Viendo Encuentros en la tercera fase (Clouse Encounters of the Third Kind; Steven Spielbeg, 1977) podría suceder que alguien preguntase por el cine de Cecil B. DeMille y otro alguien respondiera: “¿Cecil B. DeMille? ¿Quien es ese?” U otro alguien distinto, y con un mínimo de cultura cinematográfica, quizá dijese: “
¿el de la peli que emiten por la tele? ¿El director de Los diez mandamientos (The Ten Commandments, 1923) a quien Spielberg homenajea en esa escena?” Más conocido por superproducciones bíblicas, sus épicas y sus westerns, hacia finales de la década de 1910 y primeros años de la siguiente, este pionero cinematográfico introdujo en sus películas la lucha de sexos, un toque de infidelidad y una subida de tono en las relaciones entre el hombre y la mujer que pueden extrañar a quienes conozcan su cine sonoro y desconozcan sus comedias silentes. En estas últimas no encontramos al director conservador que elevaba su voz en sus películas habladas para ofrecer su punto de vista que, aunque no comparta, tampoco censuro, pues eran sus películas y con ellas se expresaba. El DeMille director de comedias se mostró más abierto que el de las epopeyas, permitiendo que las relaciones hombre-mujer marcasen el ritmo de conflictos que en seis títulos contaron con el protagonismo de Gloria Swanson. Sí, sería la respuesta de aquel a quien preguntasen si Swanson era la misma actriz que décadas después visita a DeMille en la magistral y negrísima El crepúsculo de los dioses (Sunset Boulevard; Billy Wilder, 1950). En esta incontestable obra maestra de Wilder, Norma Desmond desciende su locura por las escaleras de la mansión donde la descubrimos víctima del olvido, un olvido también sufrido por la actriz real y por otras estrellas del periodo mudo.
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