La madurez de la animación de El limpiaparabrisas (The Windshield Wiper, 2021) los sonidos, las voces y la música que la acompañan por distintos escenarios, en la búsqueda y la contemplación propuestas por Alberto Mielgo, resultan atractivos suficientes para acercarse a este cortometraje sobre el amor, el desamor, la soledad, la incomunicación en la era de la comunicación tecnológica, del debilitamiento de los lazos humanos y de la incapacidad del individuo para reinventarse y liberarse del encierro interior que lo aísla del mundo, un encierro y un aislamiento que disimulan su existencia en los usos de la tecnología mediática que presume comunicar globalmente a la humanidad; lo cual no es mentira, como tampoco lo es su tiranía, la de una comunicación impersonal a escala planetaria que impide o minimiza la personal, la que se establece entre personas reales en el mundo real donde ya nada parece serlo; quizá por ello, alguien, en algún bar de una localidad cualquiera, fume y fume mientras piensa en su desorientación y se pregunte ¿qué es el amor?
La pregunta la formula el fumador en dos ocasiones: al principio y al final de El limpiaparabrisas, pero es en la segunda cuando da la respuesta —<<el amor es una sociedad secreta>>—, pero solo es una más entre tantas posibles a un interrogante que carece de contestación lógica, cuando se comprende que el amor existe en su diversidad y no obedece a la razón. Va en nuestros genes, en nuestro deseo de sentirlo, en nuestra irracionalidad, no en nuestro conocimiento. El amor existe en el misterio de su existencia y de la imposibilidad de su explicación. De tal manera, igual que sucede con tantas otras, una pregunta así puede deparar una o diez mil respuestas y más interrogantes, dependiendo de factores imprevisibles, distintos o similares a los que asoman por este cortometraje que encuentra su inspiración en los viajes de Mielgo por distintas ciudades del globo donde la cercanía y las distancias, el ir y venir de las personas, sus pausas y encuentros, el amor que no encuentran, el que han perdido o el que pueden tener delante, se dibujan en la la pantalla para que el cliente del bar pueda responderse ¿qué es el amor? ¿Una poesía sin voz ni letra? ¿Una emoción que busca un cuerpo en la cercanía que separa dos mundos en la distancia? ¿Una palabra que transciende su significante para hallar su significado, nunca único ni claro? Todos dicen reconocerlo y conocerlo, pero a veces pasa de largo o hiere cuando, sin apenas escuchar sus susurros, dice definitivamente adiós. Entonces, en ese momento, ¿qué es el amor? ¿Un instante emocional que brilla luminoso en la distancia de su ausencia, cuando su presencia solo es su anhelo o el recuerdo que pervive o se despide?
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