jueves, 18 de octubre de 2018

Las noches de Cabiria (1957)


La idea de Cabiria se presentó en la mente de Federico Fellini cuando este trabajaba con Roberto Rossellini en El amor (L'amore, 1947). De hecho, la idea persistió y Fellini introdujo un esbozo fugaz del personaje en la nocturnidad de El jeque blanco (Lo sceicco bianco, 1952). En la vida de aquella prostituta de buen corazón había una historia y, consciente de ello, tiempo después, en compañía de sus habituales Tulio Pinelli y Ennio FlaianoFellini elaboró el guión de Las noches de Cabiria (Le notti di Cabiria, 1957). Cabiria es un personaje cuya humanidad, ensoñación e ingenuidad le permiten sobrevivir a las numerosas vejaciones de las que es víctima (su sonrisa así lo confirma). Agredida por su novio, que la arroja al río tras robarle el bolso, humillada por el famoso actor que la encierra en el baño de su lujosa mansión mientras se reconcilia con su amante, abandonada por un cliente en la desolada Via Appia Antigua donde se produce su encuentro con "el hombre de la bolsa" que socorre a los indigentes o hipnotizada por el mago que la obliga a desvelar sus anhelos y su inocencia ante un público que disfruta insultándola, como la Gelsomina de La strada (1954), Cabiria (Giulietta Masina) es otra mujer de extrema pureza golpeada por la vida. Solitaria y engañada por los hombres, sueña con abandonar su modo de vida mientras recorre las calles y los suburbios donde al inicio del film es salvada de morir ahogada. En ese instante conocemos a la pequeña prostituta que ya se había dejado ver en El jeque blanco y el mundo al que pertenece, al cual regresa empapada, desengañada y decepcionada. ¿Cuántas veces van? Seguramente ya ni se acuerda de las ocasiones que ha sufrido y que ha vuelto a recomponerse para continuar transitando por un entorno marginal que podría ubicar al film dentro del neorrealismo. Pero nada más lejos de la intención de Federico Fellini, quien tiempo atrás ya se había decantado por una veracidad distinta, más fantasiosa y personal. Cabiria mantiene relación con muchachos y muchachas del arroyo, que presentan similitudes con los retratados por Pier Paolo Pasolini en su novela Ragazzi di vita. Pero Fellini nada tiene que ver con Pasolini, aunque este participase en la película como asesor de diálogos, y pronto comprendemos que Las noches de Cabiria no retrata rostros ni la suciedad que los rodea, es la búsqueda imposible de alguien que sufre y que sueña con dejar de sufrir, y ese sueño nace de su inocencia y de la ingenuidad que apenas asoman durante su vagar romano. Cabiria vive de noche, trabaja de noche y esa noche se eterniza más allá del día en el que regresa de la muerte para introducirnos en su casa. Pues ella sí tiene techo, pagado con un trabajo que la mantiene dentro de la marginalidad en la que siempre ha vivido y en la que habla con sus compañeras mientras espera a clientes o a ser arrestada por la policía. Ese ambiente es su realidad, pero ella desea otra tras deambular por Via Veneto, durante un tiempo que anuncia el lujo y la decadencia de La dolce vita (1960), y sobre todo cuando camina por el descampado donde descubre las cuevas y los indigentes que las habitan. <<Haz que cambie de vida. Concédeme la gracia>>, pide a la virgen durante la peregrinación que congrega a una multitud que también implora por las suyas. Pero el milagro no se produce y, bajo los efectos del alcohol, asume que <<no hemos cambiado. No hemos cambiado ninguna. Todas seguimos como antes>>. A partir de ese instante, Fellini nos adentra en un cuento de hadas sin final feliz, sin un final que pudo ser trágico, con un final abierto a la sonrisa de una mujer a quien le han arrebatado mucho, pero en quien todavía pervive la fantasía, la luminosidad y la esperanza.

2 comentarios:

  1. Aquí Fellini encontró una exitosa fórmula que consistía en aplicar a un descarnado drama callejero de connotaciones sociales una abundante pero controlada dosis de poesía “a la Chaplin”. El resultado es una película de inspirada puesta en escena cuyas imágenes prenden en la sensibilidad del espectador provocando sus emociones, a lo que contribuye la decisiva aportación de Giulietta Masina en el personaje de esa prostituta que, pese al fango pisado y los tirones de la vida, conserva el romanticismo y la confiada inocencia de una adolescente soñadora.

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    1. Encuentro tu comentario muy acertado. Gracias por compartirlo.

      Un saludo

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