El discurso de Esta tierra es mía (This Land Is Mine, 1943) aparece durante todo el metraje, posicionándose en contra de los totalitarismos, a favor de la libertad y los derechos de los seres humanos. En el momento de su rodaje el mundo se encontraba en guerra, los ejércitos de ocupación alemanes se extendían por gran parte de Europa y la situación era, como mínimo, desesperada. La política nacionalsocialista intentaba imponerse, eliminando cualquier pensamiento o posicionamiento que se enfrentase a sus intereses. Por ese motivo, el guion escrito por Jean Renoir y Dudley Nichols presenta un pueblo sin nombre, en algún lugar de Europa, pues qué más daba, si la situación era similar en cualquier parte del viejo continente. Esa pequeña villa ve como las tropas de ocupación se extienden por todas partes, controlando sus calles, los estamentos y a las personas, aunque pretenden hacer creer que todo continúa igual, y que su presencia sólo es por el bien de la población, para ofrecerles la oportunidad de un nuevo orden en el que los fanáticos no existan y donde la armonía fluya en sus vidas. Pero la realidad es contraria a sus palabras, pues pretenden erradicar cualquier tipo de pensamiento ajeno al suyo, por eso ordenan a los profesores arrancar de los libros las páginas que consideran peligrosas, en una clara intención de educar a la juventud desde la ignorancia y desde la sumisión que ésta genera. Por suerte, todavía existe un reducido grupo de librepensadores que pretenden advertir del peligro que corre la libertad personal y colectiva si no se hace algo en contra de los invasores. Jean Renoir expuso que para que exista un movimiento de resistencia, primero debe de existir un movimiento intelectual que advierta del peligro y que enseñe el por qué de la necesidad de las libertades y de los derechos perdidos. ¿Por qué se ha producido esta ocupación y por qué se mantiene? Esa pregunta se responde con claridad; la existencia de personas que permanecen al margen o, incluso, que llegan a simpatizar, por miedo o por afinidad, con la fuerza vencedora, facilitan el control de las instituciones y de los organismos vitales para el desarrollo de las libertades, además, esa ocupación se ve apoyada en el fanatismo de aquellos que creen que cualquier otra opción a la suya es errónea y debe ser erradicada. En su discurso final, Albert, personaje interpretado por un excepcional Charles Laughton, se enfrenta a sus miedos y hace una declaración de principios que podría ser un despertar de esas personas aletargadas, conformistas y que, inicialmente, no han sabido enfrentarse a una imposición que les impide ser ellos mismos. Este hombre descubre que existen dos seres en cada persona, el interior y el exterior, introspectiva que le proporciona el conocimiento de sí mismo, cuyo yo interno le desvela a un hombre valiente, con principios y capaz de dar su vida por ellos; ya no teme reconocer que está enamorado de Louise (Maureen O'Hara), ni teme decir lo que piensa. Además de Albert, existen otros personajes dentro del film que reflejan las posibles personalidades que se encontrarían en una sociedad sometida: Paul (Kent Smith) y Louise, dos hermanos, claramente posicionados en contra de los invasores, ambos sienten el control que pretende el enemigo y comprenden que deben hacer algo, porque de lo contrario no habría esperanza, aunque para ello Paul deba hacerse pasar por amigo de los invasores. George (George Sanders), el prometido de Louise, externamente es un hombre fuerte, pero se deja seducir por aquellos que ostentan el poder; colabora con ellos, olvidándose de que no es él quien elige, sino que le manejan como quieren. Se convence a sí mismo de que su comportamiento es el correcto, porque el nuevo orden es el único válido para salvar a su nación, y él desea estar ahí cuando, finalmente, se imponga. Otro personaje que se decanta por la ocupación es el alcalde, quien se excusa diciendo que lo hace por el bien público, sin embargo, lo hace por su propio miedo y por su beneficio. Por otra parte, se encuentra en la madre de Albert (Una O'Connor) a un ser ajeno a la ocupación, para ella lo único realmente importante sería que su hijo permaneciese a su lado; enfoca sus propias carencias hacia Albert, quien aguanta sin queja el trato infantil al que le somete. Únicamente cuando su hijo se encuentra en peligro actúa, aunque sea una actuación terrible para el devenir de los hechos, consecuencia de un egoísmo que le hace pensar en sí misma y no en Albert, a pesar de que pretende creer lo contrario. Por último, la historia presenta al mayor Von Keller (Walter Slezak), un fanático que no reconoce en sí mismo el fanatismo, sino que lo encuentra en aquellos que pretenden luchar por su libertad, enfrentándose al sistema que él representa. Incluso su forma de pensar y hablar podrían llevar a engaño, pues a veces las palabras pueden disfrazar una ideología negativa y ofrecerla atractiva. Ante este personaje, Albert comprende que se necesita la verdad, el conocimiento y el valor para vencer al miedo común y actúa en consecuencia. Con Esta tierra es mía, Renoir advertía sobre la esclavitud que en sí es permanecer impasible, por miedo u otras circunstancias, ante el avance de un totalitarismo que no se detenía, así pues, se mostró sincero en su discurso, sin ocultar sus sentimientos al respecto, desde un exilio que le había alejado de un país sometido, pero en el que vivían seres como Albert o él mismo, personas que creían en poder expresarse con libertad.
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