A pesar de no aparecer en los títulos de crédito como director, sólo lo hace como productor, se puede considerar El enigma de otro mundo (The Thing from Another World, 1951) como una película de Howard Hawks. Esta afirmación no resulta exagerada, como tampoco menosprecia el trabajo del co-director Christian Nyby, quien aparece como responsable final del film, sino que se basa en la constante presencia de muchos de los rasgos que definieron el estilo hawksiano, lo cual indica el alto grado de implicación del gran director estadounidense. Así pues, que mejor manera de demostrar su presencia que tomando un grupo de hombres, ubicarlos en un lugar que pondrá a prueba su camaradería, en este caso una base científica en Alaska, en cuyas proximidades se ha estrellado un enorme platillo volante, del que surgirá la situación extraordinaria a la que tendrán que enfrentarse. El capitán Patrick Hendry (Kenneth Tobey) recibe la orden de acudir a la base científica para comprobar un aparato desconocido, que inicialmente confunden con un avión. Cuando él y sus hombres, acompañados por un periodista a quien llaman familiarmente Scotty (Douglas Spencer) y en quien se descubre un sentido del humor irónico (siempre presente en el cine de Hawks), llegan a la estación polar, son informados por el jefe científico, el doctor Carrington (Robert Cornthwaite), de que podría tratarse de un objeto desconocido para el hombre. No hay tiempo que perder, hay que investigar, la ciencia así lo exige, diría el doctor, que únicamente vive para la investigación, olvidándose de cualquier otra prioridad, como podría ser la de sobrevivir ante un ser de más de dos metros que necesita la sangre humana para alimentarse y reproducirse por esporas. Cuando el gran bloque de hielo en el que ha sido transportado el alienígena vegetal se derrite, se inicia el verdadero problema. Por un lado se encuentra el capitán Hendry, quien se muestra práctico y decide que lo mejor es acabar con la amenaza antes de que ésta acabe con ellos; en una posición contraria se encuentra el doctor Carrington, cegado por su codicia de alcanzar secretos hasta ese momento ajenos a la raza humana, se decanta por proteger al visitante y por realizar un peligroso experimento que no llega a materializarse, gracias al buen juicio de su ayudante Nikky Nicholson (Margaret Sheridan), quien se verá en la tesitura de elegir entre dos hombres que no llegan a entenderse. El verdadero peligro reside en ese enfrentamiento, una desunión que afecta a todos los miembros del grupo, que podría ser aprovechado por la cosa del espacio para hacer de las suyas, a pesar de no mostrarse tan letal y terrorífica como La cosa que décadas más tarde presentaría John Carpenter; pero lo que importa es que todavía anda suelta por la base; no pueden fiarse, pues se trata de un vegetal espacial que, aunque pudiese comunicarse, iría a por ellos porque así estaba en el guión escrito por Charles Lederer, Ben Hecht y el propio Howard Hawks (estos dos últimos sin acreditar). El enigma de otro mundo es una de esas agradables producciones de serie B, un film de culto que posee un excelente arranque, en el que se descubren esas características del cine de Howard Hawks, quien planificó y supervisó todo el rodaje, e incluso dirigió parte de su metraje, logrando una interesante y entretenida propuesta de ciencia-ficción.
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