martes, 11 de enero de 2022

El caso Sloane (2016)


Poco tienen en común Shakespeare enamorado (Shakespeare in Love, 1997) y El caso Sloane (Miss Sloane, 2016), salvo que ambas son obra del mismo director y que buscan entretener mediante el engaño, aunque la segunda no es una farsa sobre un personaje real, sino que su engaño obedece al efecto sorpresa pretendido por la narración que John Madden realiza a partir del guion escrito por Jonathan Perera, hasta entonces un completo desconocido en la industria cinematográfica. La trama planteada está construida para causar tal efecto mientras entretiene y juega con el publico mostrando los entresijos de una campaña —a favor y en contra de un proyecto de ley que regula el uso de las armas de fuego— que enfrenta a dos empresas que trabajan para los grupos de presión en Washington. Las primeras imágenes del film apuntan el protagonismo absoluto de Elisabeth Sloane (Jessica Chastain), una mujer que sabe ir un paso por delante de sus rivales, pues, aparte de su sobrada capacidad intelectual, trabaja más y rinde más que el resto porque ha abandonado cualquier debilidad aparente. Domina su entorno, uno tan complejo como el mundo de la política, y no duda en emplear recursos de ética dudosa, como vigilar a su propio equipo o, sin el conocimiento ni el consentimiento de la interesada, utilizar a su colaboradora Esme Manucharian (Gugu Mbath-Raw) para caldear un combate televisivo donde pone en duda la inmovilidad constitucional. El primer momento de la película, la muestra preparándose para la celebración de la vista del comité del senado que la investiga, pero también apunta su filosofía de ir por delante para sorprender y vencer. Pero esta imagen es parte del juego que nos propone la película, ya que Elisabeth es mucho más que esa apariencia inicial que se irá completando en el pasado al que El caso Sloane acude para mostrar los hechos; al menos, los que Madden y su protagonista quieren que veamos hasta desvelar la visión conjunta que se descubre al final del metraje.



Si en su comedia sobre un
Shakespeare imposible, Madden desarrolla la acción en un pasado inexistente y recrea una comedia romántica vacía de emociones y disfrazada de dudoso ingenio, en El caso Sloane se adentra en la ambigüedad de la política contemporánea y de los grupos de presión de la mano de una espléndida Jessica Chastain —si se prescinde de los adornos y de los engaños formales, ella es la película—, que da vida a una mujer con amplios conocimientos del terreno que pisa dominante, fuerte, valiosa, implacable, desafiante, en apariencia inhumana: no le importa traspasar límites éticos, le importa ir un paso por delante. Respecto a su postura y sus modos, resulta un personaje interesante, tanto por lo que dice como por lo que esconde o por las perspectivas e incomodidades que desvela y que invitan a la reflexión, al tiempo que se convierte en el centro de un entretenimiento cinematográfico que apunta sorpresa, salvo que no sorprendente a quien haya estado atento. Y no lo hace porque, tras contemplar su decisión, su eficiencia, su carácter, sus palabras y su máxima de ir siempre un paso por delante del rival y golpearlo justo después de que este haya jugado su baza, resulta difícil creer que alguien como Sloane haya dejado cabos sueltos en su cruzada contra el lobby de las armas, uno de los más poderosos de la nación. Visto desde cierta perspectiva, todo país es una empresa y Estados Unidos es su modelo liberalista por excelencia y eso es lo que muestra El caso Sloane en parte de su trama, al desvelar entresijos de la política, intereses, corrupción, negocio, poder… A lo largo del film, Madden expone las mentiras que se esconden tras la imagen pública, la ausencia de ética y los intereses, desconocidos para la mayoría de los electores, entre otras cuestiones que se confunden o pretenden confundirse al decir una cosa para conseguir otra distinta. Ese es el juego que Sloane y Pat Connors (Michael Stuhlberg) aceptan desde los polos opuestos de un proyecto de ley sobre la regulación de la venta de armas de fuego a individuos con antecedentes, después de que la primera renuncie a su trabajo en la empresa donde todo vale, mientras se obtengan los resultados y los beneficios esperados, una empresa antagónica a la “pequeña” compañía de Rodolfo Smith (Mark Strong), que ofrece a la en apariencia amoral protagonista el mando de la campaña a favor del control de armas.



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