En tres de sus saltos temporales al pasado, Los inmortales (Highlander, 1986) se detiene en el hogar que Connor (Christopher Lambert) encuentra al lado de Heather (Beatie Edney) después de ser herido en batalla y desterrado de su clan por sobrevivir sin explicación lógica a una herida mortal. Esos tres momentos expresan instantes que exilian el desarraigo del protagonista tras su destierro, al ofrecerle la efímera posibilidad de recuperar el lugar perdido y la compañía humana que le niegan en el clan. El compartir amor con Heather y amistad con Ramírez (Sean Connery) le permite echar raíces, es decir, compartir con otros semejantes lazos, sentimientos y emociones, que le sujetan a su condición humana, que se resiste a abandonar. Pero su empeño de retener lo humano es la lucha por un imposible para alguien de naturaleza inmortal, puesto que la inmortalidad es un atributo no humano, quizá ni siquiera lo sea divino. Lo humano implica raíces, relacionarse y unir sentimientos a los de otras personas y, la pérdida de estos lazos, le devuelve el desarraigo con el que camina en el presente, añorando vivir aquel imposible de amor y amistad que, en el pasado, contempla marchitarse por la naturaleza mortal humana. Su pasado al lado de Heather es un instante que se resume en una vida para ella y en un suspiro para él, en un quién quiere vivir para siempre mientras la música de Queen sublima de fondo las imágenes en las que, en el salto previo, se desarrollan brevemente la amistad y la enseñanza/aprendizaje que mantienen Ramírez y Connor, dos relaciones muy humanas, aunque se establezcan entre dos inmortales que no son eternos, que han nacido y pueden morir.
jueves, 17 de marzo de 2022
Los inmortales (1986)
La aparición de Ramírez/Connery resulta uno de los aciertos de esta fantasía británica dirigida por Russell Mulcahy, quien, mediante el montaje, enlaza el pasado y presente (y presente y pasado) mediante elipsis que dan continuidad a las imágenes y ritmo a la narrativa, como si ambos tiempos fuesen uno y, en la apariencia de la realidad que vive, así es en Connor. Aunque el villano de la función, el Kurgan (Clancy Brown), amenaza con su humor gamberro, lo que menos interesa del film es la rivalidad y la lucha entre opuestos, de la que ya sabemos el resultado de antemano. En esto, Los inmortales no difiere de tantos films iguales o similares; pero su particularidad la encuentra en las canciones de Queen, del álbum A Kind of Magic, que acompañan los dos tiempos que son uno en alguien cuya naturaleza inmortal le genera miedo a vivir, a volver a amar, sentir, sufrir; temor que le niega la humanidad que recupera cuando se produce su encuentro con Brenda Wyatt (Roxanne Hart), la forense que trabaja para la policía.
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