sábado, 20 de octubre de 2018

David O. Selznick. "Algo más grande"



En los años dorados de Hollywood hubo dos productores cuyas compañías independientes miraron de tú a tú a los grandes estudios. Uno fue Samuel Goldwyn, pionero que, junto a Jessy Lasky, había llegado a la localidad californiana en la década de 1910. El otro fue David O. Selznick, criado dentro de la industria cinematográfica en la que quiso crear la película más grande jamás rodada. Él fue el hombre de las anotaciones interminables y de las adaptaciones cinematográficas que pretendían ser fieles a las obras literarias adaptadas, el responsable del desfile de directores por Lo que el viento se llevó y 
Duelo al sol, de encumbrar a Katharine HepburnVivien Leigh o Jennifer Jones y de llevar a Hollywood a Ingrid Bergman y a Alfred Hitchcock. Sus intentos de algo más grande dejaron por el camino espléndidas muestras de la grandeza perseguida: quería construir el estudio más grande, producir la película más grande, el western más grande, descubrir a la estrella más grande, ser el más grande de los cineastas y el más independiente de los grandes, pero sin dejar de ser el hombre de Hollywood que siempre fue, quizá el último de los magnates creadores de películas. Hijo del también productor Lewis J. Selznick, este mítico personaje de la edad dorada de la industria hollywoodiense inició su carrera profesional corrigiendo guiones en MGM, aunque no tardó en dar el salto a Paramount Pictures y empezar a producir. Del estudio de Adolph Zuckor pasó a RKO y, entre 1931 y 1933, asumió labores de jefe de producción y produjo o supervisó Nota de divorcioHollywood al desnudo, El malvado Zaroff, Ave del paraíso o King Kong. Su talento era incuestionable, aunque algunos dudaron de que fuese el motivo por el cual su suegro Louis B. Mayer le ofreciera el puesto de vicepresidente de la Metro. Hubo quien quiso ver en su llegada al estudio del león una cuestión de parentesco, aunque tratándose de Mayer esto se antoja improbable, o una estrategia de Mayer para minar la autoridad creativa de Irving Thalberg, por aquel entonces el ejecutivo con mayor poder dentro de la major más grande del momento. Lo que sí es cierto es que con Selznick en la MGM, el poder se dividía entre dos grandes de estilos diferentes, pero de visión cinematográfica excepcional. Mientras Thalberg prefería el anonimato, buscaba glamour en sus películas y colaboraba con los cineastas, Selznick se decantaba por las adaptaciones literarias de prestigio —Ana KareninaHistoria de dos ciudades o David Copperfield— y sentía la creciente necesidad de independencia (para poder ser el creador exclusivo de sus producciones) y no rechazaba la publicidad, más bien la buscaba, porque en ella vio una aliada para alcanzar sus fines y ser algo más grande. Como Goldwyn, su nombre aparecería al inicio y al final de los títulos de crédito, en el lugar reservado para los realizadores, pues consideraban que las películas que producían era obras exclusivas suyas y así lo fueron algunas. Durante aquellos años, Thalberg y Selznick produjeron lo mejor de la Metro y ambos contaron con la dirección de George Cukor en varios de sus proyectos, aunque fue el segundo quien descubrió las posibilidades del cineasta durante su etapa en la Paramount. Desde aquel primer encuentro, Cukor y Selznick se hicieron amigos e iniciaron una colaboración que apuntaba a que el director se convertiría en el realizador estrella de Selznick International Pictures, pero, finalmente, Selznick encontró en Europa a su cineasta de prestigio, un cineasta cuyo talento había despuntado en varias producciones inglesas. El magnate no perdió el tiempo y contrató a Hitchcock, sin ser consciente de que el realizador poseía una personalidad tan fuerte como la suya, además de tener sus propios intereses creativos. De la relación entre Hitchcock y Selznick surgieron tres películas: RebecaRecuerda y El proceso Paradine. La primera fue la más lograda y significó el segundo Oscar para el productor, el primero lo había ganado un año antes por Lo que el viento se llevó, el ejemplo mayúsculo de una película de productor, aunque no por ello sea la mejor de las películas que produjo, pero sí la más grande. Aquel momento de 1939 fue la cima de su carrera hacia la gloria, una carrera que se convirtió en la búsqueda de superar la mítica y mitificada adaptación de la novela de Margaret Mitchell, con la que consiguió su algo más grande: la conquista de Hollywood y su lugar en la historia del séptimo arte.


Filmografía parcial

El malvado Zaroff (The Most Dangereous Game; Irving Pichel y Ernest B. Shoedsak, 1932)
Nota de divorcio (A Bill of Divorcement; George Cukor, 1932)
Hollywood al desnudo (What Price Hollywood?; George Cukor, 1932)
Ave del paraíso (Bird of Paradise; King Vidor, 1932)
Secret of the French Police (A. Edward Sutherland, 1932)
The Penguin Pool Murder (George Archainband, 1932)
The Half-Naked Truth (Gregory LaCava,1932)
No Other Woman (J.Walter Ruben, 1933)
The Past of Mary Holmes (Harlan Thompson, Slavko Vorkapich, 1933)
The Cheyenne Kid (Robert F. Hill, 1933)
Topaze (Henry d'Abbadie d'Arrast, 1933)
Lucky Devils (Ralph Ince, 1933)
The Great Jasper (J. Walter Ruben, 1933)
Our Better (George Cukor, 1933)
King Kong (Merian C. Cooper, Ernest B. Shoedsack, 1933)
Christopher Strong (Dorothy Arzner, 1933)
Scarlett River (Otto Brower, 1933)
Sweeping (John Cromwell, 1933)
Cross Fire (Otto Brower, 1933)
Cena a las ocho (Dinner at Eight; George Cukor, 1933)
Vuelo nocturno (Night Flight; Clarence Brown, 1933)
Meet the Baron (Walter Lang, 1933)
Dancing Lady (Robert Z. Leonard, 1933)
Viva Villa! (Jack Conway, 1934)
Manhattan Melodrama (W. S. Van Dyke, 1934)
David Copperfield (George Cukor, 1935)
Vanessa, Her Love Story (Willam K. Howard, 1935)
La indómita (Reckless; Victor Fleming, 1935)
Anna Karenina (Clarence Brown, 1935)
Historia de dos ciudades (A Tale of Two Cities; Jack Conway, 1935)
El pequeño Lord (Little Lord Fauntleroy; John Cromwell, 1936)
El jardín de Alá (The Garden of Allah; Richard Boleslawski, 1936)
Ha nacido una estrella (A Star Is Born; William A. Wellman, 1937)
El prisionero de Zenda (The Prisioner of Zenda; John Cromwell, 1937)
La reina de Nueva York (Nothing Sacred; William A. Wellman, 1937)
Las aventuras de Tom Sawyer (The Adventures of Tom Sawyer; Norman Taurog, 1938)
The Young in Heart (Richard Wallace, 1938)
Made for Each Other (John Cromwell, 1938)
Intermezzo (Gregory Ratoff, 1939)
Lo que el viento se llevó (Gone to the Wind; Victor Fleming, 1939)
Rebeca (Rebecca; Alfred Hitchcock; 1940)
Since You Went Away (John Cromwell, 1944)
Te volveré a ver (I'll Be Seeing You; William Dieterle, 1944)
Recuerda (Spellbound; Alfred Hitchcock, 1945)
Duelo al sol (Duel in the Sun; King Vidor, 1946)
El proceso Paradine (The Paradine Case; Alfred Hitchcok, 1947)
Jennie (Portrait of Jennie; William Dieterle, 1948)
El tercer hombre (The Third Man; Carol Reed, 1949)
Estación Termini (Stazione Termini; Vittorio de Sica, 1953)
Adiós a las armas (A Farawell to Arms; Charles Vidor, 1957)

2 comentarios:

  1. El férreo criterio de Selznick sobre las películas que diseñaba y producía, sus intromisiones y cambios de director (con los que siempre entraba en conflicto), siempre acababan por funcionar a favor del resultado final, mal que nos pese. Los dos ejemplos más famosos de esto, ya lo sabemos, fueron el western lírico y "bigger than life" "DUELO AL SOL" y la inmortal "LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ". Dos auténticos milagros de la industria de aquel Hollywood.
    Por otro lado, no debemos olvidar a un tercer productor independiente que quiso ir las lejos que el propio Selznick para lo que no dudó en trasladar su "imperio" lejos del área de influencia y los condicionamientos de la considerada Meca del cine; concretamente, se vino a España. Me estoy refiriendo al legendario y algo suicida Samuel Bronston. Levantó seis grandes superproducciones que pese al gran interés de alguna de ellas, causaron su ruina. Lástima.
    Un saludo.

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    1. Sin duda. Bronston fue un productor quijotesco, único, cuya bendita locura trajo a España un desfile de estrellas y de grandes cineastas, de grandes decorados y de superproducciones que, aunque irregulares (posiblemente debido a su deseo de producir la Gran Película), presentan momentos cinematográficos excepcionales y un encanto indiscutible, al menos para algunos de nosotros.

      Un saludo

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