Apenas ocurrido el suceso, el 12 de noviembre de 1912, en la madrileña Puerta del Sol, esquina con la calle Carretas, se rodó el cortometraje Asesinato y entierro de don José Canalejas (Abelardo Fernández Arias y Enrique Blanco, 1912) como si de un noticiario se tratase. Imagínense que fuese en riguroso directo, ¿por qué no también flexible, dispuesto a ser manipulado por el objetivo de la cámara? Pues esa inmediatez es la que intentan y persiguen los autores de este film cuyo metraje, unos cinco minutos de duración, recrea el trágico momento en el que el político ferrolano, presidente del Consejo de Ministros desde 1910 y líder del partido liberal, pasea por la calle, se detiene a mirar el escaparate de la librería y es abatido por el anarquista Manuel Pardiñas, a quien da vida José Isbert. Sí, aunque apenas se le reconoce en pantalla, es el mismo Isbert que tan grato recuerdo ha dejado en mi memoria cinematográfica (y en la de muchos más) y el mismo con quien todavía disfruto cuando lo reencuentro en Bienvenido Mister Marshall, Fulano y Mengano, Calabuch, Historias de la radio, ¡Los jueves, milagro!, El cochecito, El verdugo o Los dinamiteros, por citar algunos de los títulos inolvidables que su presencia hizo más grandes. Respecto al cortometraje, su primera aparición en el cine, el actor comentaba en sus memorias, titulada Mi vida artística, que Rafael Arcos, que interpretaba al político, y él habían sido contratados por cien pesetas cada uno y que la proyección de la película fue prohibida en España, no así en otros países europeos y en America, pero que <<después de esta rápida aparición cinematográfica>> tuvo <<la suerte de ser contratado para a siete u ocho películas mudas>>. Así, haciendo de anarquista letal, se iniciaba la carrera de Isbert en un papel que podría considerarse negativo, por el asesinato que comete, y positivo porque le permitió entrar en el medio al que tantas alegrías dio.
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