A pesar de la escabechina sufrida, Una mujer en la playa se disfruta como una excelente película, de las más complejas y la más onírica de Renoir, que expone un drama que semeja formar parte de un sueño extraído de la mente desorientada del teniente de guardacostas Scott Burnett (Robert Ryan). Por lo que se puede observar en su primera aparición en la pantalla, Scott sufre cada noche la misma pesadilla, como si aún no se hubiera recuperado de su traumática experiencia bélica, de la cual los médicos le aseguraron que estaba restablecido. Pero el pasado sigue ahí y le impide encontrarse a sí mismo en el presente, de modo que se trata de un hombre atrapado y perdido cuando se produce su encuentro con la solitaria mujer que observa en la playa, al lado de un barco fantasma. A raíz del encuentro, Scott se siente atraído por Peggy (Joan Bennett), de quien se enamora hasta desear liberarla de la condena que la ata a su marido, el pintor Tod Buttler (Charles Bickford). Ellos forman el triángulo de una pesadilla que los atrapa para introducirlos en una atmósfera enrarecida que se va ennegreciendo hasta provocar que, en su deseo de liberar a Peggy, Scott piense en el asesinato como único medio de conseguirlo y, de paso, también conseguir a la mujer que se ha convertido en su obsesión. En una de las primeras escenas el oficial de marina descubre que Buttler es un famoso pintor que ya no puede pintar, como consecuencia del accidente de tráfico que dañó su nervio óptico y produjo la ceguera de la que el oficial duda. Para confirmar sus sospechas, en la inquietante secuencia que se desarrolla al borde de un acantilado, pone a prueba las capacidades visuales de Tod, precipitando su caída al vacío. Por fortuna el pintor solo sufre heridas leves mientras que a Scott la culpa le puede y confiesa que lo ocurrido fue consecuencia de su incredulidad, al pensar que se trataba de una mentira para retener a Peggy. Por su parte, esta dice odiar a su marido, como si con sus palabras desesperadas intentase manipular al guardacostas para liberarse de la oscuridad que Tod proyecta en ella, aunque parte de la negrura en la que vive surge de sí misma, de su interioridad, a la que su marido alude en un momento de intimidad: <<eres tan hermosa, tan hermosa por fuera y tan mala por dentro>>, aunque en realidad solo es otro personaje condenado a vivir encadenada al pasado que llena de tinieblas su presente. La temática de la película provoca nuevas similitudes entre Lang y Renoir, puesto que Una mujer en la playa encajaría dentro del universo langiano (al lado de Perversidad o La mujer del cuadro) y, sin embargo, las pasiones y las frustraciones humanas que muestran su trío protagonista encajan a la perfección dentro de los intereses del irrepetible cineasta francés, que supo dotar de onirismo y negrura a la ambigua y enfermiza relación matrimonial, pero también al hechizo en el que parece vivir Scott, cuya idea de asesinar lo domina y nubla su juicio, lo cual, unido al comportamiento del matrimonio, va desvelando el desencanto y la complejidad de vivir atrapados en la desorientación existencial que los une.
miércoles, 23 de noviembre de 2016
Una mujer en la playa (1947)
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