domingo, 25 de marzo de 2018

Macho y hembra (1919)



Viendo Encuentros en la tercera fase (Clouse Encounters of the Third Kind; Steven Spielbeg, 1977) podría suceder que alguien preguntase por el cine de 
Cecil B. DeMille y otro alguien respondiera: “¿Cecil B. DeMille? ¿Quien es ese?” U otro alguien distinto, y con un mínimo de cultura cinematográfica, quizá dijese: “¿el de la peli que emiten por la tele? ¿El director de Los diez mandamientos (The Ten Commandments, 1923) a quien Spielberg homenajea en esa escena?” Más conocido por superproducciones bíblicas, sus épicas y sus westerns, hacia finales de la década de 1910 y primeros años de la siguiente, este pionero cinematográfico introdujo en sus películas la lucha de sexos, un toque de infidelidad y una subida de tono en las relaciones entre el hombre y la mujer que pueden extrañar a quienes conozcan su cine sonoro y desconozcan sus comedias silentes. En estas últimas no encontramos al director conservador que elevaba su voz en sus películas habladas para ofrecer su punto de vista que, aunque no comparta, tampoco censuro, pues eran sus películas y con ellas se expresaba. El DeMille director de comedias se mostró más abierto que el de las epopeyas, permitiendo que las relaciones hombre-mujer marcasen el ritmo de conflictos que en seis títulos contaron con el protagonismo de Gloria Swanson. Sí, sería la respuesta de aquel a quien preguntasen si Swanson era la misma actriz que décadas después visita a DeMille en la magistral y negrísima El crepúsculo de los dioses (Sunset BoulevardBilly Wilder, 1950). En esta incontestable obra maestra de Wilder, Norma Desmond desciende su locura por las escaleras de la mansión donde la descubrimos víctima del olvido, un olvido también sufrido por la actriz real y por otras estrellas del periodo mudo.


Por aquel entonces silente, Swanson era una estrella del celuloide y como tal protagonizó las películas de 
DeMille. En una de ellas, Macho y hembra (Male and Female, 1919), también conocida como El admirable Crichton debido a la novela de J. M. Barrie que la inspiró, la actriz dio vida a Lady Mary Lansenby, una aristócrata que rechaza las relaciones entre los de su clase y la trabajadora. La primera parte del film se desarrolla en la mansión Loam donde, durante el prólogo y a modo de presentación, un joven sirviente (Wesley Barry) observa por las cerraduras a los distintos miembros de la familia, antes de ser reprendido por Crichton (Thomas Meigham), el fiel mayordomo que asume su condición de siervo asalariado, aunque consciente de que si la naturaleza dominase de nuevo, entonces solo se juzgaría la valía del individuo, ni su cuna ni su fortuna. Como consecuencia, a la lucha de sexos, el responsable de Unión Pacífico (Union Pacific, 1939) añade la de clases, la cual presenta su momento álgido durante los primeros instantes de la estancia de los protagonistas en la isla que alcanzan tras naufragar el yate en el que viajan. En ese entorno natural, ajeno a las comodidades y al protocolo observado con anterioridad, el mayordomo es el único capacitado para sobrevivir, lo cual, a pesar de las reticencias de los aristócratas, lo convierte en el rey del lugar. Bajo el mando de este nuevo rey babilónico (el director inserta varias secuencias de la Antigüedad para comparar al mayordomo con el monarca) sus compañeras y compañeros de aislamiento se transforman en robinsones que intentan adaptar el medio a sus necesidades básicas. En la isla surge la atracción entre los dos polos opuestos, y, en medio, formando el triángulo amoroso típico de DeMille, se encuentra Tweeny (Lila Lee), la sirvienta de Mary y enamorada de Crichton. En ese espacio, Tweeny se rebela para igualarse al resto, sin embargo, el mayordomo solo tiene ojos para la aristócrata que se convierte en la esclava cristiana aludida en el poema que ambos leyeron con anterioridad. El amor surge, aunque el cineasta asume un final diferente al que posteriormente dominarían las comedias románticas de las que Macho y hembra podría considerarse una ilustre y primitiva predecesora.

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