miércoles, 2 de marzo de 2022

Mambrú se fue a la guerra (1986)


De la idea de Berlanga y de la inventiva de Manuel Ruiz Castillo y Pedro Beltrán salió el argumento y el guion que cobró forma magistral en El extraño viaje (1964). Era el primero que se rodaba de Beltrán y, bajo la dirección de Fernando Fernán Gómez, se convirtió en una de las obras maestras que el cine español ha producido para la cinematografía mundial; aunque, en su momento, el sistema de calificación de la junta censora la condenase al ostracismo y los menos que la vieron dudasen de lo que veían. Pero esto no afectó a su colaboración, que se prolongó en el tiempo, fuese el primero como actor en las películas del segundo o como guionista en El pícaro (1974), ¡Bruja, más que bruja! (1977) y Mambrú se fue a la guerra (1986). El guionista había escrito el guion de esta ultima años antes de poder filmarlo, y quería que su amigo fuese el encargado de llevarlo a la pantalla. En El tiempo amarillo, su libro de memorias, Fernán Gómez recuerda que era <<un guion que ya me había dado a leer años antes>> y continúa su explicación apuntando que <<trataba de uno de aquellos “topos”, aquellos hombres que habían permanecido ocultos durante los cuarenta años en los que Franco detentó el poder. Me gustó el guion de Beltrán la primera vez que lo leí y más en esta nueva versión, a la que no habían mejorado únicamente las reformas, sino el tiempo transcurrido, que había convertido lo que antes habría podido parecer una película algo retrasada en una película histórica>>. Aparte de histórica, no solo por el tema que desarrolla y la Transición en la que se ubica, sino también debido a que sus máximos responsables y su elenco son historia de la cinematografía española, Mambrú se fue a la guerra propone una comedia negra, reflexión pesimista, sobre la libertad y su ausencia, sea en una dictadura o en la democracia, puesto que la libertad del individuo no depende exclusivamente de cuestiones políticas y jurídicas, también depende de las sociales e incluso de las intimas, de su relación consigo mismo y con el entorno que le rodea y que, en el caso de Emiliano, le exige su sacrificio.


A pesar de que no conectó con su época, delante y detrás de las cámaras, Mambrú se fue a la guerra fue otro gran trabajo de Fernán Gómez, de quien ya nadie niega su magisterio. El director y actor se reserva el personaje que da sentido crítico al sinsentido del enfrentamiento ideológico, que a nadie beneficia y que amenaza perpetuidad, y de los miedos que atan igual o más fuerte que las cadenas físicas. La canción infantil que da título al film se deja escuchar tras los créditos, en sucesivos coros infantiles que, intercalados con los pasos solitarios del condenado, Fernán Gómez emplea para avanzar el devenir temporal, puesto que la película arranca en la guerra civil (que el cineasta no muestra) y se detiene en 1975, el día de la muerte de Franco. Tras la elipsis, que engloba la totalidad de la dictadura, se comprende que, tras treinta y seis años de encierro en un zulo, Emiliano hable consigo mismo, como si fuese otro, y que sospeche del dictador, pues las casi cuatro décadas en la soledad de su “topera” son suficientes para desequilibrar a cualquiera, más si cabe a quien se ve obligado a permanecer oculto. Es natural sospechar que el culpable de esa vida bajo tierra sea capaz de engañar incluso muerto, aunque de cuerpo presente. Emiliano sospecha de ese último gesto del dictador, así que decide aguardar hasta que Franco esté bajo tierra para salir él a la superficie donde le aguardan su mujer (María Asquerino), su compañera y cómplice, y el resto de la familia: una hija (Emma Cohen) indecisa en su sumisión, un yerno (Agustín González) mezquino, una nieta (Nuria Gallardo) enamorada y nieto (Jorge Sanz) que quiere ser batería. Sin embargo, la libertad del condenado es un sueño tanto en la dictadura como fuera de ella, pues en ambas descubre miedos, sometimiento y ambiciones que encadenan, como la del dinero de la pensión de viudedad de su mujer, que convence a la familia para presionarle con el cuento de que vuelva al agujero, que ya tendrá tiempo de resucitar cuando el panorama sea propicio. Emiliano acepta resignado su nueva condición, que es la de siempre: la de vivir oculto y en la soledad de un espacio que le incomunica con el exterior donde su nieta mantiene relaciones con el nieto del alcalde (Alfonso del Real), el falangista que todavía continúa gobernado el pueblo. Y por ahí no pasa este resucitado comandante tambor republicano a quien el pasado robó la vida y el presente la identidad y la libertad a la que quizá tenga acceso su nieto, el único que deja atrás ese lugar donde ninguno de los personajes puede ser libre.



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