miércoles, 10 de abril de 2013

Falso culpable (1956)


Entre las sombras asoma la oronda figura de Alfred Hitchcock para advertir al espectador de Falso culpable (The Wrong Man, 1956) que la historia que se verá a continuación contiene sucesos más sorprendentes que los desarrollados en sus películas anteriores, por el mero hecho de que el drama que va a ser proyectado se basa en un acontecimiento real. A pesar de la presentación realizada por el cineasta británico, no se trata de un episodio de Alfred Hitchcock presenta sino de una intriga cinematográfica que, como bien apunta el título, tiene como eje argumental la confusión de identidad que convierte a un inocente ciudadano de a pie en el falso culpable hitchcockiano por excelencia y el más dramático de los expuestos por Hitchcock en sus películas. Al inicio del film se descubre a un matrimonio de clase media-baja que a duras penas puede asumir los gastos del hogar o el arreglo de la dentadura de Rose (Vera Miles), pero estas carencias no afecta a su relación, basada en el afecto, en la mutua confianza y en el cariño que profesan a sus dos hijos. En un segundo momento se observa cómo la monotonía de los Balestrero se rompe de manera inesperada como consecuencia del equívoco de las empleadas de una agencia de seguros, quienes señalan a Christopher Balestrero (Henry Fonda) como el autor de varios robos y asaltos a mano armada.


Así de simple y así de alarmante, un parecido más o menos razonable convierte a un inocente en culpable de delitos que no ha cometido, de tal manera que, en la nocturnidad, tras salir del trabajo y dirigirse hacia su hogar, varios agentes de la policía lo asaltan cuando se dispone a abrir la puerta de su casa, donde ni siquiera le permiten contactar con su esposa para decirle que debe ausentarse, aunque todavía no sabe por qué o para qué. En todo momento semeja obviarse la presunción de inocencia del sospechoso, por lo que se observa en la pantalla, excepto su mujer y su abogado (
Anthony Quayle), el resto de personajes están convencidos de su culpabilidad, basada en el testimonio de una empleadas condicionadas por el miedo y los confusos recuerdos del día del atraco. Esta perspectiva, escogida por Hitchcock, muestra las sensaciones y emociones que dominan al falso culpable en las diferentes etapas de su descenso a los infiernos: desconcierto, cuando es obligado a pasearse por las tiendas que se supone que atracó, incómodo y nervioso durante la rueda de reconocimiento, derrotado cuando se le encierra dentro de un entorno de criminalidad al que no pertenece, esperanzado, cuando busca en compañía de Rose a los testigos que podrían corroborar su inocencia, impotente, al descubrir que todos han fallecido. Todas estas etapas que se desarrollan en su mente provocan su desilusión, aquella que lo domina en el tribunal donde el fiscal da por hecho que se trata del culpable, pero sobre todo se siente destrozado al comprender que Rose ha perdido su equilibrio emocional, al juzgarse responsable de la delicada situación por la que atraviesa su familia.



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