Como el resto de maestros cinematográficos japoneses, Kenji Mizoguchi permaneció en el anonimato internacional hasta que Akira Kurosawa y Rashomon (1950) acapararon una más que merecida atención internacional en el festival de Venecia, el mismo certamen donde al año siguiente Mizoguchi recibiría el León de Plata por su no menos magistral Vida de Oharu, mujer galante (1952). A raíz de su reconocimiento mundial, el realizador mantuvo un ritmo veloz de producción, filmando ocho películas en cuatro años, entre ellas Cuentos de la luna pálida de agosto, Los amantes crucificados, en la que adaptó el drama Daikyoji Sekireki del prestigioso dramaturgo Chikamatsu Monzaemon (1653-1724), o El intendente Sansho, tres de sus obras maestras.
Fallecido en 1956, a los cincuenta y ocho años, tras padecer la leucemia que lo apartó de los platós, el legado fílmico de Mizoguchi se reduce a los treinta y un títulos conservados —más de la mitad de su filmografía no ha llegado hasta nuestros días—, pero son más que suficientes para posicionarlo entre los grandes cineastas de la historia, entre sus admirados Josef von Sternberg, King Vidor, John Ford, Ernst Lubitsch, Jean Renoir o William Wyler, aunque del cine de este último renegaría años después, por considerarlo demasiado academicista, y compatriotas como Akira Kurosawa o Yasujiro Ozu. Su arte cinematográfico, pues arte era el cine en sus manos, bebe directamente de la cultura japonesa, de su pintura, de dramas históricos (jidaimono) como los de Chikamatsu y de las artes escénicas tradicionales Nôh, Kabuki o Bunrako (teatro de marionetas), aunque no por ello prescindió de influencias occidentales, como delata que, durante el periodo silente, adaptase a la gran pantalla obras de escritores de diversas nacionalidades. Criado durante el periodo Meiji (1868-1912), el joven Mizoguchi sentía especial predilección por su madre y por su hermana mayor Suzu, a quien su padre vendió a una casa de geishas para salir de la precaria situación económica por la que atravesaba la familia. Este hecho marcó el distanciamiento definitivo del futuro director con su progenitor, circunstancia que, unida a la pérdida materna cuando contaba con diecisiete años, se encuentra presente a lo largo de su obra, en la importancia concedida a la figura femenina, en la nostalgia y en la búsqueda que definen a muchos de sus personajes, así como en el antagonismo masculino que impide el desarrollo de la mujer dentro de la sociedad patriarcal y tradicional que la condena y somete.
En su juventud se decantó por el estudio de la pintura occidental en el Instituto Aiobashi y, a través de los contactos de su hermana Suzu (por aquel entonces ya casada con un rico aristócrata), ejerció como periodista en la ciudad de Kobe, oficio que no tardó en abandonar. Poco después, en 1922, la casualidad lo llevó hasta los estudios Nikkatsu, donde entró a trabajar como ayudante de dirección (más que nada, chico de los recados) hasta que una huelga de directores precipitó su debut tras las cámaras en El día en que vuelve el amor (1923). A partir de entonces, salvo su baja forzosa en 1925 (como consecuencia de las heridas de cuchillo recibidas en una de sus turbulentas relaciones sentimentales), dirigió de manera compulsiva numerosas películas de gran disparidad genérica y temática, al parecer ajenas al estilo que le haría famoso, y posiblemente menos personales de lo que le hubiesen gustado. Quizá por ello, para conferir mayor personalidad a sus trabajos, en 1926 le pidió a su amigo de la infancia, el escritor Matsutaro Kawaguichi, que escribiese el guión de El amor de la profesora de canto, iniciándose así la primera de sus dos grandes relaciones profesionales, la otra tendría que esperar hasta la década siguiente. Al igual que Yasujiro Ozu o Mikio Naruse, Mizoguchi vivió en primera persona el paso (tardío) del cine silente japonés al sonoro, pero, al contrario que aquellos, más interesados en films contemporáneos (gendai-geki), Mizoguchi parecía sentir especial predilección por las películas de época (jidai-geki), sobre todo aquellas ambientadas durante el periodo Meiji en el que se crió, aunque este gusto no impidió que filmase historias contemporáneas en las que se enfrentan tradición y modernidad. Desinteresado de los encargos de la Nikkatsu, hacia 1934 se asoció entre otros con Masaichi Nagata, quien años después le ofrecería trabajar en los estudios Daiei, para crear la productora Daiichi, donde, a pesar de su fugaz existencia (1934-1936), pudo desarrollar su creatividad con mayor libertad, alcanzando su madurez artística en los cinco films allí rodados, entre los que se cuentan Elegía de Naniwa y Las hermanas de Gion. El primero de estos dos títulos tiene el valor añadido de ser su encuentro con el guionista Yoshikata Yoda, con quien Mizoguchi inició una relación que duraría hasta el final de sus días, cuando se encontraba preparando Historias de Osaka. Yoda, su colaborador más fiel, trabajó para él desde Elegía de Naniwa hasta El héroe sacrílego, en un total de veintitrés producciones, durante las cuales, como el resto del equipo y del reparto de sus películas, sufrió el "tiránico perfeccionismo" de un hombre entregado a su profesión.
A pesar de las más de cuarenta películas perdidas, las que han llegado hasta nuestros días desvelan un autor en quien prima belleza y realidad, planos largos y estáticos, que alcanzan su máxima expresión en Los cuarenta y siete samuráis, así como el protagonismo de la sacrificada y trágica heroína, sometida a las costumbres sociales que la condenan al sufrimiento y a la marginalidad, como sucede en Historia de los crisantemos tardíos, La honorable señorita Oyù, Vida de Oharu, mujer galante o Los amantes crucificados, mujeres que no pueden alcanzar su liberación ni la felicidad, al menos no en vida. Como tantos otros, Mizoguchi tuvo que adaptarse a los periodos históricos por los que atravesó su país, realizando cine social (durante finales de los años veinte y primeros de los treinta), cine de propaganda nacionalista (durante el auge del militarismo) y de nuevo cine social con la llegada de las fuerzas de ocupación estadounidenses, sin embargo, el tipo de cine que prevalece en su filmografía, al menos en la que ha sobrevivido, es el drama trágico que concede el protagonismo a lo femenino y el antagonismo a lo masculino, ya que la mayoría de los hombres de sus películas muestran una ambición desmedida, Cuentos de la luna pálida de agosto, se encuentran desorientados por sus fracasos, el actor de Historia de los crisantemos tardíos, o reniegan de quien les ama por intereses particulares, el joven de Elegía de Naniwa. Tras más de tres décadas dedicadas al cine, escogido en 1949 por sus colegas de profesión como presidente perpetúo de la asociación japonesa de directores de cine, Mizoguchi pensaba que todavía no había realizado esa película perfecta que lo convertiría en un verdadero artista, pero eso sería el pensamiento de un creador obsesivo y perfeccionista, ya que muchos de sus títulos lo confirman como uno de los grandes artistas que ha dado el "séptimo arte".
Filmografía (conservada) como director
Canción del país natal (Furusato no uta, 1925)
La marcha de Tokio (Tokyo koshinkyoku, 1929)
La tierra natal (Furusato, 1930)
El hilo blanco de la catarata (Taki no shiraito, 1933)
Osen, de las cigüeñas (Orizuru Osen, 1935)
Oyuki, la virgen (Maria no Oyuki, 1935)
Las amapolas (Gubijinso, 935)
Las hermanas de Gion (Gion no shimal, 1936)
El valle del amor y de la tristeza (Aien kyo, 1937)
Miyamoto Musashi (1944)
La espada Bijomaru (Meito bijomaru, 1945)
La victoria de las mujeres (Josei no shori, 1946)
Cinco mujeres en torno a Utamaru (Utamaro o meguru gonin no onna, 1946)
El amor de la actriz Sumako (Joyu sumako no koi, 1947)
Mujeres de la noche (Yoru no onnatachi, 1948)
Llama de mi amor (Waga koi wa moenu, 1949)
El destino de la señora Yuki (Yuki fujin ezu, 1950)
La dama de Musashino (Musashino fujin, 1951)
Una mujer de la que se habla (Uwasa no onna, 1954)
La emperatriz Yang Kwei-fet (Yokihi, 1955)
El héroe sacrílego (Shin Heike monogatari, 1955)
La calle de la vergüenza (Akasen chitai, 1956)
Premios y reconocimientos
Las hermanas de Gion, elegida mejor película del año por la revista Kinema Junpo
Gran Premio del Jurado Internacional en el festival de Venecia por Vida de Oharu, mujer galante
Nominado al León de Oro por Vida de Oharu, mujer galante
Premio Pasinetti en el festival de Venecia por Cuentos de la luna pálida de agosto
León de Plata en el festival de Venecia por Cuentos de la luna pálida de agosto
Nominado al León de Oro por Cuentos de la luna pálida de agosto
Nominado al León de Oro en el festival de Venecia por El intendente Sansho
León de Plata en el festival de Venecia por El intendente Sansho
Premio Cinta Azul de la Asociación de Periodistas Cinematográficos de Tokio al mejor director por Los amantes crucificados
Nominado a la Palma de Oro en el festival de Cannes por Los amantes crucificados
Nominado al León de Oro en el festival de Venecia por La emperatriz Yang Kwei Fei
Mención especial en el festival de Venecia por La calle de la vergüenza
Nominado al León de Oro en el festival e Venecia por La calle de la vergüenza
Premio Especial Mainichi en reconocimiento a toda su trayectoria (póstumo)
Elegido por la revista Kinema Junpo como el tercer mejor realizador japonés del siglo XX (por detrás de Akira Kurosawa y Yasujiro Ozu).
Bibliografía
Cine Japonés. Kenji Mizoguchi: semblanza incompleta de un ilustre desconocido (Mirito Torreito; Nosferatu, número 11, enero 1996)
Kenji Mizoguchi (Santos, Antonio; Ediciones Cátedra, S.A., 1993)
Kenji Mizoguchi (VV. AA.; Nosferatu, número 29, enero 1999)
Kenji Mizoguchi. Sus obras maestras (VV. AA.; Dirigido por..., números 339-340, noviembre-diciembre 2004)
Kenji Mizoguchi. El héroe sacrílego (Hernández Les, Juan A.; Ediciones J.C, 2014)
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