jueves, 1 de marzo de 2018

La strada (1954)



Igual que haría años después con Marcello Mastroianni y el periodista de La dolce vita (1960), Federico Fellini escribió el personaje de Gelsomina para que fuera interpretado por su mujer, pero los productores no estaban por la labor de que Giulietta Masina protagonizase La strada (1954). Ante este contratiempo, Fellini aparcó el proyecto y realizó Los inútiles (I vitelloni, 1953), cuyo éxito le permitió encarar el rodaje de La strada con MasinaAnthony QuinnRichard Baserhart en los papeles principales. El cineasta no se equivocó en su elección, tampoco lo haría con la de Mastroianni en su deambular por Via Veneto, y Giulietta Masina recibió varios premios a la mejor interpretación femenina por su soberbia actuación. Sin ella, no existiría Gelsomina, al menos, no la Gelsomina de ojos vivos, expresivos e ingenuos, cuya mirada nos trasmite la felicidad, la tristeza, la comprensión y la incomprensión que siente a lo largo de su recorrido al lado de Zampanò (Anthony Quinn), como también lo hacen sus gestos, sus risas y llantos, las pocas palabras que articula, la música de su trompeta y los silencios que dan forma a uno de los personajes más entrañables, tristes y honestos de la historia del cine. Gelsomina es un clown marginado y marginal, un payaso inocente que, como Él en El que recibe el bofetón (He Who Gets SlappedVictor Sjöström, 1924), recibe golpes físicos y morales que le llevan a pensar que no vale nada ni a nadie importa. Al inicio de La strada este pensamiento no tiene cabida en la mente de la joven, pues la descubrimos en la playa donde vive con su madre y sus hermanas pequeñas. Allí se encuentra protegida del mundo exterior, todo lo protegida que puede estar alguien cuya comprensión infantil la ha mantenido apartada de las miserias a las que accede tras ser vendida a Zampanò. Ante las doce mil liras que le permitirán alimentar al resto de sus hijas, la madre no duda y la entrega al forzudo que años atrás ya había comprado a otra de sus hijas, Rosa. Fallecida esta, el <<mala bestia>> y actor ambulante precisa otra ayudante-esclava que lo acompañe en sus idas y venidas por los distintos pueblos que recorre ofreciendo su espectáculo ambulante a cambio de la voluntad del público que congrega. Este recorrido va haciendo mella en ambos, aunque ninguno de ellos parece percatarse de aquello que los une: la soledad. Gelsomina soporta el desprecio y el egoísmo del personaje a quien Quinn dio vida y credibilidad. En su compañía, ella sufre su descenso al infierno, sin embargo la vagabunda (heredera del vagabundo de Chaplin) se aferra a las palabras del "loco" (Richard Basehart), una especie de guía espiritual que enciende el optimismo de la joven, al convencerla de ser útil e imprescindible en la vida de ese forzudo que nunca le regala una palabra agradable ni un gesto de gratitud.


El magistral recorrido humano expuesto por
Fellini son sus personajes, su interioridad, por lo tanto se trata de una película subjetiva que deja en plano secundario el espacio exterior, que el cineasta de Rimini no busca retratar cual es, sino como parte de la comprensión de Gelsomina y Zampanò. Quizá por ello, las imágenes que contemplamos en la pantalla se alejan del neorrealismo, al menos de aquel neorrealismo defendido por quienes criticaron a Fellini porque no comprendieron que La strada es un poema cuyos versos se escriben con el dolor, la fantasía, la soledad, la culpa o la cruda realidad que une y separa a sus dos personajes principales, opuestos aunque igual de perdidos y solitarios, dos seres marginales que comparten un algo especial que no reconocen o no pueden comunicar. Magistral, sensible y, por momentos, patética, la película va mostrando las distintas situaciones que golpean a la ingenua que fantasea al tiempo que se produce su enfrentamiento con el espacio humano que la atrae, la lastima y provoca su desorientación: la de ser un individuo aislado y rechazado, alguien que nadie necesita -<<yo no sirvo para nada a nadie>>- y que no encuentra su lugar, salvo cuando se convence de que si una pequeña piedra tiene utilidad, ella también, de modo que decide sacrificarse y mantenerse al lado de esa <<mala bestia>> cuya ceguera le impide ver aquello que vislumbra en la nocturnidad de la playa donde se cierra una de las obras maestras de Fellini.

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