martes, 9 de abril de 2013

Los verdugos también mueren (1943)


De las cuatro películas antinazi realizadas por 
Fritz Lang durante su primera década de exilio estadounidense, Los verdugos también mueren (Hangmen also die, 1943) pasa por ser la más explícita a la hora de mostrar la opresión, represión y barbarie impuestas por el régimen nacionalsocialista. Para ello, el realizador vienés ubicó la acción en 1942, concretamente en la ciudad de Praga, ocupada por aquel entonces por el ejército alemán bajo el mando del protector Reinhard Haydrich (Hans Heinrich von Twardowski), apodado "el verdugo" y el dirigente de mayor rango presente en la firma de la “solución final”. Contra este alto mando de la SS atenta el doctor Svoboda (Brian Donlevy) como parte del movimiento por la libertad del pueblo checo. Svoboda se da a conocer al espectador mientras huye por las sombrías calles de una capital de decorado, perseguido por soldados a quienes logra despistar gracias a la intervención de una desconocida que los engaña para que el fugitivo no sea descubierto. Al llegar a casa, Nasha Novotny (Anne Lee) se sincera con su padre (Walter Brennan), y este le advierte que guarde silencio sobre su encuentro si no quiere que la policía secreta se entere del incidente. Instantes después alguien llama a la puerta, Nasha abre y descubre que se trata del mismo individuo que huía por las calles. ¿Qué pueden hacer si hay toque de queda? Al ofrecer cobijo al recién llegado, tanto el profesor Novotny como su hija asumen el grave riesgo que conlleva su hospitalidad, ya que, aunque no lo pronuncien, ambos saben que su invitado ha matado al "verdugo".


La conciencia de padre e hija les posiciona en contra del régimen represor y les impulsa a ocultar al recién llegado, a pesar de los comunicados radiofónicos que anuncian medidas de castigo inmediatas, que sólo dejarán de ser efectivas cuando el asesino sea arrestado o entregado. A la mañana siguiente, gracias a la amabilidad de la familia Novotny, Svoboda se encuentra a salvo y regresa a su hogar, aunque sumido en un dilema moral en el que se enfrentan dos ideas: entregarse, y así salvar las vidas de los arrestados durante la noche, o aquella que le aconsejan los líderes de la resistencia. En un primer momento, 
Fritz Lang se decantó por una perspectiva que se centra en el doctor, y aunque la intriga nunca le abandona del todo sí desvía su interés hacia Nasha, a quien se descubre confundida y asustada como consecuencia de la actitud aparentemente despreocupada de ese individuo que no piensa entregarse para salvar a su padre (y a tantos otros que al igual que aquel han sido arrestados). Desesperada por la suerte que pueda correr su progenitor en manos de la Gestapo, la joven acude al cuartel de la policía de ocupación para confesar; pero en ese espacio cerrado y controlado, donde se emplean métodos de persuasión violentos, Nasha comprende que el hombre a quien pretende delatar no es el culpable de las ejecuciones en masa que se están llevando a cabo; los verdaderos responsables son aquellos que la acosan para que entregue al asesino del protector. Después de que la chica asuma su postura moral, y decida no revelar aquello que sabe, el colectivo  se convierte en el único medio capaz de oponerse a la represión. Es entonces cuando personajes como Jan (Dennis O'Keefe), el novio de Nasha, algunos miembros de la resistencia o el pueblo de Praga, representado por varios anónimos desconocidos, deben actuar en coordinación para hacer creíble la declaración de la joven, en la cual se señala como asesino del "verdugo" a un miembro de la resistencia, Czaka (Gene Lockhart), que en realidad es un confidente de la Gestapo. Lang maneja a la perfección la narración de Los verdugos también mueren y crea una excelente película de intriga con falso culpable incluido, aunque solo del crimen que se le pretende acusar, pues en todo lo demás se descubre como un ser mezquino que ha traicionado y llevado a la muerte a muchos de los suyos, convencido del beneficio que le proporciona posicionarse a favor de quienes ostentan el poder, postura contraria al pueblo de Praga, que continúa unido a pesar de las represalias que no logran el objetivo de quebrar su identidad.

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