A lo largo de su carrera, Robert Altman manejó perfectamente repartos corales, así como diversos centros de interés, pero todos ellos apuntan a las relaciones humanas y su imprevisible modo de afectar a sus personajes. Su cine presta atención a hombres y mujeres, a sus encuentros y sus historias, que se cruzan y se afectan entre sí generando comedia, drama, imprevistos y desorden en películas como MASH (1970), California Split (1974), Nashville (1975), El juego de Hollywood (The Player, 1992), Vidas cruzadas (Short Cuts, 1995) o El doctor T y las mujeres (Dr. T and the Women, 2000). Altman tiene claro que nadie es una isla y que sus personajes son intimidades, sentimientos, crisis, todo y parte, ya sea de una familia como la de Sully Travis (Richard Gere) o de una comunidad que exige y no siempre corresponde como la cinematográfica a la que pertenece el productor de El juego de Hollywood. En El doctor T y las mujeres se centra en una clase media alta, complaciente, satisfecha, pero también abierta a caer en el histerismo. A ese entorno privilegiado pertenece el doctor Travis, ginecológico de éxito, casado y con dos hijas, una de las cuales, Dee Dee (Kate Hudson), está a punto de casarse, a pesar de estar enamorada de Marilyn (Liv Tyler), mientras la otra hija, Connie (Tara Reíd), se dedica a preocuparse de que no se preocupen de ella y a pasear a turistas por Dallas, mostrándoles donde J. F. K. fue asesinado. Pero el orden en el que Sully vive se viene abajo cuando Kate (Farrah Fawcett), su mujer, sufre una crisis nerviosa y es internada en un psiquiátrico. Su doctora (Lee Grant) dictamina que sufre el complejo de Hestia, una rareza que solo afecta a mujeres de clase alta, las que lo tienen todo, tanto material como emocional, y no logran explicarse el porqué; totalidad que, en cierto sentido, podría equipararse a no tener nada.
En la cotidianidad de Kate, no existen altibajos, nada de lo que preocuparse. Vive en un amor y un bienestar continuo y regulado, perfecto, pero tal perfección provoca que ni lo primero ni lo segundo adquieran sentido. La sobreprotección, el supuesto mundo perfecto que Sully ha creado para ella, elimina la posibilidad de equivocación y preocupación, por tanto, borra la opción de aprendizaje y construcción del individuo. Sin conflicto, sin temor, sin altibajos a los que enfrentarse, cualquier personalidad corre el riesgo de desequilibrarse, pues aquellos aspectos que se consideran negativos también forman parte de la evolución vital, de las relaciones y de uno mismo. Aunque no sea el centro de El doctor T y las mujeres, Kate es fundamental en su desarrollo, también es una mujer que quizá lo tiene todo, pero quizá sienta que no tiene nada porque descubre que su vida es tan perfecta que tal perfección no dejar de ser la prisión que la imposibilita sentirse dueña de sí misma; es decir, ser una mujer completa o todo lo plena que pueda llegar a ser. El complejo de Hestia que sufre es la excusa que Altman toma para poner patas arriba la cotidianidad del protagonista, que se ve afectado por los giros e imprevistos a los que tiene que hacer frente sin saber cómo. Aunque abra varios frentes y fije su atención en diversos personajes, Altman se centra en Sully Travis, en su vida personal y profesional, rodeado de mujeres, satisfecho de entenderlas, aunque solo sea una comprensión irreal, fruto de su impresión, y atenderlas en sus preocupaciones de salud, y crea una comedia dramática o un drama cómico sobre las relaciones de un hombre en un mundo de mujeres. Durante su tarde de ocio junto a sus amigos, Sully afirma que las mujeres son mejores que los hombres. Las admira y no cabe duda de que cree en lo que dice, aunque, quizá, no logre entenderlas en toda su complejidad y cuanto pueden afectar a su orden, de ahí que le haya pasado desapercibido el derrumbe emocional de Kate, entre otras cuestiones que indudablemente afectan a su vida perfecta y ordenada que deriva en la crisis emocional —ella, huyendo de la realidad, se refugia en la niñez— y familiar que se desata al inicio del film y que pone a Sully ante una nueva realidad, más allá de su idea de que cada mujer tiene algo especial que la hace única. Lo sitúa en lo inesperado; ya que, la unicidad de la que habla, implica que poco sepa de las mujeres más allá de la apariencia y de su oficio; como queda claro cuando se presenta ante Bree (Helen Hunt) y le pide que se fugue con él y le dice que si acepta ya no tendrá que preocuparse por nada…
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