos sociales, que nada tienen que ver con el elegante Bakshi. Amedrentado y sin querer llamar la atención, a pesar de sus calcetines de color radiactivo, no logra pasar desapercibido, porque ese rasgo no forma parte de su naturaleza. Así pues comete una, dos, tres... torpezas, y eso que aún no se ha sentado sobre la ridícula silla desde la que, si bien lo intenta, no logra probar bocado. Quien sí prueba, pero no alimentos, sería un camarero que resulta un complemento ideal para que las andanzas de Bakshi no saturen y corran el riesgo de convertirse en monótonas sucesiones de gags en los que se muestra su torpeza. La fiesta se desarrolla tal y como no desea la señora Clutterbuck (Fay McKennzie), circunstancia observada por un esposo que no puede más resignarse a tener en su casa a un individuo del que desconoce su identidad, mejor así, porque en caso contrario Bakshi correría el riesgo de morir estrangulado. Hrundi Bakshi continúa haciendo de las suyas, desapareciendo del lugar de los hechos y reapareciendo en el extremo opuesto de la zona cero, saludando como si nada, pretendiendo indicar que él no ha podido ser el causante del desastre. Este torpe actor hindú, que no puede comunicarse en hindustaní, porque, que raro, ninguno de los invitados lo habla, tiene la fortuna de conocer a Michele Monet (Claudine Longet), una joven y agradable aspirante a actriz, contraria a su petulante pareja. Queda claro cuales son las intenciones de Divot, a parte de colocarse correctamente el peluquín, pero también queda confirmada la postura de una mujer que prefiere ser ella misma a claudicar ante un hombre que la amenaza con destruir su carrera antes de que ésta empiece. Blake Edwards planteó un humor surrealista para mostrar unos gags que si bien hacen reír, lo hacen en determinadas ocasiones, pero en conjunto resulta una comedia divertida, en la que Peter Sellers pudo dar rienda suelta a su capacidad para crear un estado de caos total, como había logrado con su personaje más famoso y torpe.

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