La segunda película de Sam Peckinpah anunciaba muchos de los aspectos que el director desarrollaría de un modo más amplio en posteriores westerns. Algunas de esas características se presentan en los protagonistas de Duelo en la alta sierra (Ride the high country); dos individuos que no encajan en un mundo que ha cambiado, un lugar que no reconocen y que no les reconoce. Steve (Joel McCrea) y Gil (Randolph Scott), no son héroes clásicos, son seres que se rigen por un pensamiento pesimista que les proporciona una visión desesperanzada de su presente; dicho pensamiento será el que marque sus decisiones y selle sus destinos. El Oeste que presenta Sam Peckinpah en Duelo en la alta sierra se aleja de aquel que mostraron John Ford o Howard Hawks; el Oeste de Peckinpah es un lugar sucio, violento, marcado por los cambios que se descubren al principio del film: los caballos empiezan a ser sustituidos por automóviles que circulan por unas calles en las que también se advierte la presencia de agentes uniformados, en contraposición a la ausencia policial de su juventud. Estos y otros cambios han convertido a un tipo como Gil, antiguo agente de la ley, en un feriante que exhibe su puntería en la población a la que llega Steve, a quien han contratado para que traslade una gran cantidad de oro desde un asentamiento minero hasta la ciudad. Ambos sienten ese vacío, comparten la misma realidad, además de reconocerse como iguales; sin embargo existe una diferencia clara en cuanto a su pensamiento. Steve se guía por un código moral que Gil no posee, porque siente resentimiento hacia esa nueva sociedad que le minusvalora y le ha condenado a llevar una existencia que no le agrada. Gil acepta acompañar a su amigo porque es su última oportunidad, para él es una indemnización que se merece por los servicios prestados y no recompensados. Esta diferencia de criterios les llevará a un enfrentamiento, circunstancia que se repetiría en Grupo salvaje (1968) y Pat Garret y Billy the Kid (1973), que no implica un enfrentamiento entre bueno o malo, sino una contraposición de dos puntos de vista alejados por aquello que les rodea y les afecta. Uno de los grandes aciertos del film reside en las interpretaciones de Randolph Scott y Joel McCrea, dos actores en el ocaso de sus carreras que supieron dotar a sus personajes de humanidad, verosimilitud y un pesimismo que transmite las dudas y las frustraciones que les advierten de que su ciclo ha terminado. Duelo en la alta sierra, película en las que se encuentran influencias fordianas, confirmaba a un nuevo realizador, vital para la renovación de un género que había caído en manos de directores y guionistas mediocres que lo convirtieron en una continúa repetición de tópicos, exceptuando las aportaciones de los directores clásicos. Así pues, Sam Peckinpah (sin olvidar a Sergio Leone) se convirtió en el máximo exponente de una renovación temática y formal que ofrecía una nueva perspectiva a un género que pedía un nuevo rumbo.
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