<<¿Qué es el vértigo? ¿El miedo a la caída? Pero ¿por qué también tenemos vértigo en un mirador provisto de una valla segura? El vértigo es algo diferente del miedo a la caída. El vértigo significa que la profundidad que se abre ante nosotros nos atrae, nos seduce, despierta en nosotros el deseo de caer, del cual nos defendemos espantados.>>
Milan Kundera: La insoportable levedad del ser (Nesnesitelná lehkost byti, 1984)
Asomarse al vacío y mirar el fondo puede generar "vértigo", pero no hablo de pánico a las alturas, ni de la atracción aludida por Kundera. Hablo de rechazo, de temor, de negación de nuestra naturaleza finita, hablo del miedo que recorre el cuerpo y la mente del protagonista de Vértigo (1958) cuando, obligado a mirar el vacío simbólico, comprende y teme su mortalidad. En ese instante, fija su pensamiento en el pasado, como si de esa manera, reviviendo una y otra vez el momento pretérito, pudiese detener el tiempo y escapar a la muerte; pero esa misma actitud, quizá inconsciente, le impide seguir viviendo. Saber que las personas amadas morirán y que nosotros también lo haremos es una cosa, asumirlo y aceptarlo es otra muy distinta, implica superar la inexistencia que asoma cuando se piensa en ella. Probablemente, Alfred Hitchcock sentiría ese "vértigo" (en su cine, la muerte es una constante y su espectro también), yo mismo lo he sentido. He sentido y aceptado que el tiempo no se detiene y nada evitará el vertiginoso descenso a la inexistencia que John Ferguson (James Stewart) contempla al inicio de esta magistral negación del devenir temporal y de su mortal consecuencia. Pierre Boileau y Thomas Narcejac no escribieron De entre los muertos pensando en que Hitchcock la adaptase a la gran pantalla, pero su novela proporcionó al director la base para realizar uno de sus films más obsesivos y oscuros, necrófilo y fantasmal. Más allá del cuadro de la mujer fallecida, de la transformación de Judy (Kim Novak) en Madeline en la habitación del hotel o de la aparición de una figura en la sombra del campanario, en su totalidad, Vértigo es espectral, como antes lo fue Rebeca (Rebecca, 1940). Es la negación de la vida en un intento de negar la muerte, es una obra que considero maestra y una película donde la obsesión, la culpabilidad y el miedo al abismo encierran a John Ferguson en su prisión mental, mucho antes de ser testigo (o creer serlo) del suicidio de Madeline Elster (Kim Novak), avanzado el metraje. En ese momento, su negación a mirar hacia adelante (y no hacia abajo) se agudiza hasta el extremo de ocultarse en sí mismo, aunque luego decida imitar a Orfeo y descender al infierno en busca de la mujer amada. John teme el abismo desde el inicio, cuando cuelga de la cornisa de un edificio y siente su mortalidad. Desde ese instante, vive en la agonía y en el rechazo, vive en el vértigo de aquel momento, vive en su necesidad de recuperar a Madeline de entre los muertos, como si con ello pudiese detener el tiempo e impedir que lo amado deje de existir.
Recuerdo una frase de James Baldwin que decía que estar encerrado en el pasado elimina el propio pasado y, por tanto, la ausencia de referencias pretéritas impide liberar el presente. Sospecho que John vive sin presente, anclado en ese tiempo pretérito que para él no es pasado sino la realidad en la que vive su desesperación. Pero antes, sigue a Madeleine durante días; no por obsesión, todavía no, sino por encargo de Gavin Elster (Tom Helmore), su marido y un viejo amigo. Elster teme por su mujer. Dice que últimamente actúa de modo extraño, como si estuviese poseída por un espíritu que ha regresado del más allá y domina sus actos. Desde el primer momento, John ve algo en ella, la espía sin descanso, allí donde se encuentra Madeleine, asoma ese ex-policía que se ha visto obligado a dejar el cuerpo por padecer acrofobia. Día tras día, la observa, estudia su rostro, su cabello rubio, su modo de vestir, su peinado o su manera de moverse; Madeleine se ha convertido en parte de su vida, ya no se trata de hacerle un favor a un amigo, para él es una necesidad vital que abraza cuando ella se lanza a la bahía de San Francisco en un intento de suicidio que permitirá su contacto. A partir de este momento, el voyerismo anterior da paso a una relación directa que ambos desean, sin embargo, Madeleine continúa sufriendo esos intervalos que amenazan el amor entre dos atormentados, condenados a su mortalidad. Esta primera parte de Vértigo fue necesaria para que Hitchcock desarrollase aquello que más le atrajo de la novela, que aparece tras el suicidio de Madeleine, del cual John Ferguson se culpa, pues no ha podido evitarlo a causa de la acrofobia que padece. Tras ver caer a la mujer que ama, John permanece en silencio, se encierra en sí mismo y su ausencia es total, hasta que, tras un año en un centro de salud, aparentemente se recupera y sale al exterior. Pero aún no lo ha superado, todavía vive enjaulado en el pasado. Se obliga a no aceptar que la mujer que amaba murió. La encuentra en mujeres de cabello rubio o en los lugares donde la había observado en la distancia. Cada detalle le recuerda a ella, en su mente ha gestado, sin que él lo sepa, la necesidad de resucitarla. John "Scottie" Ferguson no puede calmar esa sensación interna que le obliga a no olvidar, vive en una pesadilla constante de la que parece despertar cuando conoce a Judy, la viva imagen de su antiguo amor, aunque existen ciertas diferencias entre ellas, su modo de vestir o en el color de su pelo, circunstancias que John cambiará hasta conseguir una copia perfecta de la antigua Madeleine. Alfred Hitchcock optó por desarrollar la historia de un modo distinto a la novela; entendió, y no sin razón, que sería más interesante, angustioso y de mayor suspense, informar al espectador de lo que está sucediendo, información que ofrece en cuanto Judy y John se encuentran. Con ello consigue que la atención se centre en la obsesión que consume y atrapa al personaje en el sinvivir y lo martiriza, incluso cuando cree ver en Judy a Madeleine, cuando cree que la ha recuperado de entre los muertos.
Vertigo es una película en bucle. Creo que lo paranormal que se resuelve como asunto policiaco queda abierto en el mismo vertigo de la mente ante lo inaprehensible: la muerte y su sombra
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