Desde una perspectiva popular, el oficio de guionista suele conllevar, según quién mire y opine, el pesar de permanecer a la sombra de los directores, de los productores y de las estrellas de las películas o la fortuna del anonimato que protege del acoso mediático. En todo caso, son muy pocos los escritores cinematográficos que se dan a conocer más allá del lugar donde escriben sus relatos o donde adaptan novelas que después el público verá en la pantalla. Respecto a esto se podría contar con los dedos de las manos los nombres de los guionistas que, sin llegar a ser realizadores (o que lo fueron de una o dos películas), son conocidos popularmente más allá del ámbito en el que se mueven o trabajan. Es probable que si a alguien, con un interés medio en cuestiones cinematográficas, le preguntasen por guionistas clásicos, no sin esfuerzo, respondería nombres como Dalton Trumbo, cuya inclusión en las listas negras forma parte de la historia oscura de Hollywood, Cesare Zavattini, figura clave en el nacimiento y esplendor del neorrealismo, Jacques Prévert, poeta y guionista fundamental del realismo poético francés, Suso Cecchi d’Amico, la gran guionista del periodo dorado del cine italiano, Thea von Harbou, durante años casada con Fritz Lang y escritora de muchas de sus películas alemanas de entreguerras, Carl Mayer, otro indispensable en el desarrollo del silente alemán, Alan Jay Lerner por sus famosos musicales o Dudley Nichols, quien, sin olvidar que dirigió tres películas y produjo cuatro, escribió numerosos guiones, entre ellos catorce para John Ford, a quien también se le asocia el guionista Frank S. Nugent. Si esta cuestión se trasladara al cine español, la respuesta se reduciría hasta el mínimo, posiblemente la mayoría recordaría al gran Rafael Azcona y poco más, pero obviamente hubo otros, entre ellos un escritor cinematográfico fundamental como Carlos Blanco Hernández, cuya habilidad para crear personajes y situaciones quedan expuestas a la perfección en Los peces rojos (José Antonio Nieves Conde, 1955), un guión que Joseph L. Mankiewicz se ofreció a dirigir en cuanto cumpliese con sus compromisos contractuales.
Asturiano de nacimiento, ávido lector desde la infancia y escritor de profesión en su madurez, Carlos Blanco se trasladó con su padre a Madrid tras el fallecimiento de su madre. En la capital española le sorprendió la Guerra Civil y, a sus diecinueve años, se presentó voluntario para luchar en el bando republicano, lo cual le deparó combatir en varios frentes, caer prisionero, ser juzgado por su rango de oficial (desde la inquina mostrada por el bando vencedor) y sufrir cinco años de estancia en la cárcel, desde 1939 hasta 1944. Para alguien señalado por el franquismo, las opciones profesionales se reducían al mínimo (las autoridades no le permitieron seguir con sus estudios de ingeniero de caminos). El día a día implicaba miedo, incertidumbre y hambre, aunque, ante su cruda realidad, Blanco no se desanimó e hizo lo que mejor sabía hacer: escribir historias, una de las cuales obtuvo una mención honorífica en un concurso de guiones, aunque el libreto de Don Beltrán de la Cueva no llegó a trasladarse a la pantalla. Su irrupción en el panorama cinematográfico español se produjo con el guión de Cuando llegue la noche, dirigido por Jerónimo Mihura en 1946, aunque su primer gran éxito lo obtuvo con Locura de amor (Juan de Orduña, 1948), y con él su situación personal (hasta entonces acosado por las fuerzas represoras del régimen) empezó a mejorar.
De sus historias rodadas, más de un tercio fueron dirigidas por José Luis Sáenz de Heredia, con quien, a pesar de sus ideologías contrarias, había iniciado una fructífera relación profesional en 1948 en Las aguas bajan negras, melodrama ambientado en el siglo XIX en una aldea asturiana donde se desata la lucha entre vecinos y mineros. Aunque no acreditó su participación, La mies es mucha fue su segunda colaboración con el cineasta madrileño. Más interesantes que esta última son sus colaboraciones de los años cincuenta: la libre adaptación de Don Juan, el excelente drama negro Los ojos dejan huella, la comedia fantástica Todo es posible en Granada, la única ocasión en la que hubo discrepancias entre director y guionista, y la aventura carlista Diez fusiles esperan. La década de 1960 se abrió con la propuesta de Samuel Broston que el escritor cinematográfico rechazó, ya que trabajar en el guión de Rey de reyes (Nicholas Ray, 1961), desde una perspectiva ya narrada, no le interesó; y les comentó una idea que años después titularía Informe secreto sobre la muerte de un carpintero (también inédito). En cuanto a guiones filmados, la década resultó estéril y no fue hasta su último encuentro profesional con Sáenz de Heredia, allá por 1970, cuando reapareció acreditado en un film. Un año después de Los gallos de la madrugada, cuya idea partía de su guión italiano La mujer, el vagabundo y el mar, creó su productora, Oscar Films, para la cual escribió y produjo Don Quijote cabalga de nuevo, interpretada por Fernán Gómez y Mario Moreno "Cantinflas", y La espada negra. Irónicamente, con el fin de la dictadura, contra la que había luchado, por la cual había padecido y perdido parte de su juventud, algunos lo calificaron de simpatizante del Franquismo, lo cual vendría a confirmar que la ignorancia y los prejuicios suelen viajar en el mismo compartimento. Años después recibió la Medalla de Oro de Bellas Artes y fue homenajeado en el Festival Internacional de Cine de Valladolid, donde se proyectó una retrospectiva de su obra, recuperando de ese modo a una figura clave del cine español.
La princesa de los ursinos (Luis Lucia, 1947)
Locura de amor (Juan de Orduña, 1948)
La mies es mucha (José Luis Sáenz de Heredia, 1948) (sin acreditar)
Llegada de noche (José Antonio Nieves Conde, 1949)
39 cartas de amor (Francisco Rovira Beleta, 1949)
Don Juan (José Luis Sáenz de Heredia, 1950)
Los peces rojos (José Antonio Nieves Conde, 1955)
Teresa de Jesús (Juan de Orduña, 1961) (no aparece acreditado, aunque el guión se basó en el escrito por Carlos Blanco y Manuel Mur Oti en 1951)
El apartamento de la tentación (Julio Buchs, 1971) (basado en una idea suya)
Los gallos de la madrugada (José Luis Sáenz de Heredia, 1971)
Don Quijote cabalga de nuevo (Roberto Gabaldón, 1973)
La espada negra (Francisco Rovira Beleta, 1976)
Hierba salvaje (Luis María Delgado, 1977) (basado en el guión Los peces rojos)
Todo es posible en Granada (Rafael Romero Marchent, 1982) (basado su guión para el film homónimo realizado por Sáenz de Heredia en 1954)
Hotel Danubio (Antonio Gimenez Rico, 2003) (basado en su guión Los peces rojos)
Premios y menciones
Medalla del Círculo de Escritores Cinematográficos al mejor guión por La princesa de los ursinos
Medalla del Circulo de Escritores Cinematográficos al mejor guión por Los ojos dejan huella
Nominado al Gran Premio en el Festival Internacional de Cine de Cannes por Todo es posible en Granada
Ganador del Premio del Sindicato Nacional del Espectáculo al mejor guion por Don Quijote cabalga de nuevo
Medalla de las Bellas Artes al Mérito
Espiga de Oro honorífica en el Festival Internacional de Cine de Valladolid en 2001
Bibliografía
Castro de Paz, José Luis y Pérez Perucha, Julio (coord.); El cine de Manuel Mur Oti, Festival Internacional de Cine Independiente de Ourense, Vigo, 1999.
Cobos, Juan; Conversaciones con Carlos Blanco. Un guionista para la Historia; XXI Semana Internacional de Cine de Valladolid; Valencia, 2001.
Rimbau, Esteve y Torreiro, Casimiro; Guionistas del Cine Español. Quimeras, picarescas y pluriempleo; Ediciones Cátedra y Filmoteca Española, Madrid, 1998
Otras fuentes
La voz negra: Conversaciones con el guionista Carlos Blanco (Alfonso S.Suárez, 2009) (documental-entrevista)
carlosblancoguionista.com
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