viernes, 19 de octubre de 2018

Red Army (2014)


Los libros de Historia (general) suelen comprender el periodo de Guerra Fría entre 1947 y 1991. Sin embargo el inicio del conflicto podría situarse treinta años antes, cuando el éxito de la revolución de octubre de 1917 precipitó el primer gobierno comunista y provocó el miedo de los empresarios de medio mundo y prácticamente un siglo de conflictos con paréntesis de supuesta calma. Ya desde entonces se desató el duelo entre dos ideologías que llevadas a la práctica se lanzaron en una competición por la supremacía, mientras se olvidaban de lo más importante: el ser humano. Entremedias llegó la Segunda Guerra Mundial y el comunismo y las democracias capitalistas se vieron forzados a unir sus fuerzas para luchar contra los fascismos, pero concluida la contienda ambos bloques regresaron al terreno de juego y retomaron su lucha por demostrar cual de los dos se impondría al otro. Así entramos de lleno en la llamada Guerra Fría, en la carrera armamentística y en la espacial, en la propaganda, en la amenaza nuclear y en las cazas de brujas, en las competiciones deportivas y en otros signos que evidenciaban un duelo que no solo se producía en el silencio, en la sombra, en los despachos o en puntos concretos del globo (Corea, Cuba, Vietnam, Afganistán,...), sino en las pistas donde occidente, encabezado por Estados Unidos, y soviéticos se batían en lo que para algunos era más que deporte. Pero así fue, y en ambos bandos había individuos que veían en las disputas deportivas una cuestión política y de hegemonía mundial, lo cual provocó que el patetismo sustituyese al atletismo. De tal manera, los estadios se transformaron en campos de batalla. En la muy recomendable
Red Army (2014), Gabe Polsky indaga en este aspecto de aquella época más caldeada de lo que su nombre reconoce, y lo hace desde el documento cinematográfico, pero todos sabemos que el cine documental no acapara las portadas de las revistas populares de cine. Tampoco suele distribuirse al nivel del cine comercial, y en ocasiones ni siquiera llega a las salas de proyección, y quizá por eso no tiene la popularidad de su hermano de ficción, o quizá sea cuestión de una idea equivocada que el público tiene del documento cinematográfico, pues, dicho así, "documento cinematográfico", suena a algo denso y aburrido que no promete el entretenimiento que la mayoría busca en una sala de cine. Pero esto no ocurre con el film de Polsky, ni con muchos otros documentales, pues ese supuesto aburrimiento solo es una idea preconcebida que impide a la mayoría disfrutar de un tipo de cine que en muchas ocasiones resulta menos previsible que el comercial, y que ofrece películas que sorprenden por su frescura, su temática y su agilidad. Esto puede aplicarse a Red Army, un espléndido documento sobre una época, un país, un equipo y un hombre. La época, entre los años setenta del siglo pasado y la actualidad en la que Gabe Polsky entrevista a diversos personajes; el país, la extinta Unión Soviética; el equipo, el Red Army y el hombre, su capitán Viacheslav Fetisov, a quien el film ensalza como individuo dentro de un sistema que no contempla la individualidad. Con estos ingredientes el documental de Polsky regresa al pasado y nos ofrece una perspectiva de aquel momento a través de la selección soviética de hockey sobre hielo, un equipo que sorprendió al mundo por su juego, sus innovaciones tácticas y el talento de sus componentes. Prácticamente imbatibles, tras este equipo de ensueño se esconde la realidad que la película desvela con la sutileza de quien no pretende juzgar sino exponer, lo cual posibilita la reflexión del público y que este sea quien extraiga conclusiones sobre los hechos narrados a lo largo de un metraje de excelente ritmo y factura, que combina las entrevistas presentes con las imágenes de aquel tiempo pretérito durante el cual el Red Army se convirtió en algo más que en un equipo deportivo, se transformó en un símbolo soviético en la lucha por imponerse al capitalismo, pues vencer a occidente en el campo era una muestra del poderío comunista, o así lo creían las autoridades que apostaron por el hockey como una de sus armas propagandísticas.

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