martes, 9 de abril de 2024

Tres en un sofá (1966)


En apariencia, el Jerry Lewis de Tres en un sofá (Three on a Couch, 1966) cambia a su personaje, a quien concede orgullo, tal como indica su apellido, y seguridad en sí mismo. No se trata de una seguridad chulesca tal cual la exhibida por Buddy Love, su Hyde en El profesor chiflado (The Nutty Professor, 1963), pero sí una que le distancia del joven tímido, infantil, soñador y algo torpe que, en su disposición a ayudar, crea caos en el orden del mundo adulto. Ese personaje inseguro asoma en películas como El terror de las chicas (The Ladies Man, 1963) o Jerry Calamidad (The Patsy, 1964), pero no tiene cabida en Tres en un sofá, cuyo protagonista es un triunfador; al menos Lewis lo presenta tras ser premiado con diez mil dólares y una estancia en París, donde debe pintar un mural como parte del concurso artístico que ha ganado. Es algo inusual hasta entonces en el cine del director de El botones (The Bellboy, 1960). Ahora son tres chicas las que se muestran inseguras, aunque más que de inseguridad se trata de una neurosis que nace de sus relaciones con los hombres, a quienes rechazan debido a los engaños sufridos. Digo en apariencia, porque el personaje del cómico sigue siendo una vía que posibilita al Lewis director (en este film no es autor del guion) ir más allá de lo aparente. Desde él, crea otros tipos que posibilitan a Chris el engaño que pretende llevar a cabo para curar a las tres muchachas, pacientes de la doctora Elizabeth Acord (Janet Leigh), su prometida y quien se niega acompañarle a París porque no puede dejarlas a su suerte. Se comprende que Chris/Lewis no lo hace de modo generoso, como si lo hacían sus personajes anteriores, que nunca esperan obtener nada a cambio de su entrega a los demás. En Tres en un sofá eso cambia y el personaje emplea el engaño para sanar a las tres jóvenes de sus desengaños; lo cual no deja de ser contradictorio, pero cotidiano en la vida corriente: la mentira como media para lograr una meta. Lo que permanece inalterable es la idea que se repite en el cine de Lewis, los varios rostros que asume su personaje, insistiendo en el individuo poliédrico, varias caras de un mismo rostro, que le posibilita jugar con la personalidad… Así, en Tres en un sofá, Lewis invierte en orden para continuar creando desorden, pues, a pesar de que conceda a su personaje ser un tipo de éxito y seguro de sí, le obliga a hacerse pasar por tres personajes que, cada uno a su manera, son patosos y le posibilitan desarrollar su comedia, repleta de gags que remiten al caos y a la idea del desdoblamiento; es decir, a la personalidad poliédrica del individuo representado en el personaje, que engaña y crea, partiendo del deseo de las tres pacientes, el mismo número de reflejos de sí mismo con el fin de lograr su objetivo: que es el de apartar a la doctora de su trabajo, para que esté con él…



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