Su paso sin pena ni gloria por las salas comerciales francesas, por aquel entonces la atención la acaparaban la Nouvelle Vague y Al final de la escapada (A bout de souffle; Jean-Luc Godard, 1959), no resta a la hora de considerar A todo riesgo (Classe tous risques) como uno de los títulos emblemáticos y fundamentales del polar francés, y lo es por su narrativa precisa, sin alardes, ajena a forzar los hechos o la conducta de su protagonista, crepuscular, taciturno y solitario, que se encuentra acorralado por un presente de fatalidad del que no puede escapar. Pero, aparte de su situación al margen de la ley, también se descubre su psicología, sus sentimientos y sus lazos afectivos, desde actos, gestos y silencios. Familia y amistad adquieren suma importancia desde el inicio de A todo riesgo, cuando, en la estación de tren de Milán, Abel Davos (Lino Ventura) se despide de sus dos hijos y de su mujer Thérèse (Simone France) antes de adentrarse por la capital lombarda en compañía de su amigo y socio Raymond Naldi (Stan Krol). En ese momento la voz en off informa que se trata de dos delincuentes buscados en Italia, donde ya no pueden permanecer ocultos. Por ello, y porque desean un nuevo comienzo, han decidido conseguir dinero y la única manera que conocen (y tienen) para lograrlo es robarlo. En plena calle, en una escena rodada con cámara oculta que realza su realismo, asaltan a dos guardias que custodian un maletín y se lanzan a la fuga, primero por la ciudad y poco después por carreteras que les reunirán con su familia para, una vez juntos, emprender el viaje a Francia, donde la justicia también les busca. Tras surcar las aguas que les separa de la costa francesa, en la nocturnidad de una playa, la fatalidad se presenta en forma de un tiroteo con dos aduaneros que caen muertos, no sin antes disparar sus armas sobre Thérèse y Raymond, que fallecen en el acto. Este es el comienzo ejemplar de uno de los grandes noir del cine francés, realizado por un casi debutante Claude Sautet e interpretado por dos iconos del género, los actores Lino Ventura y Jean-Paul Belmondo. Otro nombre propio a destacar en esta producción es el José Giovanni, novelista, guionista y cineasta clave en la evolución del polar, cuya novela homónima dio pie al guión del film, que contiene la práctica totalidad de las características que definen al subgénero: amistad, soledad, traición y la inevitable fatalidad que persigue al delincuente interpretado de manera magistral por Ventura. A pesar de sus discretos resultados comerciales, Giovanni no dudó en ensalzar la adaptación llevada a cabo por Sautet, la cual consideraba una de las más acertadas de las realizadas a partir de sus obras, la otra sería La evasión (Le trou, Jacques Becquer, 1960), con la que A todo riesgo guarda similitudes, sobre todo en sus personajes, atrapados los unos en la imposibilidad de un correccional del que pretenden huir y Davos preso de un destino que le arrebata cuanto posee: mujer, viejos amigos, en quienes confía para que acudan en su ayuda, e hijos, a quienes debe dejar al cuidado de otra familia para desaparecer hasta que pueda regresar a buscarlos. Esa es su idea, aunque son la decepción y el desencanto las que se hacen fuertes en su mente a medida que avanza el metraje, ya que comprende que no le quedan oportunidades ni amigos; sus camaradas del pasado no quieren ver comprometidas sus fachadas de hombres de negocios y se desentienden de él hasta que lo consideran una amenaza. La certeza de estar solo se confirma antes de su traslado a la capital francesa, cuando en lugar de sus antiguos socios, se presenta un desconocido (Jean Paul Belmondo) con quien iniciará una amistad que sí perdura, sin embargo, se trata de una relación que no calma su sensación de soledad ni evita el empleo de la violencia que se desatará en suelo parisino. Aparte del lazo perdido, la relación con Éric Stark le permite ver en el joven a su yo pasado, aquel joven Davos que aún estaría a tiempo de cambiar su vida y seguir otros derroteros que evitasen la derrota existencial que domina su presente, despojado de todo, ocultándose de sus viejos compañeros o visitando a sus hijos, a quienes intuye que no volverá a ver, antes de dar el paso que confirme definitivamente su sino.
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