Henry Hinkle no busca dinero, solo quiere recuperar a Sandy (Judi West), de quien todavía sigue enamorado. Así, pues, Hinkle es un tipo común, podría ser cualquiera carente de ambiciones materiales, pero cegado por un amor no correspondido que desea recuperar. Este sentimiento es su talón de Aquiles, igual que lo es tener conciencia, que es la "debilidad" que Gingrich aprovecha para poner en marcha su plan perfecto, con el que pretende ganar (estafar) un cuarto de millón de dólares. Willie Gingrich es un abogado calculador, amoral, deshonesto, pendenciero, cuya única preocupación no es otra que demandar por daños y perjuicios a todo aquel que se ponga a tiro, ocupación de “francotirador” que parece encantarle y que realiza con gran maestría. Sin duda, este de Matthau, con su caradura, recursos y verborrea, es el personaje más ácido y brillante del timo. Gingrich maneja a su cuñado a su antojo. Sabe de que pie cojea Henry, y por ese motivo, siempre que el “convaleciente” se encuentra a punto de apartarse del plan trazado, el abogado aprieta la tecla necesaria para convencerlo. Hinkle no solo se encuentra atrapado en la silla de ruedas en la que le han sentado para dar realismo a su falsa lesión, también se encuentra atrapado dentro del conflicto moral que se genera entre su deseo y su conciencia, o lo que es lo mismo entre la imagen de Sandy y la de Luther “Boom Boom” Jackson (Ron Rich), el jugador que le arrolló delante de más de cincuenta mil personas. Jackson es el único personaje inocente de la trama, el único a quien se engaña totalmente y quien sufre las consecuencias de la farsa con la que Gingrich pretende conseguir una buen tajada.
Los enfrentamientos de Henry Hinkle consigo mismo se aplacan tras la llegada de Sandy. Se miente, autoengaña como otros personajes de Wilder, no quiere reconocer que ella solo ha regresado porque sabe que puede obtener algún beneficio, cuestión que él no quiere o no puede ver. De todo él asunto se deduce que Billy Wilder era un “tipo de cuidado” que expuso un enredo en el que se enfrentan dos posturas tan antagónicas como las actuaciones de los dos personajes centrales, en el que uno maneja y el otro se deja manejar por la falsa promesa de felicidad; falsa porque existe ese jugador que sufre, y que asume el alcohol como vía de escape a la culpabilidad que le domina, la misma que no puede ni disimular ni resistir. Esa realidad, fruto del engaño, reaviva en Henry Hinkle la sensación de no estar haciendo lo correcto, y él siempre ha sido un hombre correcto, lo que en palabras de Gingrich se traduciría en la siguiente afirmación: Henry Hinkle es un fracasado, un hombre que nunca triunfará porque es honesto. Sin embargo, Hinkle aún podría triunfar, aunque no fuese como desearían su mujer y su cuñado. En bandeja de plata resulta un divertido enfrentamiento moral que Wilder desarrolla con humor corrosivo, contando con la inestimable ayuda de dos espléndidos actores, de quienes supo extraer la inocencia y la picaresca necesaria para crear a dos seres patéticos, pero inolvidables; el primero un ser maleable que se deja embaucar por aquellos que le rodean, cediendo a sus pretensiones y dejando a un lado sus valores morales; y el segundo un ser ajeno a cualquier valor que no fuese el del dinero que podría proporcionarle su talento natural para el fraude.
Tras la muy ácida BÉSAME, TONTO, la lucidez y el espíritu crítico de Billy Wilder desembocaba de nuevo en una corrosiva y desencantada mirada al ser humano en su obsesivo amor al dinero, capaz en este sentido de llegar por su consecución a cotas bochornosas de abyección y mezquindad. Y es así como, utilizando un registro de comedia "sórdida", el autor de EL APARTAMENTO nos dio una vez más su pesimista visión (naturalmente, en blanco y negro) de una sociedad desalmada, codiciosa y rapaz.
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