Conocido fugazmente en occidente por su participación en Feliz Navidad, Mr. Lawrence (Merry Christmas Mr. Lawrence; Nagisa Oshima, 1983), Takeshi Kitano era una estrella televisiva en su país natal mucho antes de su interpretación del sargento Hara en el film de Oshima, del definitivo reconocimiento internacional que supuso Hana-Bi (1997) y de su debut en la dirección con Violent Cop (Sono Otoko, Kyôbôu no Tsuki, 1989). Además de cómico, "Beat" Takeshi era presentador y director de programas de televisión, pintor y un exitoso escritor, lo cual dejaba claro que se trataba de un creador multifacético y personal, con un estilo propio, como ha venido demostrando a lo largo de su carrera de cineasta. En su primera película hacen acto de presencia las constantes que reaparecen a lo largo de su filmografía: humor, drama, violencia, ternura, silencios y contención o un estilo formal reconocible que fluye de la tradición cinematográfica heredada de los clásicos japoneses y de la modernidad "occidentalizada" dominante en Japón desde finales de la década de 1960. Su personaje, Azuma, es una variante de aquel que iría evolucionando en sucesivas películas, un individuo de pocas palabras que emplea la violencia para exteriorizar la desilusión y los sentimientos que no expresa de viva voz, pero también se muestra infantil en su afición al juego y a la burla, como también lo hacen el delincuente de Sonatine (1993) o el niño grande de El verano de Kikujiro (Kikujirô no natsu, 1999), en su indiferencia hacia la autoridad representada en su jefe (continúa leyendo el periódico a pesar de que su superior haya requerido su presencia), o en su afición a pedir prestado a sus compañeros dinero que no piensa devolver. Pero, aparte de no respetar la cadena de mando o de maltratar a sospechosos para sacarles información, Azuma también es un policía con un código de conducta y un hombre que ha contraído la responsabilidad de cuidar a su hermana, cuyo desequilibrio psíquico la ha mantenido en un centro psiquiátrico. Tampoco duda a la hora de golpear a los policías que se interponen en su camino ni en disparar sobre Nito (Ittoku Kishibe), una vez se ha desatado su furia, sin que con ello se sienta culpable, como ya muestra en su primera aparición, cuando entra en la casa de uno de los adolescentes que acaban de golpear a un indigente y lo abofetea en su habitación mientras le dice que tampoco él ha hecho nada, y que mañana sin falta se presente en la comisaría. Este es Azuma, un agente duro y veterano en un mundo violento, que amenaza con desmoronarse, donde divide su tiempo entre el cuidado de Akari (Maiko Kawakami) y su trabajo al lado de novatos como Kikuchi (Makoto Ashikawa) o de policías corruptos como Iwaki (Shigeru Hiraizumi), que, además de compañero, parece ser el único con quien mantiene una relación de amistad. Aunque se trate de un drama, el humor de Kitano se encuentra presente a lo largo de la presentación de su personaje, un policía que no sigue las normas y, como consecuencia, hacia el final del film, se verá obligado a dimitir tras intentar disparar sobre Kiyohiro (Hakuryû), el matón a sueldo que ha asesinado a Iwaki para tapar la implicación policial en el tráfico de drogas controlado por Nito, cuya tapadera de hombre de negocios poco le valdrá cuando Azuma dé rienda suelta a su expeditiva interpretación de la justicia. Él es el único que no cree en la versión oficial del suicidio de Iwaki, por ello se lanza a la captura del asesino, que en su psicopatía ordena a sus secuaces el secuestro de Akari, a quien violan y enganchan a la heroína hasta el extremo de que el ex-policía, tras cumplir su vendetta, tome la drástica decisión de poner fin a la vida de su hermana, en un momento de gran crudeza en el que la cámara se aleja de los personajes para ofrecerles una intimidad dolorosa y cruel, como también resulta cruel e irónico que las decisiones y actos llevados a cabo por Azuma no hayan cambiado nada.
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